Los coches tienen cuatro ruedas, las motos tienen dos. Eso es lo que hemos aprendido desde pequeños, aunque, por supuesto, la realidad es algo más complicada. A lo largo de la historia del automovilismo hemos visto todo tipo de experimentos con las ruedas; siendo las únicas partes que contactan con el asfalto, son de gran importancia y su diseño, número y posición son sumamente importantes en el diseño de cualquier vehículo. Durante décadas, los ingenieros han explorado muchas posibilidades, y hubo épocas en las que parecía que el coche se reinventaba cada semana.
El Gyro-X es fruto de uno de esos periodos de locura. Presentado en 1967, estamos ante un coche de dos ruedas que mezcla lo mejor de las motos y de los coches en un formato único; o al menos, esa era la idea. El Gyro-X, desarrollado por el diseñador Alex Tremulis para el fabricante Gyro Transport Systems, es uno de los vehículos más raros, originales y únicos que existen, hasta el punto de que sólo existe una unidad. Pero, ¿por qué molestarse en idear un coche de sólo dos ruedas? Pues por el mismo motivo que también hubo coches de seis ruedas y de tres: para solventar las limitaciones de los coches de cuatro ruedas tradicionales.
Cómo funcionaba el coche de dos ruedas
En concreto, el objetivo de Tremulis era mejorar la eficiencia respecto a las cuatro ruedas; al optar por sólo dos ruedas, podía crear un coche más ligero, con un motor más pequeño, con una aerodinámica más eficiente y unos consumos más reducidos. En teoría, el Gyro-X es capaz de alcanzar velocidades de 200 km/h, pese a contar con un motor de sólo 80 caballos, que fue sacado directamente de un Mini Cooper S por su reducido tamaño. Claro, que es poco probable que nadie haya intentado alcanzar esa velocidad, pero debería ser posible; la carrocería es estrecha y larga, y el coeficiente de rozamiento es menor gracias a la menor superficie de contacto de las ruedas.
Claro, que eso nos lleva a la gran pregunta: ¿cómo se mantenía en pie? En una moto, usamos el propio peso de nuestro cuerpo, y una vez que alcanzamos cierta velocidad, la moto puede mantenerse en pie por si sola. Pero el Gyro-X tenía carrocería, así que no es posible, por ejemplo, sacar el pie para sostenernos cuando paramos en un semáforo. Aquí es donde entra la segunda parte de la ecuación: Thomas Summers, un experto en giroscopios que había creado uno hidráulico de 22 pulgadas que funcionaba a nada menos que 6.000 revoluciones por minuto; eso producía un par de 1.763 Nm capaz de mantener el coche en equilibrio.
¿Adelantado a su tiempo, o una simple rareza?
Esta era la pieza que le faltaba al proyecto; según sus creadores, era absolutamente imposible volcar el coche con un uso normal, siendo capaz de alcanzar los 40 grados a la velocidad y el ángulo adecuados. Los ruedines retráctiles sólo eran necesarios con el coche parado, y una vez encendido subían con un sistema hidráulico. Sin embargo, hoy sabemos que había mucho marketing tras esas declaraciones, y que a partir de los 110 km/h el coche era altamente inestable. Además, el prototipo seguía teniendo unos ruedines a los lados para evitar vuelcos, lo que no dio muchas confianzas a los presentes.
Sin embargo, este no era más que un prototipo, el primero de su especie, y Tremulis y Summers esperaban seguir trabajando y mejorando el proyecto. El Gyro-X podría haber revolucionado el automovilismo, pero finalmente se quedó como una mera curiosidad de la época. Gyro Transport cerró sus puertas en 1970 y el Gyro-X fue abandonado en un aparcamiento para desesperación de su creador. Después de dar tumbos de un lado a otro, fue adquirido por el Lane Motor Museum, que se encontraron con que había perdido muchas de sus piezas, incluido el giroscopio. El trabajo de restauración ha sido tremendo, pero el coche por fin vuelve a funcionar y ya ha aparecido en algunas ferias y reuniones de aficionados.