El espacio exterior es inmenso, tanto que escapa a nuestra comprensión; las distancias entre sistemas solares se miden a unas escalas absurdas e imposibles de recorrer por una persona incluso con la tecnología más avanzada a su alcance.
Conforme la humanidad mira más allá de la Tierra y sus planetas vecinos, tendrá que enfrentarse al desafío de simplemente llegar más lejos, hacer millones y millones de kilómetros. Ningún cohete sería capaz de transportarnos durante tanta distancia. La necesidad de usar combustible implica que los cohetes tienen límites físicos que aún no sabemos cómo solventar.
En ese caso, puede que la clave esté encontrar un método alternativo de propulsión, que nos lleve más allá de los planetas visitados hasta ahora sin la necesidad de combustible, o al menos, no de tanto. En 1976, el divulgador Carl Sagan planteó una posible solución: una vela solar, que usase los vientos solares para propulsarse.
El vuelo espacial con vela solar
Mucho ha llovido desde entonces, pero finalmente este concepto se ha hecho realidad y se ha demostrado su funcionamiento, con la LightSail 2. Esta nave ha sido desarrollada por The Planetary Society, una ONG fundada en parte por el propio Sagan y a la que pertenecen científicos, astronautas y divulgadores dedicados a la exploración del sistema solar y la búsqueda de vida extraterrestre.
En 2015 la sociedad consiguió crear su primer prototipo de vela solar, aunque aquel era un modelo muy limitado que sólo fue capaz de abrir sus velas como si fueran alas. Su sucesora, la LightSail 2, es una nave más grande y completa, que ha conseguido moverse usando sólo los rayos de sol.
La LightSail 2 lleva aproximadamente un mes en órbita alrededor de la Tierra, donde ha conseguido imágenes espectaculares. Pero su verdadera misión era abrir las velas e intentar modificar su órbita, algo que ha conseguido a lo largo de ocho días, en los que su órbita ha subido unos 1,7 kilómetros.
Una vela solar no usa combustible, sino que usa el empuje de los fotones de los rayos de sol cuando estos chocan contra su superficie. Es por eso que la nave tiene una enorme superficie reflectante, para provocar que los fotones reboten contra ella y generen impulso.
El impulso generado por un solo fotón es nimio, pero The Planetary Society ha demostrado que, con el paso del tiempo, estos innumerables impactos son capaces de generar el suficiente impulso como para moverse en el espacio. Para ello, la nave ha tenido que cambiar de orientación en 90 grados cada 50 minutos, para siempre recibir energía del sol sin importar dónde estuviese.
Es la primera vez que una nave espacial de estas características consigue cambiar su rumbo sólo con una vela solar, pero no es el primer proyecto de estas características. En 2010 la agencia espacial japonesa JAXA presentó el IKAROS, un pequeño satélite con una vela solar, pero el proyecto LightSail es mucho más grande y ambicioso.