Soldados israelíes operan entre ruinas de edificios en la Franja de Gaza.

Soldados israelíes operan entre ruinas de edificios en la Franja de Gaza. FDI Reuters

Oriente Próximo

EEUU fuerza a dimitir al gobierno palestino para que Israel acepte que la ANP se haga cargo de Gaza

El jefe del Ejecutivo de la Autoridad Nacional Palestina, Mohamed Shtayyeh, presentó este lunes su renuncia ante el presidente, Mahmud Abbás.

27 febrero, 2024 02:55

¿Qué pasará con Gaza después de la guerra? Esa es la pregunta que Estados Unidos y sus aliados árabes llevan haciéndose desde hace meses ante el desdén de Israel, preocupado únicamente por el presente y el desarrollo de su acción militar. El objetivo final de la administración Biden pasa por establecer un estado palestino propio completamente independiente del israelí. Creen que la solución de los dos estados, también apoyada por buena parte de la Unión Europea y por todos los países árabes, salvo los que ni siquiera reconocen la posibilidad de un estado judío, pondría fin a la situación actual de enfrentamiento constante.

No piensa lo mismo Israel. Al contrario. Considera que la amenaza será aún mayor. En las últimas horas, además de repetir de nuevo que piensa atacar Rafah si Hamás no devuelve a los rehenes antes del inicio del Ramadán (10 de marzo), Netanyahu ha filtrado a la cadena CNN un plan de futuro, por fin, que no va a gustar nada a sus vecinos. Gaza quedaría desmilitarizada, el sistema educativo se reformaría por completo e Israel pasaría a controlar la frontera sur con Egipto por el paso de Rafah, ahora mismo en manos de las autoridades egipcias.

Aparte, Netanyahu pretende controlar las asignaciones económicas de Qatar a Hamás y reducir la influencia del emirato en la zona. En la práctica, Gaza se controlaría desde Tel-Aviv, aunque el poder se delegaría en “entidades locales con capacidad de administración”. Eso sí, sin vínculos con la UNRWA. Lo que podría llamarse un “gobierno tecnócrata” que se limite a gestionar los fondos que llegaran para la reconstrucción de una Franja que ahora mismo está en ruinas.

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¿Renovación en Fatah?

Fuentes del gobierno israelí insinúan que Estados Unidos ha dado su apoyo a este plan, aunque es extraño puesto que las intenciones de Netanyahu no tienen posibilidad alguna de ser aceptadas por los países árabes. Egipto no va a ceder el control sobre una frontera que para ellos es clave no quieren ni oír hablar de una posible oleada de refugiados y a Qatar no le va a explicar nadie dónde invierte su dinero. En el pasado, el gobierno israelí miró a otro lado cuando el emirato pasaba dinero a Hamás, en principio para cuestiones administrativas. La negativa a seguir haciéndolo solo va a provocar un distanciamiento entre ambos países justo cuando se está negociando en Doha un posible acuerdo de liberación de rehenes.

Lo que sí parece claro, según apunta la propia CNN, es que la administración Biden ha influido en la sorprendente dimisión en pleno del gobierno de la Autoridad Nacional de Palestina, encabezado por el primer ministro Mohammed Shtayyeh. Para que la solución de los dos estados sea viable, Palestina necesita algo más que tecnócratas. Necesita políticos respetados y con altura de miras. La actual Autoridad Palestina no solo no controla la mitad de su territorio Gaza, sino que tiene un líder pésimamente valorado por su pueblo el 95% de los palestinos, según una encuesta, querrían que Mahmoud Abás dimitiera— y un partido, Fatah, con demasiados casos de corrupción a sus espaldas.

Todo lo que no sea una nueva Autoridad Palestina con un gobierno de coalición y sin el peso de las corruptelas está condenado a configurar un estado fallido… y aquí el problema es quién formará parte de esa coalición, porque Israel nunca va a aceptar a Hamás. No es un problema cualquiera: Hamás no solo sigue controlando la Franja de Gaza sino que su popularidad es cada vez mayor en Cisjordania. Tanto la banda terrorista como sus aliados árabes van a exigir que al menos su ala política, encabezada por Ismail Haniya, forme parte de dicho gobierno. Estados Unidos tiene ante sí la tarea casi imposible de impedir que se le cuelen terroristas en la coalición y de convencer a Israel de que su seguridad no se verá amenazada con miembros de Hamás dirigiendo el país vecino. Una entelequia.

Los riesgos y atractivos de la debilidad

No acaba aquí el problema. Hay que recordar que la guerrilla “hermana” de Hamás es Hezbolá, también patrocinada por Irán. Hezbolá opera en Líbano y es la única organización musulmana que ha podido plantar cara al ejército Israel desde la fundación del estado hebreo. Sus aspiraciones sobre Cisjordania son evidentes y su falta de sintonía con el gobierno de Shtayyeh era absoluta. Fatah y Hamás no pueden verse. Fatah y Hezbolá, tampoco. Ante la incapacidad de cambiar a Hamás y a Hezbolá, la solución diplomática de Estados Unidos pasa por cambiar a Fatah.

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De entrada, lo que tiene que hacer Fatah es quitar a Abás de en medio. El sucesor de Arafat, de 88 años, no tiene en la práctica poder alguno. El movimiento palestino necesita un líder enérgico, sensato y que pueda hacer justicia a las reivindicaciones de su pueblo sin entregarlo a la suerte del terrorismo de Hamás. Estados Unidos entendía que Shtayyeh no era la persona indicada y no ve con malos ojos la opción “tecnócrata” de Netanyahu, algo que al propio Shtayyeh le parecía un insulto.

Su dimisión debe entenderse como una rendición y como una manera de apartarse ante lo que está por venir. Da la sensación de que Israel pretende separar todo lo posible Gaza de Cisjordania, precisamente para imposibilitar la creación de un estado conjunto. Estados Unidos está en todo lo contrario: el gobierno de tecnócratas debe ser un paso intermedio hacia una unidad reconocida internacionalmente… y si se quiere mantener a Hamás fuera de la ecuación, la única manera es fortalecer a Fatah y conseguir que el pueblo palestino confíe en sus nuevos líderes.

Ahora bien, esas cosas no se hacen de la noche a la mañana. Hamás lleva dieciocho años haciendo y deshaciendo en Gaza. Su pensamiento y sus objetivos políticos impregnan cada ámbito de la vida en la Franja. Eso lo sabe Israel y por eso solo cree en la aniquilación absoluta. La labor de Blinken y Biden es convencerles de que existe un término medio, pero llevan cuatro meses intentándolo sin éxito y el tiempo se les acaba.

De hecho, ni siquiera está claro que a Israel le interese un liderazgo palestino que vaya más allá de Abás, una figura bastante dócil. Estados Unidos cree que es esa debilidad precisamente la que ha dado alas a Hamás y la que hace peligrar la seguridad israelí. Si consigue que Netanyahu también lo crea, la solución al conflicto puede avanzar. No parece fácil. Básicamente, porque no lo es.