Semana uno del alto el fuego en el Líbano: entre la euforia de volver a casa y la "falsa sensación de victoria"
- "Me iba a casar en octubre. Al principio estaba triste, ahora siento orgullo y dignidad por sacrificar nuestras vidas. Hemos ganado la guerra", dice Alaa.
- Más información: La ONG del chef José Andrés pausa su actividad en Gaza: otro ataque israelí habría matado a tres de sus cooperantes.
El Líbano se levantó el miércoles con una alegría que no sentía en trece meses. A las 4:00 de la mañana, las bombas israelíes pararon de súbito en Beirut después de semanas. Había acabado una guerra que había dejado 3.500 muertos y un país en ruinas.
La entrada en vigor del alto el fuego que el Gobierno de Benjamín Netanyahu anunció el martes por la tarde fue recibida eufóricamente. Durante los dos primeros días, los coches pitaban en ráfaga y se oían disparos de júbilo en el Dahie, la periferia sur de Beirut donde Israel ha atacado diariamente tanto a Hezbolá como a civiles durante dos meses.
En la plaza de los Mártires y el paseo marítimo de la capital, decenas de familias emprendieron la vuelta a sus casas después de más de 60 días a la intemperie. La carretera al sur del Líbano se colapsó. En Nabatiye, la ciudad más golpeada por las bombas, la gente volvió con fuegos artificiales.
En Haret Hreik, un barrio del sur de Beirut, en vez de drones israelíes, ahora sólo se escuchan cláxones y vítores a Hasán Nasrala, líder de Hezbolá asesinado a finales de septiembre. Entre los escombros de la guerra y las banderas amarillas del partido camina Jadiya con sus tres hijos. Cada uno carga con una caja donde metieron sus vidas cuando tuvieron que huir de su casa.
Ahora, después de sesenta días durmiendo en un colegio, vuelven. Su edificio es el único de su manzana que no ha sido bombardeado por Israel. Pero en su casa reina un olor a pólvora que va a tardar tiempo en irse.
Alaa, la hija mayor de Jadiya, lleva en una de esas cajas su vestido de novia. "Fue lo primero que metí", dice. "Me iba a casar en octubre. Al principio estaba muy triste, pero ahora solo siento orgullo y dignidad por haber sacrificado nuestras vidas durante este tiempo. Claramente hemos ganado la guerra", dice Alaa. A su lado, su hermano de once años tira a la papelera un retrato de Nasrala que llevaban en el coche y la lluvia deshizo completamente.
Como muchos libaneses chiíes, estos jóvenes piensan que, pese a los más de 3.960 muertos, su bando ha salido victorioso, ya que Israel no ha conseguido avanzar más que siete kilómetros en su invasión terrestre al sur del Líbano.
Su vecino Brahim no está de acuerdo. Este padre de familia es un firme defensor de la 'resistencia' —como gustan llamar a su causa los adeptos de Hezbolá—, pero no siente que esta guerra les haya traído ningún triunfo a los suyos. Reconoce estar enfadado con el partido, sobre todo después de que su nuevo líder, Naim Qásem, presumiera el jueves de que la "victoria" esta vez había sido "mayor que la de 2006", cuando Hezbolá logró expulsar a las tropas israelíes tras una invasión de 34 días.
"Lo están pintando como si hubiéramos ganado la guerra. Yo soy un partidario acérrimo, pero esta falsa idea de victoria no me convence", dice Brahim. "Cuando empezaron a combatir, se negaron a volver al statu quo hasta que no parara el genocidio en Gaza. Ahora que han pedido desesperados un alto el fuego, nos intentan vender que hemos ganado la guerra", sentencia.
Las palabras de Brahim suenan más dolorosas desde el balcón de Jadiya. Mientras comparte una cachimba con su vecina, este fontanero señala a cincuenta metros. "Mi casa era esa", dice. En octubre, Brahim se enteró de que un misil israelí había derruido su edificio. Por el momento, su mujer e hijos siguen en el apartamento que un familiar les dejó en Accar, al norte del Líbano.
Como la de Brahim, Israel ha destruido unas 100.000 viviendas en todo el país en los últimos meses. En el sur, 37 pueblos enteros han sido borrados del mapa. Se estima que el costo total de esta guerra ha sido de ocho mil millones de dólares. Para muchos, la pesadilla no se acaba con el alto el fuego. Ahora toca pensar cómo reconstruir todo lo que han perdido.
Un alto el fuego sin tregua
Tras la gran euforia de los primeros días, los libaneses llegan al final de la primera semana sin guerra tomando la tregua con pinzas. El alto el fuego que entró en vigor el miércoles ya se está resquebrajando: en cinco días, el Ejército israelí ha violado al menos treinta veces la condición de no atacar mientras se retira de territorio libanés.
Ha llegado a bombardear a las afueras de Sidón, una ciudad lejana a la frontera que está a apenas 30 kilómetros de Beirut. El sábado por la mañana, un ataque a un coche hirió a un niño de siete años. En total, han muerto cuatro libaneses desde que la tregua se implementó.
Sobre Beirut, se oyeron drones y aviones israelíes la tarde del sábado, cuando cientos de personas se reunieron espontáneamente en el sitio donde Israel mató a Nasrala e hicieron una vigilia por líder de Hezbolá. Además, el Ejército ha impuesto un toque de queda y ha bloqueado el acceso a los pueblos de la frontera.
El motivo que da el Gobierno de Benjamín Netanyahu para justificar estas medidas: sigue habiendo combatientes de Hezbolá armados en la zona. Según el propio primer ministro, Israel está preparado para reanudar la guerra. En una entrevista con el Canal 14 israelí, Netanyahu recordó el jueves: "En ningún momento dijimos que esto fuera un cese de la guerra, sino una tregua. Una tregua que puede que sea breve".
Abdula, un joven trabajador del sur del Líbano, bromea con la situación. Después de que Israel arrasara con su casa —y su pueblo entero— a menos de un kilómetro de la frontera, este operador de cámara ya no quiere un nuevo techo. "Le he dicho a mi hermano que en vez de reconstruir la casa compremos una caravana. Si vuelve la guerra, salimos corriendo y no dejamos nada atrás. Así le damos el trabajo hecho a Israel", ríe.