En un movimiento sorpresa, Steve Ballmer, CEO de Microsoft, acaba de anunciar que en los próximos doce meses abandonará la compañía. Detrás suya deja a una Microsoft diferente, tal vez mejor en algunos aspectos aunque decididamente peor en otros. Sea como fuere, la compañía ahora se enfrenta a uno de los momentos mas difíciles de su historia, y por tanto, era lógico que una nueva mente pensante la dirigiese por él.

Estaba claro que Ballmer nunca podría haber llegado a la altura de su predecesor, el mismísimo Bill Gates, y tampoco lo intentó. En vez de eso, se centró en llevar a una compañía absolutamente dominante en los 90 hacia un nuevo siglo a sabiendas de que tarde o temprano aparecería un competidor que le pondría las cosas difíciles. Al final, ese competidor no tenía nombre propio, sino una forma: la de un dispositivo que se puede coger con una mano.

Microsoft nunca llegó el primero a nada, simplemente porque no le hacía falta: lo importante era hacerlo a su manera. Poco importaba quién inventó la interfaz gráfica, o quién lanzó el primer navegador web, lo importante era ofrecérselo al usuario final de tal manera que para él fuese la única opción posible. Así era la Microsoft de Gates, un método de trabajo incompatible con el frenético ritmo de la actualidad. Porque ahora a Microsoft no le vale con llegar tarde confiando en que el usuario le esperará.

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Bajo el mando de Ballmer, Windows pegó uno de los volantazos mas bestias que recordamos en la historia de los sistemas operativos, con una interfaz que abandonaba completamente todo el trabajo acumulado durante años para apostar por los dispositivos móviles. Y eso se ha notado en las ventas. Pero también hubo grandes triunfos, con la apuesta por las consolas de videojuegos que le han supuesto millones de ventas en todo el mundo. Hay quien dice que Ballmer no se va, sino que le echan, pero eso poco importa: su visión de la compañía navega entre dos aguas, y corre peligro de hundirse por ello.

El nuevo CEO deberá coger esta Microsoft y hacerla una compañía de “servicios y dispositivos” como acepta el propio Ballmer. Una compañía que deje de ser monolítica y sea mas orgánica, que reaccione al mercado sin imponer su visión.  Aún no decimos adiós a Ballmer, pero sí que decimos adiós a sus políticas. La duda es si lo echaremos de menos.

Fuente | Microsoft