Los submarinos nucleares de Estados Unidos son una de las mayores bazas de su poderío militar. Los futuros modelos de la clase Virginia, ya en construcción, pueden atacar con rayos láser y estar 33 años sin repostar. Sin embargo, hasta que se produzca su entrada en servicio, la US Navy seguirá buscando alternativas para mejorar la capacidad de espionaje y ataque de los ya existentes, como el USS Rhode Island, que recientemente ha recalado en Gibraltar.
Para conseguir un mayor alcance y tener a su disposición nuevas alternativas estratégicas, uno de los pasos clave de la flota de submarinos nucleares de ataque de EEUU consiste en el lanzamiento y la recuperación de drones submarinos desde los tubos lanzatorpedos. Estos UUV o vehículos submarinos no tripulados pueden utilizarse tanto para fines ofensivos como de reconocimiento, o incluso para la desactivación de artefactos explosivos.
El objetivo es que los submarinos puedan servir como base móvil para todo tipo de sumergibles autónomos, como el Razorback, un UUV del tamaño de un torpedo convencional que lleva desde 2021 en pruebas en los buques de guerra de la Navy. Este dron "puede ir en cualquiera de nuestros submarinos, es una prioridad para nosotros", señaló el vicealmirante Bill Houston en el simposio anual de la Liga Naval de Submarinos. "No tenemos problemas para lanzar UUV. Eso es fácil. La parte de la recuperación ha sido el aspecto crítico", aseguró.
Ese es precisamente el trabajo que tienen pendiente en la Armada estadounidense: mejorar la precisión de la conducción autónoma de los drones navales para que puedan regresar a los tubos de torpedos mientras el submarino está en movimiento.
Primeras pruebas
De momento, el Razorback, también conocido como UUV Medium y basado en el diseño del REMUS 600, necesita un refugio en cubierta seca y un equipo de buzos para recuperar esta plataforma de más de 272 kg de peso. Su función principal es aumentar el radio de detección de amenazas de los submarinos y sus capacidades de vigilancia a través de su completo sistema de sensores.
Pero los planes de la Armada estadounidense van más allá, ya que pretenden utilizar todo tipo de drones navales para ampliar las capacidades de sus submarinos nucleares. Así, los submarinos se convertirían en una suerte de naves nodriza para misiones avanzadas de reconocimiento y ataque.
También podrían acarrear dispositivos capaces de explorar y eliminar minas, o drones kamikaze cargados con explosivos que sirvan como munición guiada para chocar contra sus objetivos y hundirlos. Otra de las posibles funciones de los drones lanzados como torpedos sería defender la flota de los enjambres de las fuerzas hostiles. Esa capacidad se uniría a la de lanzar también drones aéreos, como el Ninox 103 UW.
La Armada estadounidense ya probó a principios de este año un sistema para recuperar el Razorback a través de un tubo lanzatorpedos y desplegará el sistema en un "futuro muy próximo", según afirmó en una conferencia de prensa el contralmirante Doug Perry, director de guerra submarina de la Oficina del Jefe de Operaciones Navales.
"Mientras el submarino está en movimiento, el UUV tiene que encontrar ese tubo lanzatorpedos y entrar", aseguró Perry. "Tenemos el sistema funcionando pero aún no lo hemos implantado a nivel de flota". No hay fecha de momento, pero parece que no habrá que esperar mucho.
Para que el sistema funcione a pleno rendimiento, el siguiente paso de la US Navy es culminar el desarrollo de un nuevo dron subacuático capaz de desempeñar múltiples funciones, desde el reconocimiento hasta la desactivación de explosivos, o incluso servir como proyectil guiado.
Este nuevo UUV también se basaría en el REMUS 600, pero el objetivo es que esa base pueda modificarse a través de diversos sensores y cargas útiles en función de la misión asignada. El avance más decisivo, más allá de eso, será dotarlo de la capacidad de recuperación autónoma. Sería la mejor manera de ampliar el radio de acción de los submarinos de EEUU, y abriría la posibilidad a que los drones acuáticos se utilizaran en repetidas ocasiones.
Detrás de este dron multifunción están las compañías Leidos y L3 Harris, adjudicatarios de un contrato del Pentágono por valor de 340 millones de euros. La nueva plataforma estaría diseñada para satisfacer los requisitos únicos tanto de la fuerza de submarinos de ataque de la Armada como de los expertos en desactivación de artefactos explosivos.
Otros drones navales
En los últimos meses, a raíz del conflicto en Ucrania, hemos visto el uso que se le puede dar a estos sistemas navales autónomos. Todavía queda por esclarecer lo sucedido en el sabotaje de los tubos subacuáticos del gasoducto Nordstream, pero fuentes británicas señalaban la posibilidad de que el ataque "probablemente fue premeditado y planificado" por Rusia.
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También entra dentro de lo más probable que el arma utilizada para llevarlo a cabo fuera un vehículo submarino no tripulado con capacidad explosiva lanzado al mar semanas o incluso meses antes de las detonaciones.
Hasta la fecha, Rusia se ha especializado en varios modelos de UUVs espía. Entre ellos destaca los que puede desplegar el submarino Belgorod, el más largo del mundo, que puede desplegar drones de espionaje y ataque para liderar lo que en Rusia llaman "guerra de fondo marino".
El Klavesin, del que ya se ha desarrollado una segunda generación, se encargaría de detectar movimientos de buques en zonas estratégicas, pero también es capaz de intervenir las telecomunicaciones en los cables de fibra óptica oceánicos. Sin embargo, el que más preocupa es el Poseidón, uno de los sistemas armamentísticos más importantes y secretos de Rusia. Es un dron submarino con autonomía ilimitada gracias a un sistema de propulsión nuclear, que se convierte en torpedo en el momento necesario.
Por su parte, Ucrania ha sorprendido al mundo con sus ataques a la base naval rusa de Sebastopol. En ellos participaron unos drones suicidas de superficie, de los que ahora está construyendo toda una flota a través de una campaña de crowdfunding. Estos vehículos de bajo calado y color negro, que se bautizarán con el nombre de Jersón en honor a una de las ciudades ucranianas más golpeadas por los bombardeos rusos, son embarcaciones de 5,5 metros de largo capaces de llevar una carga de combate de hasta 200 kilogramos y cuentan con una velocidad máxima de alrededor de 80 km/h.
Se trata de un USV rápido, muy maniobrable y difícil de detectar, que en su configuración de ataque funciona como los drones kamikaze: incluye una carga explosiva y detectores de impacto que hacen detonar el vehículo al chocar contra su objetivo.
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