Un científico intenta surfear en un concierto de música clásica... y acaba muy mal
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El título parece un chiste, pero esta es una de las ocasiones en las que la realidad supera a la ficción. Todo ocurrió en Bristol, donde Tom Morris, director de la Bristol Old Vic decidió experimentar un poco para conseguir que mas gente fuese a conciertos de música clásica. Se dio cuenta de que la sobriedad y la obligación de quedarse callado y quieto eran algunos de los motivos por los que cada vez hay mas asientos vacíos en este tipo de conciertos. Para conseguir una atmósfera mas amigable y conseguir que el género clásico fuese mas accesible por el público en general, decidió dar vía libre al público para que se expresase como quisiera.
Científico loco en la sala
Morris esperaba que la gente se levantase de los asientos, que se juntasen, que algunos bailasen, o incluso que alguno se atreviese a cantar sin miedo a ser callado; pero con lo que no contaba era con que entre el público se encontraba David Glowacki, experto en dinámica molecular que se define a si mismo como “científico, artista y teórico cultural”. Glowacki es todo un personaje, que tan pronto recibe premios de la Royal Society como entra en un concierto y se comporta como un auténtico “hooligan”.
Según describen los testigos, Glowacki se comportó como si estuviese borracho, hasta el punto de que cuando empezó a sonar el Aleluya de Handel intentó surfear entre los asistentes como si estuviese en un concierto de heavy metal (lo que se conoce como crowdsurfing). Esta fue la gota que colmó el vaso para los asistentes, que lo agredieron, lo tiraron al suelo y lo arrastraron hasta la salida. ¿Realmente Glowacki estaba borracho y había quedado en ridículo delante de todos los asistentes?
“David [Glowacki] estaba investigando la naturaleza de las reglas usando las habilidades que le convierten en un científico extraordinario – y para parte de la audiencia, uno ligeramente irritante” Tom Morris, director de la Bristol Old Vic
En realidad Glowacki estaba bastante sobrio (dice que puede ser igual de provocador sin necesidad de beber por ser americano), y en realidad lo que quería era demostrar ante la audiencia y ante el director la diferencia entre la libertad y la sensación de libertad. A pesar del aviso del director de que todo el mundo podía hacer lo que quisiera durante el concierto, a la hora de la verdad los asistentes esperaban un mínimo de recato y de respeto, aunque este dependía de las circunstancias. Por ejemplo, el propio Glowacki resalta que durante el Aleluya un coro de treinta personas lanzó alabanzas a Dios a viva voz, algo que no pareció molestar a nadie.
Este tipo de comportamiento en grupo se ha estudiado hasta la saciedad, y gracias a eso sabemos que hay ocasiones en las que aunque no haya una ley escrita que impida hacer algo, como miembros de la sociedad se espera de nosotros que respetemos ciertas reglas que nadie dice en voz alta.
Fuente | Independent| IFLScience