La música en streaming se está convirtiendo en el estándar más usado para poder disfrutar de nuestra música favorita sin apenas coste. Obviamente este modelo de negocio está destruyendo los cada vez más obsoletos álbumes, que aunque se venden digitalmente ya no son tan rentables ya que hay muchísimas plataformas que los dan gratis con una suscripción menor al coste total de ese disco.
Los datos así lo demuestran, ya que en el año 2018 la venta de álbumes ha descendido muchísimo y a la par de esto la música en los servicios de streaming ha alcanzado cuotas muy altas. Esto deja en una situación delicada los músicos que dependen de este tipo de ventas para subsistir.
La música por Internet se alza y la venta de álbumes va en sentido contrario
En la imagen de arriba podemos ver algunos de los datos y son demoledores. Un dato es que Best Buy, una de las cadenas de venta de música más importantes, dejó de vender CDs en 2018. Comprar música no es algo que genere interés alguno, y en estos tiempos la venta de productos musicales físicos ha descendido.
En consumo de álbumes y canciones vemos un crecimiento exorbitante; 701 millones de reproducciones de álbumes en el 2018. Las canciones suben hasta los 5.8 billones y la demanda total del streaming aumenta hasta los 809 billones, habiendo subiendo el audio un 41.8 por ciento y el vídeo un 24.3 respectivamente frente a 2017. En general, el consumo de álbumes ha subido un 16.2 por ciento, el de canciones un 27.4 y el consumo de música en streaming un 35.4.
En cuanto a las ventas, vemos todo lo contrario. Las ventas de canciones han sido un 28.8 por ciento menores contra 2017, unos 401 millones frente a los antiguos 563 millones. Las ventas de álbumes, en general, son las más damnificadas: los álbumes digitales se venden un 21.8 por ciento menos y los físicos un 15.3 dentro de un número que no ha parado de bajar. Los CDs físicos han bajado casi un 20 por ciento, un 18.5.
Irónicamente, dentro de unos números muy bajos, los casettes y los vinilos han subido en ventas. La venta de vinilos es un gran mercado para los coleccionistas, alcanzando los 9.7 millones de ventas y consiguiendo así un aumento de un 11.9 por ciento. Los casettes igual; se han vendido unos 118 000 en 2018 suponiendo un 18.9 por ciento de mejora incluso estando a punto de desaparecer.
Hay más datos. En 2018, no hubo una sola canción que rompió 1 millón de ventas, en comparación con las 14 canciones que alcanzaron esa cifra en 2017, 36 en 2016 y 60 en 2015. En la marca de 2 millones de ventas, dos canciones se llevaron ese trofeo en 2017, mientras que cinco lo reclamaron en 2016 y 16 canciones lo hicieron en 2015. De hecho, el consumo general de música creció en dos dígitos por segundo año consecutivo. Es decir, escuchamos más canciones pero la popularidad no aumenta.
Un varapalo importante para los artistas
La obsolescencia de estos medios y el auge de la era digital están propiciando estos resultados. Los beneficiados somos los usuarios, ya que podemos acceder a toda nuestra música por un pequeño costo al mes y ya está. El problema radica en los artistas, cuyos beneficios están supeditados a las plataformas que alberguen sus temas y estos no es que paguen demasiado.
Los beneficios de estos vienen precisamente de las ventas de álbumes y canciones de forma directa, y como hemos visto, no han hecho más que bajar. Siendo realistas es normal; por el precio al que puedes comprar una canción o un álbum puedes pagar una suscripción a Spotify Premium y tener acceso así a todos estos álbumes de forma “gratuita”. Incluso en el formato gratuito, Spotify normal, puedes escuchar dichas canciones escuchando anuncios.
Hay otros muchos factores. La durabilidad de los CDs, los problemas que plantea guardar un formato físico cuando podemos disfrutar del digital, etcétera. Los servicios de esta clase se deben poner de acuerdo con estas plataformas para generar ingresos por partes iguales sin que el usuario final salga perjudicado, de tal forma que podamos disfrutar de nuestros temas favoritos y que por el camino los artistas no se vean relegados a abandonar la profesión.
Lo más claro es lo que todos temen: este modelo de negocio ha llegado para quedarse definitivamente. Y no parece que las cosas sean como antes en el mundo de la música, con sus beneficios y problemas.
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