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Trump, en viñeta. El Español
Trump recula en su plan para Gaza: no mandará tropas ni lo financiará con la negativa de Arabia Saudí a apoyarlo
Las rectificaciones del equipo del presidente de EEUU hacen tambalear la idea de una ‘riviera’ en Oriente Medio libre de palestinos.
Más información: Trump propone que EEUU "tome el control de Gaza" y desplazar a los palestinos tras reunirse con Netanyahu
Los pasillos del Pentágono y las embajadas de Estados Unidos en El Cairo y Ammán amanecieron el miércoles con caras largas. La noche anterior, el presidente Donald Trump había anunciado un plan para Gaza que suponía la expulsión forzada de dos millones de palestinos a países vecinos, la posible intervención militar estadounidense y la creación de una ‘riviera’ mediterránea sobre los escombros de 15 meses de guerra.
El republicano insistió en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro israelí que la idea gustaba a “todo el mundo”. A quien tenía al lado, desde luego. La sonrisa de Benjamín Netanyahu delataba que un mandato estadounidense en Gaza solo podría beneficiar a Israel y a él, concretamente, le granjearía rédito político inmediato en su país. Y así fue: horas después de la comparecencia, Itamar ben Gvir anunció que volverá a asumir la cartera de Seguridad Nacional un mes después de haberla abandonado en protesta por la decisión del gobierno de aceptar el acuerdo de alto el fuego con Hamás.
Pero la determinación por convertir los 360 kilómetros cuadrados que más dolor han albergado en el último año en un Mónaco levantino sin palestinos ha desazonado a muchos. En Oriente Medio, sí, pero también en Estados Unidos, y hasta en el propio gobierno de Trump. Eran muchos los que, desde que empezó a coquetear con ella a principios de su mandato, llevaban advirtiendo al presidente de los peligros de seguir adelante con la propuesta. La sensación era que la Casa Blanca había hecho “oídos sordos” a las valoraciones de la diplomacia estadounidense, en palabras de un funcionario que habló con la revista digital Middle East Eye la mañana del miércoles.
Washington pareció darse cuenta. El miércoles salió a la palestra un puñado de voces del gabinete de Trump, del Partido Republicano y de los servicios diplomáticos de EEUU. Todos estaban dispuestos matizar —si no rectificar— la arenga presidencial de la noche anterior.
Si en la reunión con Netanyahu Trump había prometido que EEUU “tomará el control” de Gaza cueste lo que cueste, desplegando el ejército “si es necesario”, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, reculó en la primera rueda de prensa: “El presidente aún no ha tomado esa decisión”. Parecía que, aunque tarde, alguien había llegado para asesorar a Trump y enmendar las amenazas de limpieza étnica del día anterior. En un almuerzo a puerta cerrada con los senadores republicanos, Steve Witkoff, enviado especial del presidente a Oriente Medio, precisó que Trump “no quiere poner tropas estadounidenses sobre el terreno” ni tampoco “gastar dólares” en Gaza, según contó después un senador de Misuri.
Las contradicciones de Trump
“Para entender la nueva administración Trump hace falta entender también sus dos vertientes: por un lado, la parte de línea dura sionista y antiiraní; por otro, la corriente más aislacionista que defiende que EEUU se mantenga fuera de Oriente Medio y de cualquier ‘tablero’ internacional”, cuenta a EL ESPAÑOL Nadim Houry, director ejecutivo del think tank Arab Reform Initiative. “Navegar entre las dos le ha costado a Trump decir cosas que pueden sonar contradictorias, como prometer que va a retirar las tropas estadounidenses —como se espera que pase en Siria— mientras propone tomar el control de Gaza”, explica.
Después del anuncio incendiario del martes por la noche, Leavitt se ha asegurado de apagar los fuegos provocados por el presidente, que pronunció un discurso que no se correspondía con ningún plan escrito del ejecutivo estadounidense. "[El plan] no significa que los contribuyentes estadounidenses vayan a financiar este esfuerzo. Significa que Donald Trump, que es el mejor negociador del planeta, va a llegar a un acuerdo con nuestros socios en la región", añadió la portavoz de la Casa Blanca.
Tampoco se considera ya una reubicación permanente de los palestinos en los países a los que EEUU pretende expulsar, entre los que ahora se baraja Marruecos. El secretario de Estado, Marco Rubio, aclaró el miércoles que la idea es que los habitantes de la Franja puedan volver una vez esta esté rehabilitada. “Lo único que ha hecho el presidente Trump, muy generosamente, en mi opinión, es ofrecer la disposición de EEUU a intervenir, retirar los escombros, limpiar el lugar de toda la destrucción y las municiones sin detonar para que la gente pueda volver a instalarse”, dijo Rubio.
Pero eso no es lo que Trump anunció en un principio, cuando llamó a Abdelfatah al-Sisi de Egipto y al rey Abdalá II de Jordania para pedirles la acogida “temporal o permanente” de dos millones de gazatíes. Mientras se esclarece el plan definitivo, en estos y otros países de la región muchos se preguntan a qué atenerse.
En las últimas horas, Washington ha anunciado un paquete de casi mil millones de dólares de armamento a El Cairo. Muchos han visto la jugada como un intento de EEUU de ‘sobornar’ a Egipto, único país junto a Israel al que el nuevo gobierno de Trump no ha cortado la ayuda militar. Pero, según Houry, asumir a los gazatíes en su territorio “sigue siendo una línea roja que tiene muy nerviosos a los egipcios y a los jordanos”.
Oposición de Arabia Saudí
Además de estos dos países limítrofes con Israel, el plan estadounidense de expulsar forzosamente a los palestinos de Gaza ahuyentaría posiblemente a Arabia Saudí, principal socio económico de EEUU y objetivo primero de los intereses de Trump porque los países árabes normalicen sus relaciones con Israel.
Ante la pregunta de un periodista de si Riad pondrá como requisito para ello que Washington reconozca un Estado palestino, el presidente republicano respondió el martes con cuatro noes seguidos y convencidos. Pero, en mitad de la madrugada, la diplomacia saudí remarcó sus posiciones: el establecimiento de dos estados es la única condición bajo la que el reino wahabí reconocería a Tel Aviv.
¿Qué queda entonces detrás de todas estas rectificaciones? ¿Se le está yendo a Trump la fuerza por la boca? ¿Forma parte de su estrategia avivar tensiones, como está haciendo en Panamá, Colombia, Groenlandia y otras latitudes del mundo? Muchas de las cosas que ha estado diciendo ni siquiera tienen sentido dentro de la propia lógica trumpiana. ¿Desplegar tropas estadounidenses en Gaza? Un análisis racional diría que esto es impensable, que al comentarlo sufrió un desliz. Pero el asunto cobra seriedad cuando trae a colación la misma excentricidad constantemente durante semanas.
“No es probable que haga todo lo que ha dicho. Prefiero pensar que es su manera de hacer avanzar las cosas. Mover el debate hacia donde él quiere. Instaurar un clima de violencia. Esa puede que sea la estrategia: asustar para que todos piensen que es capaz de hacer locuras y acaben doblegándose”, opina el director ejecutivo de la Arab Reform Initiative.
Curiosamente, Kevin Cramer, senador republicano de Dakota del Norte, concuerda. En una declaración del miércoles, sugería que el líder de su partido y presidente de EEUU “deja flotar estas grandes ideas para ver qué pasa con ellas” y esperar cómo el resto reacciona.
Por ahora, de Australia a Alemania, pasando por China y Turquía, los líderes del mundo han reprobado la decisión de Trump de expulsar a la población de Gaza a países vecinos. La ONU también ha elevado el tono, y ha recordado que lo sugerido por el nuevo gobierno estadounidense está “estrictamente prohibido” por el derecho internacional. “En la búsqueda de soluciones, no debemos empeorar el problema [...] Es esencial evitar cualquier forma de limpieza étnica”, urgió António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, tan solo un día después de que EEUU se retirara de su agencia para los refugiados palestinos (UNRWA) y de la Comisión de Derechos Humanos.