Protesta contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cerca del Knesset, el Parlamento de Israel, en Jerusalén.

Protesta contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cerca del Knesset, el Parlamento de Israel, en Jerusalén. Reuters

Oriente Próximo

Netanyahu se enzarza con Biden por el suministro de armas mientras arrecian las protestas en su contra

En un vídeo grabado íntegramente en inglés, lanzó uno de sus ataques más duros contra el presidente estadounidense para dañarle electoralmente.

19 junio, 2024 02:35

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu publicó este martes un vídeo en el que atacaba duramente al presidente estadounidense Joe Biden y calificaba de "inconcebible" el hecho de que determinados cargamentos de armas llevaran embargados más de un mes. "Están impidiendo defenderse a su mayor aliado en la zona", aseguró Netanyahu, quien indicó que había tratado el tema con Antony Blinken, secretario de estado norteamericano en su reciente visita a Tel-Aviv. La respuesta de la Casa Blanca no tardó en llegar: "De verdad que no sabemos de qué está hablando. Hay un envío en pausa, pero el resto sigue en movimiento", afirmó la secretaria de prensa, Karine Jean-Pierre.

Las palabras del primer ministro se pueden interpretar de muchas maneras: de entrada, son un episodio más en la difícil relación entre ambos países. El hecho de que el discurso se hiciera en inglés indica que su intención política no solo es de consumo interno, sino que quiere que el mensaje llegue a Estados Unidos. De hecho, los republicanos ya han aprovechado para criticar a Biden en términos parecidos a los utilizados por Netanyahu en su intervención. Es un flanco que Biden ha dejado abierto para tapar las críticas del sector progresista de su partido sin darse cuenta de que al final se está desangrando por ambos lados.

Las declaraciones de Netanyahu llegan en un momento extraño. Como afirmó Jean-Pierre, es cierto que la Casa Blanca mantiene embargado un cargamento concreto de armas que cree que pueden ser utilizados contra civiles en grandes núcleos urbanos como Rafah. También es cierto, sin embargo, que esta misma semana se ha aprobado el envío de cincuenta cazas F15 dentro de un paquete de ayuda militar que ha contado con el voto a favor del demócrata Gregory Meeks. El veterano congresista es uno de los más enconados defensores de una revisión de la política estadounidense respecto a Israel tras lo visto en estos ocho meses de bombardeos en Gaza.

Según publica el Washington Post, el congresista por Nueva York recibió presiones por parte de su propio partido, como las recibió otro de los díscolos, el senador Ben Cardin, miembro del Comité de Relaciones Internacionales. En otras palabras, Biden se encarga casi personalmente de presionar a sus propios representantes para mandar más armas a Israel y, casi de inmediato, Netanyahu se lo agradece acusándole de dejar a Israel a merced de las amenazas de Hamás, Hezbolá e Irán.

Quien mucho abarca, poco aprieta

En el pecado lleva Biden buena parte de la penitencia. Igual que varios expertos estadounidenses han criticado a Netanyahu por no tener un plan definido antes de entrar en la Franja (el propio Benny Gantz, exjefe de las FDI dimitió del Gabinete de Guerra alegando ese motivo), también se puede decir que Estados Unidos va dando unos bandazos impropios de una superpotencia.

Biden quiere quedar bien con sus aliados árabes en la zona, por mucho que ninguno de ellos haya demostrado autoridad alguna sobre Hamás. Del mismo modo, quiere quedar bien con Israel y por ello ha justificado durante meses sus dudosas operaciones militares y ha esperado cinco meses en poner alguna pega. Quiere contentar al ala progresista de su electorado, especialmente el más joven, aparentando una posición de fortaleza ante Israel que luego no ejercita nunca… y a su vez no quiere perder ni un solo voto de su electorado proisraelí y presiona a quien haga falta para poder seguir vendiendo armas al estado hebreo.

¿Qué consigue Biden con todo ello? Aparentar debilidad. Cuando alguien quiere agradar a todo el mundo, lo normal es que no agrade a nadie. No a estos niveles de diplomacia, desde luego. Biden ha entrado en el conflicto palestino-israelí con una candidez inesperada en un hombre con su vasta experiencia en asuntos internacionales. Sus continuos fracasos a la hora de establecer unos mínimos aceptables para un alto el fuego en Gaza invitan al pesimismo respecto a la misión que ha encargado a su enviado especial, Amos Hochstein, de evitar una escalada bélica en el sur del Líbano.

Netanyahu asistió este martes a la ceremonia en memoria de los mártires del Altalena en el cementerio Nachalat Yitzhak en Givatayim.

Netanyahu asistió este martes a la ceremonia en memoria de los mártires del Altalena en el cementerio Nachalat Yitzhak en Givatayim. Reuters

Hochstein se reunió el lunes con Netanyahu y el martes con representantes del parlamento del Líbano en Beirut. Dejó una frase difícil de catalogar: "El conflicto puede acabar si ambos bandos se ponen de acuerdo". Exacto. El problema es que Hochstein está ahí porque ambos bandos, lejos de ponerse de acuerdo, parecen deseosos de repetir la guerra que quedó a medias en 2006. Anteponer los deseos a la realidad parece una estrategia poco efectiva a la hora de imponer soluciones… y eso es lo que lleva haciendo la administración Biden, sin entrar en su buena o mala fe, durante los últimos meses.

Amplia contestación interna

Aparte de su clara voluntad de interferir en el proceso electoral estadounidense -Netanyahu cree que le irá mejor con Trump, como si no supiera que Trump es una constante moneda al aire-, las intenciones del primer ministro israelí van más allá: jugar, de cara a sus votantes, la baza del victimismo. La visión del mundo de Netanyahu y, sobre todo, de sus aliados, presenta a Israel desamparado en el mundo frente a una pléyade de adversarios. Y no es que le falten adversarios a Israel desde su misma creación, pero jugar a la paranoia en ocasiones es peligroso.

Estados Unidos no es anti-israelí, como no lo son Francia ni España ni Irlanda ni tantos otros países que se han preocupado por las garantías mínimas de una guerra justa. Otra cosa es que puedan simpatizar o no con los ocupantes actuales del gobierno israelí. No es algo exclusivo del extranjero: decenas de miles de manifestantes se juntaron en las calles de Jerusalén y Tel-Aviv para pedir elecciones generales, solicitar la negociación sincera de un alto el fuego y protestar contra la disolución unilateral del Gabinete de Guerra.

Protesta este martes contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén.

Protesta este martes contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén. Reuters

Israel ya pasó por cinco convocatorias electorales en poco más de tres años para formar el gobierno actual y Netanyahu se resiste como gato panza arriba a un sexto proceso. De ahí los guiños constantes a sus socios de coalición. El partido al que pertenece, Likud, se pronunció en contra de unas nuevas elecciones y arremetió contra los manifestantes: "Están ayudando a Hamás". Netanyahu se limitó a calificarlos de “minoría extremista, ruidosa y en ocasiones violenta” que estaría buscando una guerra civil en Israel. Al margen de toda esta hipérbole constante, el 76% de los ciudadanos se mostró a favor de unas nuevas elecciones en una reciente encuesta de la Hebrew University. Entre ellos, el 55% de los votantes del propio Likud.