El centenar de muertos en las colas del hambre de Gaza pone en juego el apoyo continuo de EEUU
Según ha reconocido Biden, el incidente podría tener serias consecuencias en las conversaciones para acordar un alto el fuego en la Franja.
1 marzo, 2024 02:47Más de cien muertos y setecientos heridos. Esas son las cifras que el ministerio de sanidad de Gaza, controlado por Hamás, ha difundido en torno a la masacre de este jueves en Gaza City. Según las autoridades palestinas, Israel habría disparado indiscriminadamente a varios grupos de civiles amontonados en torno a los camiones de ayuda humanitaria. Israel, por su parte, reconoce los disparos, pero incide en que fueron provocados, es decir, que esas masas humanas suponían un problema para las tropas desplegadas en la zona. Solo diez personas habrían sido víctimas de la acción de sus soldados. El resto, según las IDF, murió aplastado entre el caos y los disparos de miembros infiltrados de Hamás.
Estas explicaciones israelíes no parecen suficientes. Hay imágenes y testimonios que invitan a pensar en un tiroteo masivo y, aunque realmente ese tiroteo viniera motivado por una provocación previa, volvemos al escenario de la proporcionalidad: disparar sobre casi un millar de civiles solo por una sensación de amenaza es un auténtico disparate. La masacre es un nuevo ejemplo de la falta absoluta de planificación de la invasión israelí de Gaza. Toda la comunidad internacional lleva avisándolo desde hace tiempo, pero sin éxito alguno.
Mientras Netanyahu y sus ministros hablan de atacar Rafah, la única gran ciudad de la Franja donde aún no han entrado los tanques israelíes, lo cierto es que el resto del territorio ocupado está sumido en el caos más absoluto. Los desplazados viven en medio del hambre, el terror y la inseguridad. El hecho de haber acabado con la policía de Hamás sin preocuparse de preparar una alternativa hace que en las calles reine el caos y el desorden. Los camiones de ayuda humanitaria son saqueados continuamente y bandas incontroladas patrullan las ciudades imponiendo su propia ley.
Más allá de la responsabilidad directa de las IDF en la atrocidad de Gaza City, su responsabilidad indirecta es enorme. Israel ha acabado con la vida de 30.000 personas —el secretario estadounidense de defensa, Lloyd Austin, habló este jueves de al menos 25.000—, ha destrozado los hogares de cientos de miles de ciudadanos y no atiende a ninguna de las consecuencias. Ni quiere involucrarse en el reparto de la ayuda humanitaria, ni facilita su entrega, ni respeta los lugares que sus propios militares calificaron en su momento de seguros. Todo a cambio de muy poco: Hamás sigue operativa bajo los túneles de Gaza y, en casi cinco meses, solo se ha conseguido rescatar a cuatro rehenes.
¿El fin de la negociaciones?
La respuesta de la banda terrorista ha sido, como era de esperar, de indignación. Su máximo representante, Ismail Haniya, afirmó que la acción israelí probablemente vaya a echar por tierra los avances en las distintas mesas de negociación de Doha, París o El Cairo. También es verdad que dichas mesas llevan tres meses reuniéndose sin conseguir avanzar en nada: cada vez que Israel acepta un alto el fuego, Hamás pone una condición que lo hace imposible. Si es Hamás quien acepta, Israel siempre consigue encontrarle una pega al acuerdo.
Preguntado por la cuestión, el presidente estadounidense, Joe Biden, reconoció que aún no podían establecer una versión oficial: “Hay dos relatos muy distintos de lo sucedido, estamos intentando averiguar qué pasó de verdad”, afirmó este jueves en Washington, justo antes de embarcar en el Air Force One rumbo a la frontera de Texas con México. Eso sí, Biden tiene claro que el incidente “complicará las negociaciones”. Unas negociaciones que, según él, iban a fructificar de forma inminente con un acuerdo del que no quiso dar detalles pero que dio casi por cerrado.
Este giro deja a Biden en una posición muy delicada. El presidente se arriesgó a pronosticar un alto el fuego para el próximo lunes desde una heladería de Nueva York sin información que corroborara su pronóstico. Tanto Hamás como Israel se mostraron sorprendidos por las palabras de Biden e incluso Qatar, que ejerce de mediador desde el principio de la guerra, tuvo que reconocer que no había sucedido nada que apuntara a que el bloqueo se fuera a romper.
El peligro para Biden de cara a noviembre
El hecho de que Biden haya tenido que pasar del “espero que el lunes podamos anunciar el alto el fuego” al “es muy complicado, pero aún tengo esperanzas” habla bastante mal de su liderazgo y de su capacidad para entender el conflicto. Un conflicto que, más allá de las repercusiones que pueda tener para la imagen de Estados Unidos en el exterior, le afecta de manera personal en la política interna norteamericana y en concreto de cara a la reelección presidencial de noviembre.
De hecho, en las pasadas primarias de Michigan, Biden ganó con el 81,1% de los votos, es decir, uno de cada cinco electores demócratas prefirió no darle su apoyo pese a que las alternativas eran casi residuales. Hasta 100.000 votos se fueron a la opción de “no comprometidos”, la defendida por la Asociación de Demócratas de Origen Árabe por entender que el presidente era demasiado afín a la causa israelí en Gaza.
En un principio, la asociación pretendía llegar a los 10.000 votos. El hecho de que sus expectativas se hayan multiplicado por diez deja bien clara la importancia que tiene la cuestión entre el electorado demócrata. Si, en noviembre, Biden se deja 100.000 votos en estados clave como Michigan, la victoria republicana estará bastante más cerca. Tal vez por eso, el presidente se esfuerce en presentarse como un líder pacificador que intenta poner orden entre los extremos. El problema es que no lo está consiguiendo.
Entre Hamás e Israel han convertido Gaza en un auténtico infierno. El empeño en destruir al otro a cualquier precio está por encima de cualquier cálculo lógico de posibles beneficios. En ese contexto, la disuasión de la fuerza llega hasta donde llega. Israel la ha empleado sin precaución alguna durante cinco meses. En ocasiones, ha sido víctima de la propaganda terrorista. En otras, de sus propios errores. Independientemente de quien pueda tener la culpa de lo sucedido el jueves en Gaza City, lo cierto es que el norte de la Franja debería llevar meses bajo control. Que aún no lo esté resulta muy preocupante.