Tras algo más de dos meses de preparativos, la promesa de Putin de llevar armamento nuclear a Bielorrusia está a punto de cumplirse. El acuerdo final se extrae de una reunión celebrada en Sochi junto a su homólogo bielorruso Alexander Lukashenko y en la que también marcaron el próximo 8 de julio como la fecha del inicio del despliegue. Mientras tanto, los países de la OTAN entre los que se encuentra España, se preparan para un movimiento muy delicado que amplía la amenaza rusa sobre Europa.
La colaboración entre ambos países en sistemas nucleares comenzó con el traslado de varias baterías de lanzadores de misiles Iskander-M, que cuentan con la capacidad de emplear cabeza de guerra convencionales y radiactivas. Si bien el armamento terrestre no se ha detallado, el ministro de Defensa ruso Serguéi Shoigú sí ha hablado sobre el aéreo.
"Algunos de los aviones bielorrusos han sido convertidos para el posible uso de armas nucleares. Los militares han recibido el entrenamiento adecuado", señaló Shoigú, haciendo referencia a los Sukhoi Su-25. También indicó que, aunque las armas se encuentren en territorio bielorruso, Moscú retendrá el control sobre ellas y sobre la decisión de su eventual uso.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de la OTAN estiman que Rusia cuenta con 2.000 cabezas nucleares listas para integrarse en cualquier arma compatible de su amplio catálogo. Desde los mencionados Iskander o los misiles lanzados desde el aire, a proyectiles de artillería ideados para ataques a muy corto radio.
Lanzamisiles Iskander
De entre todos los sistemas de armamento, el lanzamisiles Iskander se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de los países europeos por su capacidad para ejecutar ataques desde tierra firme a más distancia. Este sistema lleva en servicio desde el 2006, siendo uno de las más recientes incorporaciones en el ejército ruso.
Cada uno de los misiles cuenta con un sistema de propulsión de combustible sólido de una sola etapa que se combina con la capacidad de maniobrar para alcanzar su objetivo. Esto último le proporciona un grado de protección frente a algunas contramedidas a las que puede escapar realizando maniobras de evasión; además de poder reorientar el objetivo en caso de necesidad.
Los lanzadores de Iskander-M pueden acarrear un total de dos misiles y los puede lanzar con menos de 1 minuto de diferencia. Una vez agotada la munición, el sistema tiene que ser recargado. En cuanto al alcance, oficialmente tiene un radio de 415 kilómetros aunque algunos reportes indican que puede alcanzar los 500 kilómetros —justo el límite del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio firmado en 1987—.
Cuenta con una velocidad máxima entre 6 y 7 veces la del sonido (7.400 a 8.600 kilómetros por hora) y una altitud de vuelo que va desde los 6 a los 50 kilómetros, dependiendo de las necesidades de alcance.
Otro de los puntos esenciales del Iskander-M es la variedad de ojivas que puede emplear. Desde su creación, los rusos lo han posicionado como uno de los misiles más flexibles en cuanto a tipos de carga que puede acarrear. Oficialmente se conoce que puede llevar cabezas nucleares de hasta 50 kilotones, bombas termobáricas, de fragmentación explosiva, de penetración y de pulso electromagnético.
Daga aérea
El misil Daga —conocido en ruso como Kinzhal— es otra de las grandes apuestas de Moscú para esta nueva ampliación nuclear hacia Bielorrusia. Se encuadra dentro delas armas hipersónicas y se creía imbatible por las baterías antiaéreas tradicionales como los Patriot, algo que el ejército ucraniano se ha encargado de desmentir dado que han conseguido derribarlo.
Moscú ha entrenado en los últimos meses a las tropas de Minsk para operar con los misiles Daga mientras que ha modificado convenientemente sus cazas para poder integrarlos. El sistema de lanzamiento del Daga se basa en la primera etapa de propulsión del Iskander, con quien comparte una apariencia externa muy similar y componentes.
También la capacidad para llevar tanto cabezas de guerra convencionales como radiactivas, según la agencia rusa TASS, de hasta 480 kilogramos. Sus 8 metros de longitud y 1 de diámetro tienen un alcance de entre 1.500 y 2.000 kilómetros con una altitud máxima de 20.000 metros. Medios gubernamentales también indican que puede alcanzar los 14.700 km/h, 12 veces la velocidad del sonido.
Ataques de artillería
El tercer pilar de los ataques nucleares tácticos se compone de todos los proyectiles de artillería a disposición de Rusia. Este tipo de arma es el más complicado de vigilar y monitorizar por los servicios de espionaje ya que exteriormente pasan desapercibidos entre los miles de proyectiles que todos los días se emplean en el campo de batalla.
El más importante de todos es el 3BV2 Kleshchevina, puesto en servicio en 1977 para ser lanzado con el obús autopropulsado Pion. Este último lleva participando desde el primer día en la guerra contra Ucrania empleando munición convencional.
El Kleshchevina tiene una ojiva con un rendimiento de entre 0,5 a 1 kilotón que sería capaz de crear una bola de fuego de 80 metros de radio y prácticamente terminar con todo lo que se encuentre en un radio de unos 500 metros, según Nukemap. Este tipo de armamento, que nunca se ha usado en un conflicto, se podría emplear para atacar a un batallón enemigo o a infraestructuras críticas.
Otro de los proyectiles tácticos a manos de Putin es la versión nuclear del 3B11. Dispone de un alcance efectivo de 20 kilómetros con un rendimiento de 2 kilotones, —el doble que el anterior— y se lanza desde el 2S4 Tulipán, un mortero pesado que entró en servicio en los años 70 y del que Rusia mantiene 9 unidades operativas.
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