La milicia libanesa Hezbolá, principal tentáculo de Irán en Oriente Próximo, ha culpado a Israel de las miles de explosiones simultáneas de buscas —dispositivo habitual de comunicación entre sus miembros— registradas en Líbano y Siria. Es más: ha prometido que el Estado judío recibirá "su justo castigo". Hasta el momento, hay ocho muertos y casi 3.000 heridos, dos centenares de ellos en estado crítico, según el Ministerio de Sanidad libanés. Hezbolá sostiene que el jefe de la milicia, Hassan Nasralá, no está entre los afectados. Nadie en Israel, hasta el momento, admite estar detrás del incidente.

La cadena de explosiones comenzó a primera hora de la tarde, con los afectados repartidos por todo el Líbano e incluso Damasco, la capital de Siria. Los primeros indicios apuntan a una manipulación de los aparatos para que, sobrecalentados, estallaran en los bolsillos o las manos de sus dueños. Si la hipótesis más plausible es a su vez la correcta, se trataría de una grave falla de seguridad de la milicia y de Irán.

En la lista de heridos, por cierto, aparece el nombre de Mojtaba Amani. Es el embajador de la república islámica en el Líbano.

Al margen del silencio de Israel, el incidente coincide con la promesa del primer ministro Netanyahu de redirigir los próximos esfuerzos de la guerra —a punto de cumplir un año— hacia el sur del Líbano, bajo control de Hezbolá. Las Naciones Unidas han compartido su preocupación por los eventos, temerosos de que deriven una escalada en un contexto "extremadamente volatil". Los rebeldes hutíes del Yemen, aliados de Hezbolá y miembros del Eje de la Resistencia contra Israel, acusó a Tel Aviv de "violar la soberanía libanesa". A través de su portavoz político, Mohamed Abdelsalam, confió en que sus socios serán capaces de "hacer frente a todos los retos" y de "hacer que pague un alto precio".