La sonda OSIRIS-REx de la NASA vuelve a casa, 7 años y millones de kilómetros después. El periplo de la nave ha sido largo y difícil, pero habrá merecido la pena: trae consigo una pequeña y preciada muestra de roca del asteroide Bennu, de 500 metros de diámetro, cuya trayectoria será potencialmente peligrosa para nuestro planeta... dentro de más de 150 años. Está previsto que la cápsula caiga sobre una zona desértica de EEUU el próximo domingo 24 de septiembre, en una maniobra que será retransmitida en directo a partir de las 16:00 h., hora peninsular de España, a través del canal de YouTube de la NASA.
Para entrar en la atmósfera terrestre, la cápsula que contiene fragmentos de la superficie de Bennu se separará del resto de la nave y abrirá un gran paracaídas para caer sin perjudicar su contenido sobre el Campo de Pruebas y Entrenamiento de Utah, donde un equipo de científicos estará preparados para recuperarla.
Será el punto y seguido para una misión con un presupuesto de 800 millones de dólares que fue ampliada en abril de 2022. Así, después de dejar la muestra de Bennu, la sonda partirá hacia Apofis, otro asteroide que se acercará a 32.000 kilómetros de la Tierra en 2029. Su objetivo será estudiar los cambios que se produzcan en el meteorito como consecuencia de su sobrevuelo cercano a la Tierra, además de estudiar el polvo y las pequeñas rocas que se encuentran sobre y bajo la superficie de Apofis.
Una larga misión
La sonda OSIRIS-REx (Origins-Spectral Interpretation-Resource Identification-Security-Regolith Explorer) partió rumbo a Bennu desde Cabo Cañaveral el 8 de septiembre de 2016 a bordo de un cohete Atlas V. Su misión es la tercera que se puso en marcha del programa Nuevas Fronteras de la NASA, destinado a comprender mejor el sistema solar, tras New Horizons y Juno, encargadas de investigar Plutón y Júpiter, respectivamente.
¿El objetivo? Investigar el meteorito identificado inicialmente como potencialmente peligroso por su trayectoria, ya que se acerca mucho a la Tierra cada seis años y podría colisionar con nuestro planeta en el año 2.182. Sin embargo, recientemente la NASA ha revisado los cálculos con nuevos instrumentos, y el resultado es que sólo hay una entre 1.750 posibilidades de que eso llegue a suceder. En cualquier caso, será la primera muestra de un asteroide que llegue a suelo estadounidense, y supone una oportunidad única para desentrañar la composición de estos objetos estelares.
La principal dificultad que planteaba Bennu para los ingenieros de la NASA, con un peso de 78.000 millones de kilos y una velocidad de 100.000 km/h, era su pequeño tamaño y su distancia, ya que se encuentra a 2,2 millones de km en el espacio profundo. Para llegar hasta él, OSIRIS-REx llevó a cabo un sobrevuelo de aceleración gravitacional cercano a la Tierra, que tuvo lugar en septiembre de 2017.
En su máxima aproximación a la Tierra, justo sobre la Antártida, la nave espacial llegó a estar a sólo 17.200 km sobre la superficie. Ese sobrevuelo permitió aprovechar la gravedad para aumentar la velocidad de OSIRIS-REx en unos 13.000 km/h, para cumplir con su objetivo de llegar a Bennu a finales de 2018.
Antes de llegar a sus inmediaciones, la nave tuvo que llevar a cabo otra gran maniobra en el espacio profundo, además de una serie de operaciones de aproximación al asteroide que le permitieron acercarse al meteorito el 3 de diciembre. Allí llevó a cabo mediciones precisas de la forma y la masa del asteroide, una cartografía necesaria para establecer el punto idóneo del que extraer al menos 60 gramos de regolito.
Las primeras mediciones se saldaron con sorpresa: con la gran variedad de instrumentos que llevaba a bordo, que le permitieron realizar análisis químicos, identificar compuestos orgánicos y hacer barridos de rayos X, OSIRIS-REx consiguió indicios claros de la existencia de agua en el asteroide, aunque no en su superficie, lo que indicaba que podría haberse desgajado de un meteorito más grande.
Tras analizar todos los datos, los científicos de la NASA identificaron la región más propicia para la extracción de muestras, una zona rocosa con el apodo de Nightingale (ruiseñor en español). El aterrizaje tuvo lugar el 21 de octubre de 2020 y duró solo seis segundos, tiempo suficiente para poner en marcha el Mecanismo de Adquisición de Muestras Touch-And-Go (TAGSAM).
A través de este instrumento, la sonda lanzó gas nitrógeno puro a la superficie de la roca, que hizo saltar el regolito de la superficie, introducirlo en la cápsula de muestras gracias a un brazo robótico. La nave superó con creces el objetivo y consiguió 250 gramos de polvo y roca, según informó la NASA, aunque no llegó a los 2.000 gramos que tenían como marca máxima. En cualquier caso, material suficiente para las pruebas y experimentos que se realizarán cuando finalmente llegue a la Tierra.
Análisis de las muestras
Una vez que aterrice la cápsula en Utah, un equipo científico se encargará de extraer el recipiente que contiene el material de Bennu y prepararlo para su transporte. Una vez completada esa tarea, la muestra será cargada en un avión con rumbo al Centro Espacial Johnson (JSC) que la NASA tiene en Houston (Texas), donde pasará a manos de la división Astromaterials Research and Exploration Science (ARES). Es el organismo que "alberga la colección más amplia del mundo de materiales extraterrestres, incluidas rocas lunares, partículas del viento solar, meteoritos, polvo cósmico y muestras de cometas", según el dossier de prensa de la NASA.
Por delante, se estiman dos años de estudio de la muestra para lograr los objetivos iniciales: conocer con detalle la formación temprana del sistema solar y el papel de los asteroides ricos en carbono, como el propio Bennu o Apofis, en la llegada de los componentes básicos de la vida a la Tierra. Los encargados de llevar a cabo los análisis serán más de 200 personas de 35 instituciones internacionales, que tendrán acceso al 25% del material.
Por su parte, la Agencia Espacial Canadiense obtendrá el 4%, debido a su contribución con el altímetro láser de la sonda. Mientras, JAXA, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, se hará con el 0,5%, gracias al acuerdo de colaboración firmado con la NASA y rubricado con las muestras de la misión Hayabusa 2, que en su día trajo a la Tierra 5 gramos de regolito del asteroide Ryugu.
La NASA se reservará el 70% restante, con el fin de preservarlo "para su estudio por científicos que aún no han nacido, utilizando tecnologías que aún no se han inventado, para responder a preguntas fundamentales sobre el sistema solar". Lo que está por ver es si la agencia espacial estadounidense sigue los mismos pasos que con la misión Apolo, cuyas muestras de material lunar acabaron expuestas en varios museos.
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