La ruleta rusa de los cohetes chinos que sobrevuelan España: así amenazan el planeta
La cuarta reentrada sin control de un cohete chino pone de manifiesto la necesidad de una mayor regulación internacional sobre el espacio.
5 noviembre, 2022 02:41El cohete chino CZ-5B que ha tenido en vilo al mundo entero a lo largo de esta mañana, en especial a España, antes de caer en el océano Pacífico, es la última muestra de los peligros que pueden suponer los objetos espaciales que caen sin control sobre la Tierra. En el caso de China, es la cuarta vez que sucede desde 2020 con sus cohetes Long March 5B, y se ha convertido en una gran preocupación tanto para los expertos como para buena parte de la población.
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Aunque las posibilidades de que los desechos espaciales acaben causando víctimas mortales es muy baja, son muchas las zonas pobladas que podrían haber sufrido la caída de los restos de la etapa central de uno de estos cohetes chinos, incluidas Cataluña y Baleares, que han tenido que cerrar sus respectivos espacios aéreos. Si el cohete hubiera vuelto a entrar en la atmósfera tan sólo unos minutos antes o después, habría acabado impactando en algún lugar de nuestro país.
Los expertos señalan la necesidad de que se ponga en marcha una regulación internacional, ya que en sus cuatro últimas misiones espaciales relacionadas con la estación espacial Tiangong (su propia versión de la ISS), China ha decido desechar las etapas centrales de sus cohetes para que caigan sin ningún control sobre la Tierra. La primera tuvo lugar en 2020 y varias partes del vehículo cayeron en Costa de Marfil. En mayo de 2021, otro Long March 5B cayó en el océano Índico y en julio de este año, entre 5 y 9 toneladas de restos de un tercer cohete cayeron en Borneo y Malasia.
Bill Nelson, administrador de la NASA, fue tajante sobre esta 'costumbre' tras la caída del último Long March-5B. "Las naciones que realizan actividades espaciales deben minimizar los riesgos para las personas y las propiedades en la Tierra [...]. Está claro que China no está cumpliendo las normas de responsabilidad en lo que respecta a sus desechos espaciales".
Reentrada descontrolada
"Todos los días cae basura espacial a la Tierra, pero los fragmentos pequeños se desintegran en la atmósfera y los grandes suelen dirigirse de forma controlada sobre el océano Pacífico, donde el riesgo es muy bajo", señala Jorge Hernández Bernal, astrofísico del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV/EHU, en declaraciones a SMC España. "Es una irresponsabilidad del programa espacial chino dejar caer de forma incontrolada la etapa principal de su cohete".
La chatarra espacial que vuelve a la Tierra, ya sea de manera controlada o no, empieza a desintegrarse a altitudes entre los 84 y los 72 kilómetros. Sin embargo, los cohetes grandes, robustos y con gran densidad, como es el caso del CZ-5B, pueden romperse a altitudes inferiores, lo que hace que exista la posibilidad de que buena parte de su estructura y piezas sueltas alcancen la superficie terrestre.
Por eso, los expertos insisten en la imperiosa necesidad de avanzar en las regulaciones internacionales para que un cohete de 20 toneladas como este no vuelva a ser una amenaza. No es la primera vez que ocurre: en mayo de 2020, un trozo del cohete cayó en Costa de Marfil. Este mismo año, en julio, los restos cayeron en varios lugares de Indonesia, Borneo y Malasia. A principios de 2023 está previsto otro lanzamiento y la preocupación sigue en aumento.
"Por pequeño que sea el riesgo, acumulado a lo largo del tiempo y con un ritmo de lanzamientos creciente, antes o después se producirán daños a las propiedades o a las personas", indica David Galadí Enríquez, de la Sociedad Española de Astronomía a SMC España. "Por eso hay organismos que lanzan satélites pero toman medidas para asegurar que sus cohetes efectúen la reentrada en regiones donde no puedan causar ningún daño. Los sistemas para forzar una reentrada segura son de tecnología estándar y, sin duda, están al alcance de una potencia como China. Por tanto, convendría promover que se establezca alguna normativa internacional que obligue a que los cohetes lanzadores garanticen reentradas seguras".
Rusia, por ejemplo, tiene designadas zonas despobladas de Kazajistán y de su propio territorio para la caída de sus cohetes, lo que ha derivado en un auténtico cementerio espacial que está incrementando los casos de cáncer en un amplio radio. Mientras, las misiones de Europa y Estados Unidos suelen tener fijados previamente puntos del océano Pacífico muy alejados de cualquier núcleo de población, aunque ninguna misión espacial está libre de acabar derivando en una reentrada incontrolada.
¿"METEORITO" EN ESPAÑA? 🇪🇸☄️
— Frontera Espacial (@FronteraSpacial) January 23, 2022
Esta noche, justamente a las 23:00 hora local, se ha visto un satélite desintegrándose en la atmósfera sobre la península.
No fue un meteoro o "#meteorito", sino el satélite Starlink-2200 lanzado en enero de 2021.pic.twitter.com/QWc8oGg04V
En la práctica, no existen apenas regulaciones, leyes ni tratados internacionales de ningún tipo que impidan a los países dejar que grandes trozos de chatarra espacial caigan a la Tierra sin control. "Es necesaria la reflexión colectiva y el desarrollo de una Ética Espacial que dé lugar a un Derecho Espacial bien fundamentado", reclama Hernández Bernal. "En esta reflexión no debemos ver sólo 'la paja en el ojo ajeno', ni dejarnos guiar por la propaganda de grandes potencias y empresas. China está haciendo algunas cosas de forma irresponsable, Estados Unidos y compañías como SpaceX, también".
Sin ir más lejos, según confirmó la Agencia Espacial Australiana, el pasado 3 de agosto tres grandes trozos de basura espacial que se estrellaron en varias granjas de ovejas australianas pertenecían a una cápsula Crew Dragon de SpaceX. Esta fue lanzada en noviembre de 2020 para llevar a cuatro astronautas de la NASA en un viaje de ida y vuelta a la Estación Espacial Internacional, pero la reentrada controlada no evitó el desprendimiento de piezas y partes enteras de la nave. En enero, los restos de otro cohete Falcon 9 de SpaceX impactaban contra la Luna.
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La NASA, por su parte, ha anunciado que hará todo lo posible para garantizar que la etapa central desechable de su cohete SLS, cuyo lanzamiento está previsto para el 14 de noviembre tras varios retrasos, caiga en el océano Atlántico. "Tenemos una dirección muy clara para eliminar de forma segura lo que ponemos en órbita", dijo el pasado jueves Jim Free, administrador asociado de la NASA para el desarrollo de sistemas de exploración. "Eso es fundamental para lo que hace la NASA".
Convenio internacional
Desde el lanzamiento del Sputnik 1 en 1958, se empezaron a desarrollar los principios del Derecho Espacial. El tratado internacional que regula lo que ocurre en caso de que algún trozo de basura espacial caiga en un lugar habitado es el Convenio de responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales, que entró en vigor en 1972 y desde entonces ha sido firmado y ratificado por 96 estados. China lo firmó en 1988, pero nunca lo ha llegado a ratificar.
"Un 'Estado de lanzamiento' tendrá responsabilidad absoluta y responderá de los daños causados por un objeto espacial suyo en la superficie de la Tierra o a las aeronaves en vuelo", se lee en el artículo II del documento, y es justo lo que ha podido ocurrir con el Long March B5.
Al hablar de daños se refiere tanto a la pérdida de vidas humanas, lesiones causadas a personas por los objetos espaciales como a pérdidas de bienes materiales, y en ese caso tanto las personas como los estados afectados podrían reclamar una indemnización al 'Estado de lanzamiento'. También establece un proceso de resolución en el que los diplomáticos de los dos países afectados negocian un acuerdo pactado.
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Hasta la fecha, el caso que más revuelo ha causado en la aplicación de este convenio tuvo lugar en 1978, cuando el satélite soviético de propulsión nuclear Cosmos 954 se estrelló en el norte de Canadá tras reentrar en la atmósfera.
Tras impactar en una zona deshabitada, esparció restos radiactivos sobre más de 200.000 kilómetros cuadrados. El gobierno de la entonces Unión Soviética pagó 3 millones de dólares en compensación al país norteamericano, además de proporcionar expertos nucleares para ayudar en la limpieza de las piezas radiactivas.
Los problemas que plantea el casi inexistente Derecho Espacial, regulado por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA), son mucho más amplios que la reentrada de este tipo de objetos y afecta también a elementos como la basura espacial presente en la órbita terrestre, el turismo espacial, la explotación de meteoritos o las constelaciones de satélites como Starlink.
Mientras tanto, la tecnología sigue avanzando para llegar a algunas soluciones. Tanto las agencias espaciales como las empresas privadas están investigando métodos para recuperar las naves en el aire y para reducir la basura espacial. Uno de los más sorprendentes es el de Rocket Lab, que pretende capturar los cohetes espaciales con un helicóptero y un gancho, una compleja operación que exige una precisión milimétrica y que se realizó por primera vez con éxito el pasado abril y volvió a repetirse ayer, aunque esta vez no lograron su objetivo.
Por su parte, un equipo de científicos de la Universidad de Utah ha desarrollado un sistema de imanes capaz de controlar a distancia la basura espacial y de detener la caída de satélites descontrolados. Mientras, la Agencia Espacial Europea (ESA) desarrolla una especie de 'camión de la basura' espacial que empezará a operar, si todo sale como está previsto, en 2025.
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