Turquía y la Unión Europea se implican en una transición pacífica para Siria que facilite el regreso de los refugiados
- Erdoğan abrió la puerta a los sirios con la esperanza de una guerra breve. Con el tiempo, los usó como moneda de cambio para obtener hasta 11.500 millones de euros para mantenerlos fuera de Europa.
- Más información: Quién es quién en Siria tras Asad: de los intereses de EEUU y Turquía a las pugnas de poder del HTS, el ISIS o los kurdos
Ni dos días tardó el gobierno turco en anunciar que abrirá los pasos fronterizos para que los refugiados sirios regresen a su país, después de la caída del régimen del dictador Bashar al-Assad el pasado domingo.
“El fuerte viento de cambio en Siria será beneficioso para todos los sirios, especialmente los refugiados. A medida que Siria gane estabilidad, los retornos voluntarios aumentarán y su añoranza de 13 años por su tierra natal llegará a su fin”, proclamó el martes el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, tras mantener una serie de conversaciones telefónicas por separado con la jefa de la Unión Europea, Ursula von der Leyen; el jefe de la OTAN, Mark Rutte; y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. El líder turco aseguró su objetivo: “La reconstrucción de Siria acelerará su regreso”.
“Si les hubiera dicho hace tres días que esto iba a pasar, nadie lo habría creído”, explicó el martes el ministro de Interior de Turquía, Ali Yerlikaya, para dar la buena nueva: el gobierno ha aumentado su capacidad para gestionar los actuales 3.000 cruces diarios hasta 20.000. En el paso turco de Cilvegözü, 50 kilómetros al oeste de Alepo, se divisan masas de refugiados ansiosos de regresar a su país. El domingo lo cruzaron unos 400 sirios, y ya eran 800 el lunes a mediodía, según Turkey Recap.
La cruenta guerra civil siria ha desatado una oleada de 6,3 millones de refugiados sirios, según ACNUR. La mayoría se refugió en los países vecinos, como Turquía, Jordania, Líbano, Irak y Egipto. Otro millón fue a parar a Europa, lo que en 2015 se catalogó como una “crisis” de refugiados: unos 600.000 en Alemania, y el resto en Suecia, Austria, Grecia, Países Bajos y Francia. EEUU aceptó unos 50.000, Canadá 35.000 y Australia 30.000. España acogió un millar.
“Llegué a Berlín hace poco, ya no podía soportar el racismo en Turquía, era muy peligroso. Aquí también hay, pero menos”, explica a este diario Kinda, una joven siria que hoy duerme en una tienda de campaña, y que mira con cautela la evolución tras la caída del régimen en su país. “Sentí alegría el primer día, pero ¿cuál es la realidad? Hay un grave caos de seguridad, los estúpidos yihadistas han tomado el poder, e Israel está asaltando Damasco. ¿Qué deberíamos hacer? No lo sabemos”.
Según el sociólogo Hein de Haas, el discurso político en las democracias liberales ha amplificado el miedo usando términos como “invasión” o “migración masiva” de refugiados sirios y, aunque la cifra era significativa, también era manejable, según patrones históricos de migraciones. En su libro más reciente, Los mitos de la inmigración, De Haas analiza las causas de la creciente aversión hacia estos refugiados, que suelen convertirse en chivos expiatorios durante las crisis económicas, por problemas que los políticos no son capaces de solucionar, como el desempleo, los bajos salarios o la presión sobre los servicios públicos.
Siguiendo este manual, Erdoğan abrió la puerta en 2011 a los sirios con la esperanza de una guerra breve y para proteger a los sunitas. Con el tiempo, los usó como moneda de cambio con la UE, que desde 2016 ha aportado 11.500 millones de euros para mantenerlos fuera de Europa. Trece años después y debido a las disparatadas políticas económicas del líder turco, la población, asfixiada, culpa a los sirios, mientras los partidos refuerzan su discurso xenófobo.
Una oleada de populismo azuza este sentimiento contra los sirios, que realizan los trabajos peor remunerados, sin condiciones dignas y son objeto de ataques y linchamientos. Otros muchos, con increíble espíritu empresarial, han abierto sus propios negocios de baklava, restaurantes, textiles o tecnológicos, contabilizando 11.000 empresas, o un 2% de las de nueva implementación en Turquía. Al mismo tiempo, esos refugiados han absorbido ayuda por valor de más de 5.000 millones de euros. Muchos están deseando regresar a su país, después de años de pobreza, humillaciones e insultos.
La mayoría de refugiados sirios en Turquía, que comparte 900 kilómetros de frontera con Siria, provienen de Alepo y de Idlib. Hay cinco pasos fronterizos operativos, y el de Yayladagi, en la provincia de Hatay, reabrirá pronto después de su cierre en 2013. Desde 2016, más de 737.000 refugiados en Turquía regresaron “voluntariamente” a Siria, aunque se han documentado devoluciones forzosas que violan las leyes internacionales.
Debido a la proximidad de Turquía con la provincia de Idlib y con Alepo, las expectativas de retorno son altas entre los refugiados si el desvencijado país es capaz de transitar pacíficamente hacia una democracia, un objetivo que todavía no está claro.
“El regreso es un enfoque bastante simple”, explica a EL ESPAÑOL el analista Raphael Machalani, “depende de tu estatus social y de tu dinero. Si eres un refugiado que vive en una tienda de campaña y recibes una pésima asistencia, no lo pensarás dos veces. Regresarán a un lugar donde son bienvenidos, pueden trabajar fácilmente y no hay barreras lingüísticas”. La ayuda que reciben de ACNUR es a todas luces insuficiente, de unos 100 euros para una familia de siete miembros.
Los refugiados más educados y acomodados probablemente se convertirán en migrantes regulares, manteniendo un vínculo con Siria, pero sin apresurarse a regresar de inmediato. Ejemplos como Idlib muestran su capacidad para autogobernarse y establecer infraestructuras sostenibles, agrega Machalani, quien sugiere un cambio conceptual en cómo se perciben los refugiados en sus países de acogida.
El entusiasmo está impulsando entre la población turca las expectativas de retorno, pero la repatriación de solicitantes de asilo y refugiados no sigue un patrón lineal, ya que el número de retornados alcanza su punto máximo entre uno y tres años después del final del conflicto y después de eso el ritmo de retorno se ralentiza, señalan expertos de la Fundación Heinrich Böll en Turquía a Turkey Recap. Esas altas expectativas por parte de la población turca pueden convertirse en decepciones que creen nuevas tensiones con los refugiados cuando los retornos no se produzcan rápidamente.
Si bien el principal objetivo de Erdoğan al permitir el 27 de noviembre el despliegue de Hayat Tahrir Al-Sham (HTS) desde Idlib hacia Alepo fue reducir a los grupos kurdo árabes del norte de Siria, a nadie se le escapa que esa toma de territorio estaba destinada a la devolución de los refugiados que ha acogido en la última década. La ofensiva del HTS fue demasiado exitosa y el plan se está forjando sobre la marcha, mientras se reanuda la violencia en distintos frentes.
Países europeos como Alemania, Francia y Reino Unido han suspendido temporalmente las solicitudes de asilo de sirios para evaluar la situación política en el país árabe, sin haber evaluado todavía si el regreso a Siria es seguro. Bruselas enfatiza la necesidad de una transición pacífica, la reconstrucción de las principales ciudades sirias y la mejora económica para permitir el regreso seguro y digno de los refugiados. Para que esto suceda, serán necesarias infraestructuras sólidas —probablemente financiadas por Turquía y la UE—, un nuevo marco constitucional, elecciones libres y desmilitarización.
Algunos refugiados desconfían, sin embargo, de que ese sueño se desvanezca con el actual aumento de tensiones y el surgimiento de un nuevo modelo autoritario.