Manifestantes hutíes en apoyo a los palestinos.

Manifestantes hutíes en apoyo a los palestinos. Reuters

Oriente Próximo

Los dos ataques a Israel en 24 horas: el militar de los hutíes y el diplomático del tribunal de la ONU

Viernes negro para el estado de Israel, que vio por la mañana cómo su capital era atacada por un dron hutí y por la tarde recibió la noticia de que el TIJ consideraba ilegal la ocupación de Cisjordania.

20 julio, 2024 02:51

Difíciles 24 horas para Israel en general y para el gobierno de Netanyahu en concreto. Después de la euforia desatada por la más que probable muerte de Mohammed Deif en el ataque de las FDI sobre el sur de la Franja de Gaza el pasado sábado, Tel-Aviv se levantó este viernes con la desagradable sorpresa de ver cómo un dron hutí se estrellaba contra un bloque de edificios en un área residencial a las afueras de la capital.

El resultado del ataque fue de un muerto -un hombre de 50 años que murió por efecto de la metralla en su propio domicilio- y decenas de heridos, la mayoría, según la policía, de carácter leve. Más allá de las víctimas y del daño estructural, el ataque tiene un duro efecto psicológico sobre una capital protegida por la 'Cúpula de Hierro' y que no está acostumbrada a que los ataques ajenos lleguen a buen fin. Mucho menos si se envían desde Yemen por un grupo terrorista con la mitad de los recursos de los que dispone, pongamos, Hezbolá.

No cabe duda de que el ataque se enmarca en la política de acoso constante promovida por Irán en búsqueda de puntos débiles en la defensa israelí. Eso, precisamente, es lo que más preocupa al gobierno de Netanyahu y a las fuerzas armadas: en las últimas semanas, tanto Israel como Estados Unidos han mostrado a las autoridades iraníes su preocupación por el posible desarrollo de armas nucleares. Desde Teherán niegan tal posibilidad, pero la Casa Blanca ya ha avisado de que no está dispuesta a permitir que Irán disponga de tales armas... y mucho menos lo va a permitir Israel.

Críticas de la CIJ

Con todo, no fue ese el principal problema del viernes para el estado hebreo. A primera hora de la tarde, la Corte Internacional de Justicia, sito en La Haya y dependiente de las Naciones Unidas, ha declarado "ilegal" la ocupación israelí de los territorios de Cisjordania y Jerusalén Este. El TIJ responde así a un requerimiento de la Asamblea General de la ONU de 2022 y su dictamen no es vinculante, aunque sí puede influir en las políticas individuales de los países miembros y en la reputación diplomática de Israel como estado.

Recordemos que el CIJ ya ordenó a Israel cesar sus ataques sobre Gaza en enero y trató de impedir una ofensiva sobre Rafah en mayo. Israel, aun siendo miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas, no hizo caso alguno a ninguna de las dos advertencias. Tampoco se espera que lo haga en este caso. La reacción de Netanyahu apunta en ese sentido: "Es imposible que los judíos estemos ocupando territorio judío", manifestó el primer ministro. A la ocupación de Cisjordania, pese a que existe una Autoridad Palestina que controla sobre el papel esa zona, hay que añadir el incremento exponencial de asentamientos en los últimos años.

Dichos asentamientos también han sido criticados por la CIJ, pero cuentan no solo con el apoyo institucional del gobierno israelí, sino con el de las milicias vinculadas al partido ultraortodoxo de Itamar Ben-Gvir, a la sazón ministro de Seguridad Nacional.

La proliferación de asentamientos ha sido duramente criticada por Mahmoud Abbas y la Autoridad Palestina, al considerarlo una manera encubierta de conquistar sin ejército un territorio pensado para formar parte en algún momento de un futuro estado palestino.

Reacción diplomática

Y es que, aunque las consecuencias prácticas de la decisión de la CIJ probablemente sean nulas -Israel no va a retirar sus tropas de Cisjordania, no va a dejar de intervenir en la política local y, con este gobierno al menos, no va a hacer nada para impedir nuevos asentamientos ilegales- sí puede acelerar otros procesos diplomáticos que se vienen gestando en los últimos meses al hilo de la guerra de Gaza.

No ya por los países árabes, que sin duda se volcarán en defensa de la Autoridad Palestina y se replantearán sus acercamientos a Israel, sino por los países occidentales que puedan plantearse el reconocimiento del estado de Palestina como gesto de aceptación del dictamen.

En la actualidad, 145 de los 193 miembros de pleno derecho de las Naciones Unidas han reconocido a Palestina como estado. Dejemos por un momento al lado la viabilidad de dicho estado, compuesto por dos regiones separadas entre sí y gobernadas por organizaciones en conflicto constante: Hamás y Fatah. Se supone que la llamada Autoridad Palestina podría coordinar la acción de gobierno y crear las instituciones necesarias. Se supone. Otra cosa es la realidad, mucho más compleja que la teoría.

Lo importante aquí es la presión diplomática que se quiera ejercer. De entre los 48 países que no reconocen a Palestina, 25 son europeos, a los que habría que añadir a Estados Unidos y a cuatro de sus aliados habituales: Corea del Sur, Japón, Australia y Canadá.

Habrá que ver cómo reacciona Macron en su intento de convertirse en referente moral de la política internacional y por dónde respira el nuevo gobierno laborista de Keir Starmer en Reino Unido. En general, Europa siempre se ha destacado como aliado incondicional de Israel, pero en algún momento tendrá que poner algún tipo de límite.

Ese límite puede ser un reconocimiento meramente formal de un estado árabe en territorio palestino o puede ir más allá en forma de sanciones económicas como las que recibió Sudáfrica durante los años del "apartheid", palabra que utiliza la propia CIJ para definir la situación de los palestinos en Cisjordania. Nadie quiere enemistarse con Israel ni estirar demasiado la cuerda, pero, si se denuncia lo que está sucediendo en Ucrania, es difícil cruzarse de brazos cuando un órgano de las Naciones Unidas declara ilegal la presencia de tropas de un país en un territorio ajeno. Aunque no sería la primera vez, por supuesto.