Después de casi tres décadas, el satélite europeo ERS-2 ha terminado su trabajo y regresa a la Tierra. Su final será una caída descontrolada contra el planeta, una técnica de limpieza utilizada por todas las agencias, pero que ha causado el caos en otras ocasiones como cuando un cohete chino provocó el cierre del espacio aéreo en España. La ESA calcula que volverá a casa este miércoles 21 de febrero y previsiblemente caerá en el mar.
La agencia europea ha calculado esta fecha sobre las 12:14 horas de España peninsular, con un margen de 15 horas de precisión. Gran parte de la incertidumbre se debe a la actividad solar, que afecta a la densidad de la atmósfera superior, responsable de arrastrar al satélite hacia abajo. Se han tomado ciertas medidas de seguridad y la probabilidad de que provoque daños es muy baja.
El satélite ERS-2, lanzado el 21 de abril de 1995, llegó a ser el sistema de observación de la Tierra más sofisticado de la agencia europea. Su misión fue recabar una gran cantidad de datos sobre la superficie, los océanos y los casquetes polares, monitoreando algunos desastres naturales como inundaciones graves o terremotos.
Pero su labor concluyó después de 16 años en 2011, momento en el que la ESA decidió desorbitarlo. Para ello, llevó a cabo una serie de maniobras que han colocado a esta nave ante una inminente caída sin control contra la Tierra. Sacar de órbita los satélites al final de su vida y garantizar que vuelvan a entrar en la atmósfera de la Tierra es una herramienta fundamental para mantener nuestras transitadas autopistas espaciales libres de satélites obsoletos y prevenir colisiones en órbita y mitigar la creación de más desechos espaciales, ha explicado la ESA en un comunicado.
Los operadores redujeron la altitud del satélite de 785 km a 573 km para permitir que fuera arrastrado a la atmósfera terrestre para destruirse en un descenso muy lento. También drenaron los tanques del propulsor para minimizar el riesgo de una explosión catastrófica que hubiera generado una gran cantidad de desechos espaciales, como ha explicado la agencia. Incluso se desactivaron los instrumentos y vaciaron sus baterías.
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Más de 12 años después el satélite volverá a atravesar la atmósfera en una reentrada incontrolada, lo que significa que no se puede saber con certeza dónde terminarán sus restos. Sin combustible en el propulsor no se puede redirigir la nave hacia un punto seguro como se hace en otros casos. Debido al tamaño del satélite se espera que se produzcan fragmentos de hasta 52 kilogramos cuando alcance la superficie.
Se trata de un satélite de 2,3 toneladas métricas que empezaría a fragmentarse a unos 80 kilómetros de la superficie terrestre, según indica Ars Technica. No cuenta con materiales tóxicos y lo más probable es que los restos acaben en el océano. La agencia recuerda que el riesgo anual de que un ser humano resulte herido por desechos espaciales es inferior a 1 entre 100 mil millones.
Hay que recordar, que los cohetes chinos Long March 5B que han despertado el debate internacional sobre los regresos descontrolados son masas mucho más grandes, se componen de tres módulos que pesan entre 50 y 120 toneladas. En 2020, tras el primer lanzamiento de este tipo de cohetes, las partes del vehículo supuestamente cayeron en Costa de Marfil. Más tarde, otro Long March 5B cayó en el océano Índico y entre 5 y 9 toneladas de restos de un tercer cohete se localizaron en Malasia.
El regreso de este satélite se vigilará desde las principales agencias y la institución europea se ha comprometido a actualizar la información de este descenso a través de este blog. Es parte del esfuerzo de transparencia de la agencia para explicar su política de limpieza espacial.
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