Así se recicla el aire de los aviones para prevenir contagiar el coronavirus
El coronavirus de Wuhan ha hecho saltar las alarmas en los vuelos de China pero quizá un avión es el lugar más seguro.
30 enero, 2020 02:30Noticias relacionadas
Uno de los miedos que se suele pasar por la cabeza cuando volamos en avión es la exposición a contagiarnos de todo tipo de enfermedades. Ir con otras 300 personas en una caja aluminio durante 12 horas quizá no es lo más apetecible si queremos mantenernos sanos.
British Airways, una de las principales aerolíneas de Europa, acaba de cancelar todos sus vuelos a China para evitar transportar posibles infectados con el coronavirus. Otras aerolíneas también han limitado alguna de sus conexiones con el país oriental poniendo el foco en la vigilancia.
Los aviones, desde su planteamiento en los planos, tienen en cuenta la más que posible transmisión de enfermedades de todo tipo al confinar a cientos de personas en un espacio tan cerrado. Equipan sistemas de filtrado y regeneración de aire que los hacen más seguros que algunas instalaciones en tierra.
Renovar o morir
Los aviones utilizan dos sistemas diferenciados para gestionar el aire acondicionado dentro de la cabina. Los dos están presentes en la inmensa mayoría de aviones comerciales presurizados y tienen como fin proporcionar aire respirable a los viajeros.
La altitud a la que suelen volar los aviones, unos 10.000 metros, no permite que una persona pueda respirar por sus propios medios. El avión se encarga de mantener la cabina de pasajeros con aire suficiente simulando una altitud que suele rondar los 2.000 metros.
El primero de los métodos de gestión es el encargado de meter aire exterior dentro de la cabina. Para ello, se utiliza una derivación de aire del motor y posteriormente se comprime, se mezcla para calentarlo (la temperatura exterior a 10.000 metros puede ser menor de -50ºC) y se elimina cualquier rastro de impureza. Llevándose también por delante la humedad.
Por esta razón el aire de los aviones es tan seco. Alguno de los problemas derivados de estar rodeados de aire tan seco pueden ir desde el agrietamiento de los labios hasta dolor de garganta. Nada que no arregle mantener una hidratación adecuada o un lápiz labial.
Aproximadamente el 50% del aire que tenemos en la cabina de pasajeros del avión es aire nuevo recién inyectado desde la atmósfera y la otra mitad proviene de un complejo sistema de recirculación interna. Para ello, emplean filtros HEPA (High Efficiency Particulate Air, de sus siglas en inglés) que consiguen atrapar el 99,97% de las partículas tales como bacterias o virus.
En los aviones actuales se consigue obtener de 20 a 30 ciclos de recirculación de aire en tan solo una hora. Prácticamente cada dos minutos todo el aire de la cabina del avión ha pasado por un filtro HEPA, además de haber entrado aire totalmente nuevo y haberse marchado parte del antiguo, según podemos ver en SciShow.
Este complejo sistema de aire acondicionado no es suficiente como para garantizar que no haya contagios del coronavirus en un avión. La transmisión del coronavirus se produce por el aire (por ejemplo por la tos) y, si estamos sentados al lado de alguien que lo padece, seguramente terminaremos contagiados.
Lo más sucio del avión
Si pensamos en algún lugar más sucio que el baño de un avión casi seguro que no se nos ocurre la mesita desplegable que tenemos delante. Pues estábamos equivocados. La mesita donde solemos dejar la bebida o apoyamos el ordenador portátil es la superficie más sucia del avión por encima de la cerradura del baño, según un estudio llevado a cabo por Travelmath.
El trabajo de campo ha sido realizado por un microbiólogo que tomó muestras de aeropuertos y de cuatro aviones de dos grandes aerolíneas mundiales. La mesita cuenta con 2.155 UFC (unidades formadoras de colonias, método para comprobar la concentración de bacterias y hongos) por pulgada cuadrada.
El ranking continua con los 285 UFC de los botones de vaciado del baño, 230 UFC la hebilla del cinturón de seguridad y 70 UFC la cerradura de la puerta del baño. El estudio también recoge los 1.240 UFC de los botones de las fuentes de agua de los aeropuertos o los 285 UFC de las rejillas de ventilación.