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Las tropas israelíes han eliminado a Yahya Sinwar, líder de Hamás en Gaza y cerebro del pogromo del 7 de octubre que arrancó la guerra contra su organización, dentro del territorio palestino, como han confirmado fuentes oficiales. La falta de información sobre su paradero ha llevado a medios y analistas de la región a especular sobre su muerte desde hace semanas. Finalmente, después de unas horas de confusión, la información se ha confirmado este jueves.

Sinwar ascendió en la estructura recientemente, después de que Ismail Haniyeh, su predecesor, fuese asesinado durante su visita oficial de julio a Irán, donde asistió a la investidura del presidente Masoud Pezeshkian. La república islámica responsabilizó del crimen a Tel Aviv, pero Tel Aviv guardó silencio tanto para confirmarlo como para desmentirlo. En esta ocasión, ha sido diferente.

La noticia tiene una dimensión extraordinaria. Un año y diez días después, Israel ha eliminado a su principal objetivo, al hombre al que atribuye el peor atentado sufrido en su historia, con más de 1.200 asesinados y 255 secuestrados —101 siguen atrapados por los terroristas—, y por el que respondió con una guerra en la Franja de Gaza que todavía sufre el pueblo palestino: con decenas de miles de muertos, con unos dos millones de desplazados, con un territorio prácticamente rebajado a escombros y con una población hambrienta.

Los servicios de Inteligencia israelíes todavía tratan de resolver cuáles eran las verdaderas intenciones de Sinwar con el 7-O. Muchos analistas coinciden en que sacrificó a su propio pueblo para desbaratar la amistad naciente entre Tel Aviv y los países suníes, especialmente Arabia Saudí, vertebrada a través de los Acuerdos de Abraham. Incluso en que pensó que, a cambio de devolver a los rehenes a sus casas, vaciaría las prisiones israelíes de terroristas palestinos.

Muchos inciden, a su vez, en que Sinwar falló en sus cálculos sobre las capacidades de las tropas enemigas para maniobrar en Gaza o sobre el grado de compromiso de Irán y sus aliados en la región, sobre todo los libaneses de Hezbolá y los hutíes del Yemen, para abrir varios focos de guerra que saturaran las defensas israelíes.

Lo que es seguro es que, ahora, el mundo es otro. Israel da por razonablemente controlada la situación en Gaza y la amenaza de Hamás, y prioriza, desde mediados de septiembre, las operaciones contra Hezbolá en el Líbano. La cúpula de la organización islamista que controla el sur del país vecino desapareció, de hecho, en cuestión de diez días. Uno por uno, Israel eliminó a sus jefes hasta llegar al líder supremo, Hasán Nasralá, asesinado en el barrio chií de Beirut. 

Y no sólo eso. Las amenazas e intercambios de golpes con Irán alarman a la comunidad internacional, y los principales aliados de Israel le piden mesura y un alto el fuego por miedo a una escalada descontrolada. La nueva pregunta es cómo afectará la baja de Sinwar en el propósito de la tregua.