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Las 10 locuras científicas que jamás habrías imaginado

13 marzo, 2014 22:08

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Por el bien de la ciencia se han llegado a hacer verdaderas locuras. Para investigar no solo basta ser curioso, sino también atrevido, e incluso tomar ciertos riesgos o exponerte a las burlas de compañeros de trabajo (los científicos también son crueles, y muy exigentes). Hoy os contaremos 10 de esas locuras científicas, cada cual peor que la otra.

1. Beber bacterias para demostrar que tendrás una úlcera

bacterioterapia_fecal

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Si, suena a locura porque lo es. En el pasado se creía que las bacterias no podían sobrevivir en el estómago humano gracias al ácido que este contiene. Sin embargo, Barry Marshall (médico australiano) no pensaba igual. Marshall sabía que las bacterias causaban úlceras, y había visto como sus pacientes se recuperaban tras ser tratados con antibióticos.

Barry publicó sus resultados, pero la comunidad científica se rió literalmente de él. Así que no se le ocurrió otra cosa que beberse algunas bacterias… Como podéis imaginar, el resultado fue el que esperaba el Dr, Marshall: A los pocos días sintió síntomas de gastroenteritis y finalmente confirmaron que él tenía razón (y problemas, pues se provocó una úlcera). El mismo doctor biopsió su estómago, aisló las bacterias y se medicó con antibióticos. Toda esta locura le hizo ganar un Premio Nobel de Fisiología.

2. Empujar un catéter dentro de tu propio corazón

cateter

cateter

Allá por 1929, la cirugía cardíaca actual era impensable para los médicos de la época, y estos intentaban usar nuevos tratamientos más invasivos, pero la comunidad científica no acababa de estar de acuerdo. Uno de estos médicos, Werner Forssman, sospechaba que podía llegar al corazón con un tubo hueco que serpenteara por dentro de las venas de los pacientes (un catéter actual). Sus colegas de Eberswald (Alemania) afirmaban que ese procedimiento sería mortal.

Como Forssman no estuvo de acuerdo, se clavó un catéter a si mismo para probarlo. Cortó su propio brazo y guió el catéter ciegamente hasta su corazón, y sobrevivió. Años más tarde, su hazaña también le valió un Premio Nobel de Medicina.

3. Frotarse los ojos con vómito para demostrar que la malaria no es contagiosa

Malaria

Malaria

Idiotas con suerte hay en todos lados, y la medicina no es una excepción. En este caso, Stubbins Ffirth, un estudiante de medicina que vivió en 1703 durante una epidemia de fiebre amarilla, opinaba que la malaria no era contagiosa. Para demostrarlo, no se le ocurrió nada mejor que frotar vómito sobre sus ojos y sobre sus heridas, sin resultado. Luego también se untó muestras de orina y sangre de pacientes infectados, y no le pasó nada. Pero como sabéis, la malaria es tremendamente contagiosa.

¿Cómo lo consiguió? La sospecha actual es que Ffirth obtuvo el vómito de pacientes en etapas tardías de la enfermedad, donde ya no es contagiosa, y que nunca llegó a inyectarse sangre enferma a su propio torrente sanguíneo. Por tanto, tuvo suerte, y de milagro.

4. Navegar en una balsa casera para demostrar que los seres humanos antiguos también lo hicieron

balsa_casera

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Esta es la historia de Thor Heyerdahl, un biólogo, geógrafo y botánico que cruzó el Océano Pacífico en una balsa casera junto a su equipo para demostrar que los pueblos antiguos ya navegaban para comerciar con sus productos, y que por eso se produjo la actual diversidad lingüistica.

Heyerdahl lo consiguió, y en 1947 consiguió navegar 4.300 millas en 101 días solo para demostrar que era posible. Aún así, los antropólogos actuales sostienen que la teoría de Heyerdahl no explica bien la situación, pero la hazaña está ahí.

5. Perder la nariz en favor de las matemáticas

matematicas

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El caso de Tycho Brahe también es extraño. Era un noble, astrónomo, excéntrico e irascible que amaba las matemáticas y discutir sobre ellas. En una cena de 1566, a uno de sus invitados en una cena se le ocurrió contradecirle sobre una fórmula matemática, y el bueno de Brahe no pensó en otra cosa que defender su honor a capa y espada, literalmente.

Brahe era un gran matemático y consiguió grandes conocimientos en astronomía, pero como espadachín no valía. Perdió la nariz en el duelo solo por defender las matemáticas.

6. Anestesiar a tu ayudante y darle una paliza para comprobar que funciona

anestesia

anestesia

Actualmente existe gran variedad de anestésicos en el mercado. Sin embargo, siempre se puede mejorar, o eso pensó el médico alemán August Bier, quien desarrolló una nueva técnica en 1898 mediante cocaína líquida en el espacio subdural (rodeando la medula osea) para adormecer a sus pacientes sin llegar a dejarlos totalmente dormidos, pero que no sintieran dolor.

Pero claro, para saber que funciona no hay nada mejor que probarlo en uno mismo. Así que Bier pidió a su asistente que le inyectara cocaína en la columna vertebral. Eso si, finalmente lo que sucedió es que Bier inyectó el anestésico en la pierna de su ayudante y posteriormente le dio la paliza de su vida para probar que la anestesia funcionaba. Fue una manera sádica de demostrar que la anestesia espinal es efectiva.

7. Extirparte tus propios nervios para estudiar el dolor

nervios_brazo

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Por si el caso anterior no era sádico, os presento a Sir Henry Head, un neurólogo británico que, tras entrevistar a muchos pacientes del siglo XX con lesiones nerviosas y vagas descripciones sobre el dolor, decidió que lo mejor era extirparse sus propios nervios. Así que le pidió ayuda a un cirujano amigo suyo y se extrajo parte del nervio radial.

Tras esto, siguió con varios experimentos y registró cada detalle de su dolor para la posteridad. Todo ello le valió el título de caballero (Sir) y varias nominaciones al Premio Nobel. Eso si, lo que más le concedió fue la paz mental de poder conocer con detalle el dolor.

8. Llevar lentes al revés para comprobar la adaptación cerebral

mundo_al_reves

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Seguro que alguna vez os habréis preguntado que pasaría si os ponéis las lentes (gafas) al revés. Pues George Stratton, psicólogo estadounidense de 1890, lo probó. Según él, si usamos las lentes al revés el cerebro se adaptará, corregirá el desequilibrio y pondrá el mundo al revés.

Durante cuatro días vió el mundo al revés, se sintió enfermo y desorientado, pero su visión se mantuvo invertida. Al quinto día, su cerebro empezó a dar la vuelta a las imágenes. Y, llegados al octavo día, Stratton ya circulaba por el mundo con facilidad. Cuando se quitó las gafas, el mundo empezó a darle vueltas. Así que Statton llegó a la conclusión de que nuestro cerebro es capaz de adaptarse al ambiente, y que el mundo al revés es un lugar menos confuso.

9. Morir de hambre para desarrollar dietas para tiempos de guerra

dieta_guerra

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Durante la Segunda guerra Mundial, en Gran Bretaña las raciones de alimentos dejaron a la gente hambrienta y preocupados por la desnutrición. Así que Elsie Widdowson, dietista y químico, intentó establecer las necesidades dietéticas mínimas en su país. Para ello no se le ocurrió nada mejor que dejar de comer y someterse a ella misma a diversas dietas con escasas cantidades de comida.

Pero no solo eso, sino que además de sufrir hambre, ¡también hacia ejercicio físico cada día! Su cuidadoso registro consiguió idear las dietas perfectas para la guerra en Gran Bretaña.

10. Convertir tu cuerpo en un cyborg

Kevin_warnick_cyborg

Kevin_warnick_cyborg

A Kevin Warwick le encantan los robots. Es un científico y profesor británico que creía que la investigación robótica estaba de capa caída, así que se propuso convertirse a si mismo en el primer cyborg del mundo. Empezó en 1998 con cosas poco ambiciosas, como implantarse un chip RFID en un brazo para interactuar con ordenadores, encender luces o abrir puertas electrónicas.

Pero en 2002, Warwick ya era un robot completo gracias a la cirugía. Integró en su sistema nervioso una interfaz neuronal e incluso trató de transmitir sus emociones sus emociones electrónicamente. Actualmente como imaginaréis sigue vivo, y su hazaña demuestra que se puede llegar muy lejos con tal de demostrar que tienes razón.

Vía | Popular Mechanics.