La doctrina militar de Estados Unidos describe al espacio como el cuarto dominio donde se puede desarrollar la guerra. Este término, que parece propio de cualquier novela de ciencia ficción, se toma muy en cuenta por los diferentes estamentos dedicados a la defensa de una buena parte de los países del mundo. Por su pertenencia clave a la Unión Europea y la OTAN, el Ministerio de Defensa de España se encuentra en pleno proceso de refuerzo de la rama de inteligencia en el espacio exterior con programas como el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE).
El COVE tiene como misión la vigilancia y conocimiento de la situación espacial y la provisión de servicios en apoyo al resto de operaciones que llevan a cabo las Fuerzas Armadas, según señala el propio Ejército del Aire y del Espacio. Antes incluso de su constitución como Centro, ese mismo Ejército asumió en 2015 el control operativo del radar de vigilancia espacial de la Agencia Espacial Europea, situado en las mismas instalaciones que la estación radionaval de Santorcaz (Madrid).
Se trata de un radar desarrollado por Indra que sirvió como primera aproximación de las Fuerzas Armadas a esta tarea. No fue hasta 2019 cuando comenzó a operar el COVE tal y como se le conoce hoy en día. Lo hace, además, con unas nuevas instalaciones en la Base Aérea de Morón (Sevilla) que incluyen un radar más avanzado y de uso exclusivo por parte del personal militar, que se encarga tanto de su protección como de su operación.
Por otro lado, el centro de monitorización se encuentra situado en la Base Aérea de Torrejón (Madrid), donde el personal se afana por encontrar amenazas que pongan en peligro la seguridad nacional en diferentes ámbitos. Por ejemplo, la supervivencia de satélites críticos para las Fuerzas Armadas, vigilar qué orbitadores extranjeros sobrevuelan el país con fines de espionaje e incluso detectar objetos extraños como el que cruzó el cielo de España a final de marzo.
La misión del Centro es complementaria a la que realizan otras entidades y organismos civiles que desarrollan tareas análogas, apuntan desde el Ejército del Aire y del Espacio. Principalmente aquellas con un propósito más científico para el seguimiento de asteroides o de objetos celestes naturales.
El COVE alcanzó la Capacidad Operativa Inicial (IOC, por sus siglas inglés) en julio de 2021 y, hace solo unas semanas, la Dirección de Armamento y Material (DGAM) dependiente del Ministerio de Defensa español adjudicó a la compañía GMV un contrato por 2,7 millones de euros. El objetivo de este contrato es el de "desarrollar, desplegar y dar soporte y mantenimiento al Sistema de Conocimiento y Control de la Situación Espacial (CCSE) del COVE" con vistas a lograr su capacidad operativa final, prevista para mediados del año que viene.
Vigilancia espacial
Como aplicación general, "el COVE se encarga de monitorizar el estado del espacio y, a partir de sus datos, dar soporte a las Fuerzas Armadas", ha contado Alberto Águeda, director de vigilancia y gestión de tráfico espacial de GMV a EL ESPAÑOL - Omicrono. Se trata de brindar "protección de todos los bienes que están en órbita, tanto españoles como de terceros, y de los que dependen directamente de ellos en la tierra".
La apuesta actual del Ministerio de Defensa para el COVE pasa por una importante inversión en el plano humano, tecnológico y de infraestructura. "Cada vez hay más personal para realizar la monitorización", asegura Alberto Águeda, que emplean el hardware y el software proporcionado por GMV para realizar una parte importante de su trabajo. Esta nueva capacidad tecnológica les permitirá aumentar la seguridad y "la conexión con otros elementos de la toma de decisiones del Mando del Espacio del Ejército".
"En GMV llevamos desde los años 90 en temas de vigilancia espacial, empezamos con la Agencia Espacial Europea y en los últimos años hemos comenzado a trabajar en el EU SST". Estas últimas siglas responden a la Vigilancia y Seguimiento Espacial de la UE, un estamento civil que vela por la seguridad espacial de todos los países de la Unión realizando labores de monitorización de amenazas.
Según señala, la vigilancia espacial en Estados Unidos —donde GMV también ha desplegado su tecnología— siempre ha recaído sobre cuerpos militares. "En muchos países de Europa hemos hecho el viaje contrario", comenzando con vigilancia civil que poco a poco se ha ido complementando con capacidades de índole militar.
Radares y sensores
El primer paso para llevar a cabo la vigilancia del espacio es contar con una red de sensores en tierra firme que proporcionen datos. "España sólo cuenta en la actualidad con un radar de vigilancia, el que se emplaza en Morón", señala el experto. "Y se está diseñando para su futura implantación un radar de tracking [seguimiento], pero todavía no se sabe dónde se instalará".
"También existen los sistemas láser que apuntan a una zona donde se cree hay un objeto y obtiene su posición con una mayor precisión". Actualmente se está utilizando dos de estos sensores con fines de seguimiento de satélites. "Uno está situado en el Real Observatorio de la Armada en San Fernando (Cádiz), que pertenece también al Ministerio de Defensa". Y el otro es el perteneciente al Observatorio de Yebes (Guadalajara), dependiente en este caso del Instituto Geográfico Nacional.
Los radares y los láseres se emplean principalmente para las órbitas bajas de la Tierra. "Para órbitas más altas se utilizan telescopios que pueden ser de seguimiento a un objetivo marcado o bien de monitorización para ver lo que pasa encima de su zona asignada". Todos los telescopios que hoy por hoy están desplegados en España son civiles, "no hay una capacidad de observación militar, aunque se está planteando para el futuro".
"El último tipo de sensores que tiene España son los Passive RF, estos detectan las radiofrecuencias que está emitiendo un satélite para identificar tanto dónde está como en qué situaciones está enviando datos a la Tierra". Lo que se conoce en el ámbito militar como inteligencia de señales. "El Ejército español espera dotarse de una capacidad de este tipo, aunque de nuevo todavía no se saben más detalles".
El COVE tiene vía libre para utilizar información recogida por los sensores civiles y "existe una profunda colaboración entre estamentos", señala Alberto Águeda. "La parte civil española puede compartir su catálogo, que en parte se genera con sus sensores, a los militares". A estos últimos "no les interesa mucho la basura espacial", que recae en la parte científica y académica, sino que se centran en las amenazas que ponen en peligro la seguridad nacional.
Sin embargo, existe una parte donde basura espacial y seguridad nacional se fusionan: los satélites que el Ministerio de Defensa tiene desplegados. "Por ejemplo, el satélite de observación Paz" que lleva en órbita desde 2018 y cuyo compañero —el Ingenio— se perdió en un lanzamiento fallido de un cohete Vega. O también lo serán los Spainsat NG. El primero está solo a unos meses de emprender su viaje al espacio para proporcionar telecomunicaciones seguras a las Fuerzas Armadas.
Cálculo de órbita y reentrada
Una vez identificadas las posibles amenazas, el software desarrollado por GMV comienza a hacer su función. Realiza "los cálculos orbitales y de propagación necesarios a partir de una serie de medidas, que luego se correlacionan para saber a qué tipo de objeto especial pertenece". Se crean entonces dos catálogos, "uno abierto y otro clasificado, donde se incluyen una serie de objetos de alto interés que pueden suponer un riesgo para la seguridad nacional".
Asimismo, el sistema proporciona otra serie de servicios como el cálculo de la reentrada en la atmósfera. Por ejemplo, "evaluar cuándo va a suceder y si puede causar un riego sobre territorio nacional". O la detección de satélites espía para saber cuándo van a sobrevolar por encima del territorio. "Esto se usa por si quieres ocultar algo que tienes la vista, como puede ser material militar, la realización de maniobras o despliegues militares de todo tipo".
Las interferencias —denominadas jamming, en inglés— son otro de los campos de actuación del COVE. Principalmente, la monitorización de la calidad de las señales GPS que se utilizan como sistema de geoposicionamiento global. "Se identifica si hay una zona o territorio donde hay una degradación de esas prestaciones, de manera que puede ser peligrosos tanto para el despliegue de tropas como para lanzar un misil, por ejemplo".
Para esto se utilizan una serie de sensores de gran precisión y finamente georreferenciados. "Si sabes exactamente las coordenadas donde te encuentras y recibes una lectura diferente, puede evaluar cómo de mal te están diciendo los satélites que estás".
"Y, por último, la meteorología espacial". Las tormentas solares "pueden suponer un riesgo para el despliegue de las tropas, pero las telecomunicaciones o los sistemas de navegación pueden verse afectadas" por la radiación.