Dentro de la industria tecnológica es muy común saltar de un campo de aplicación a otro totalmente diferente. Entre los casos más famosos se encuentra el de Texas Instruments, que pasó de fabricar sensores geofísicos para buscar petróleo a principios del siglo XX a ser uno de los principales contratistas del Departamento de Defensa de EEUU en la rama de misiles. De hecho, el de internarse en el sector de la defensa es uno de los caminos que más compañías —sobre todo en el país norteamericano, no tanto en España— han recorrido en la historia.
Pero no hace falta mirar tan atrás. El ejemplo más destacado de los últimos tiempos lo ha protagonizado Palmer Luckey. Este estadounidense fue uno de esos adolescentes prodigio que da el mundo cada cierto tiempo y que destacan fundamentalmente en el campo de la innovación, con inventos, dispositivos y sistemas que hasta entonces parecían ciencia ficción.
Con sólo 16 años, Luckey comenzó a trabajar en mejorar los cascos de realidad virtual (VR, de sus siglas en inglés) que por entonces estaban disponibles de forma comercial. Aquellos dispositivos eran grandes, pesados y adolecían de un pobre rendimiento y resolución de la pantalla. Pronto se dio cuenta de que, mediante software, podía mejorar de forma significativa algunos aspectos como la calidad de la imagen o la latencia; al tiempo que consiguió hacerlos más pequeños y ligeros.
Completó un primer prototipo sólo un año después e inició una campaña de micromecenazgo en Kickstarter en 2012. Con sólo 20 años comenzó a vender a entusiastas y empresarios su creación en forma de casco VR moderno. Luckey recaudó 2,2 millones de euros —casi un 1.000% de lo esperado— y comenzó a contratar a personal al ver la enorme cantidad de pedidos y clientes que esperaban a recibir el dispositivo.
El éxito fue tal que el proyecto llamó la atención de Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook, quien le compró la compañía en 2014 por 2.000 millones de dólares, unos 1.800 millones de euros. La relación entre ambos nunca terminó de cuajar y el mandamás de la red social le despidió en 2017 por su apoyo al primero candidato y a la postre presidente Donald Trump.
Lejos de vivir de las rentas de la inmensa fortuna que había acumulado, Palmer Luckey dio un golpe de timón a su trayectoria y comenzó a pensar en la mejor manera de meter la cabeza en el sector de la defensa, uno de los más lucrativos en Estados Unidos. Para ello tenía que medirse con los grandes nombres que acaparaban la inmensa mayoría de los contratos que emite puntualmente el Pentágono a través de sus innumerables ramas.
El joven estadounidense fundó entonces Anduril y fichó a algunos de los nombres más relevantes del mundo de los contratistas de defensa del país. Ejecutivos de la firma Palantir, conocida por el desarrollo de software de espionaje y con un peso importante en la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos, se unieron a la compañía de Luckey.
Según informes federales, 39 lobistas trabajaron en 2021 para impulsar los contratos de Anduril en Washington D. C., que unieron fuerzas con algunos antiguos funcionarios del Departamento de Defensa ubicados en esa misma ciudad del Capitolio, según recoge Forbes.
Una de las particularidades de Anduril es que trabaja de forma inversa a como lo hacen el resto de contratistas. En lugar de esperar a que el Departamento de Defensa lance un proceso multianual para definir los requerimientos técnicos e invite a las compañías a desarrollar prototipos, la compañía de Luckey toma la delantera y fabrica sistemas de armas y vigilancia que cree que el gobierno querrá algún día.
"Queremos ser la compañía en la que el Departamento de Defensa piense cuando necesite algo", señaló el joven al mismo medio. Y lo consiguió por primera vez en 2020. En aquel año pandémico, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU dio a Anduril un contrato por 226 millones de euros para el despliegue de torres de vigilancia que detectan automáticamente a personas y vehículos intentando cruzar ilegalmente la frontera con México.
Participación en Ucrania
Más recientemente y tras cerrar otros contratos con diversos estamentos federales, Anduril tiene un acuerdo de venta con el Departamento de Defensa para proveerles de drones con inteligencia artificial. "Es un dron que se dispara desde un tubo al aire y luego se despliega, extiende las alas, la cola, saca las hélices y se transforma en un pequeño avión", explicó Luckey a la cadena estadounidense NPR. "Puede llevar una cabeza de guerra de hasta 13 kilogramos".
El Pentágono se queda una parte de este tipo de armamento y manda a Ucrania otra; el porcentaje de reparto y el número de unidades se desconoce. "Anduril tiene material en Ucrania desde la segunda semana de la guerra", prosiguió el fundador de la compañía. "Así que inmediatamente nos involucramos".
Según lo describen en la página web, Altius es una plataforma "increíblemente versátil que puede lanzarse desde aire, mar y tierra para llevar a cabo múltiples tipos de misión". Incluidas aquellas de espionaje, vigilancia, inteligencia, ataque cinético, señuelo para radiofrecuencias, inteligencia de señales, retransmisión de comunicaciones y guerra cibernética.
También destacan por ser drones baratos y fáciles de producir en serie, un punto que es clave para Ucrania. El Ejército de Zelenski precisa de un gran número de plataformas —miles al mes, según los últimos datos— y un flujo logístico constante para proporcionar las capacidades de ataque y espionaje necesarias a las tropas desplegadas en el frente contra Rusia.
El sistema Altius se compone de 4 modelos de drones, cada uno diseñado para realizar su papel en diferentes escenarios y objetivos. El modelo más avanzado, denominado Altius-700, tiene un peso máximo al despegue de 30 kilogramos y una autonomía de vuelo más de dos horas.
Este tipo de arma es considerada como munición de merodeo —loitering munition— cuyo funcionamiento se basa en lanzar el dron en una zona donde se conoce que existe un objetivo y esperar a que la aeronave lo localice, identifique y ataque. Todo ello se puede llevar a cabo sin la intervención directa de un humano.
Drones para sustituir cazas
El catálogo de drones de Anduril se completa con otros 3 modelos. El Roadrunner es un vehículo aéreo de despegue y aterrizaje vertical con un par de motores turbojet integrados a bordo y un sistema modular para llevar todo tipo de carga a bordo.
La versión Roadrunner-M es una variante de arma de interceptación del Roadrunner para sistemas de defensa antiaérea, las conocidas como cúpulas. Puede lanzarse rápidamente, identificar, interceptar y destruir una "gran variedad de amenazas aéreas o ser rescatado y relanzado a casi coste cero", explican.
Por su parte, el Ghost "es una plataforma expedicionaria, silenciosa y modular que ofrece autonomía intuitiva en el borde táctico", tal y como lo describen. "Equilibrando el alcance extendido y la capacidad de carga múltiple con una huella expedicionaria". Cuenta con una versión de capacidades extendidas para labores de reconocimiento y seguridad, identificación de objetivos y misiones de protección.
La joya de la corona de Anduril es el dron Fury (Furia, en castellano). Se trata de un vehículo aéreo autónomo del grupo 5 con capacidades de multimisión "de alto rendimiento que permite una autonomía fiable y colaborativa para la lucha de alto nivel".
Se trata de la propuesta de la compañía para los drones de nueva generación que pretenden sustituir a los cazas en algunas operaciones, principalmente aquellas más delicadas y arriesgadas. "Aprovechando el software Lattice, Fury está diseñado para acelerar el desarrollo, las pruebas y el despliegue de Mission Autonomy [Autonomía de Misión, en su traducción directa] en una realidad operativa para el combatiente, brindando una ventaja injusta para una disuasión incomparable".
Precisamente, ese software llamado Lattice es otra de las creaciones más importantes de la compañía de Luckey. Se trata de una nube que recopila, ordena, analiza e informa de todo lo necesario para llevar a cabo operaciones. Utiliza los sensores a bordo de sus plataformas —terrestres, aéreas e incluso marítimas— para proporcionar un centro de mando y control.
La plataforma permite "a un solo ser humano controlar y coordinar una amplia gama de activos autónomos en el océano, la tierra y el cielo para lograr resultados exitosos en la misión", explican en la web de Anduril.
Dentro de las tecnologías que Luckey ha desarrollado se encuentra la que combina el mencionado software Lattice con un motor de videojuegos que Anduril adquirió en 2019. El resultado es una herramienta de simulación muy compleja cuyo objetivo es permitir al Departamento de Defensa ejecutar —simular— miles de escenarios posibles de forma rápida para conocer cómo podrían desarrollarse los conflictos.
Tierra y mar
Además de la rama aérea, Anduril también cuenta con un importante catálogo para sistemas armamentísticos y de vigilancia tanto en tierra como en el mar. Comenzando por la primera, destaca la plataforma de vigilancia autónoma como la que está desplegada en la frontera entre Estados Unidos y México.
Según la describen, esta tecnología se enfoca en la protección de bases militares, zonas fronterizas, campos de petróleo y gas y otras infraestructuras críticas. "Proporciona conciencia situacional y seguridad integradas, precisas y persistentes en todos los dominios, protegiendo al personal y a la infraestructura de un conjunto de amenazas en rápida evolución".
Para ello emplean el mencionado software Lattice, quien se encarga de fusionar los datos de una red personalizada de torretas de vigilancia, drones modelo Ghost y sensores de terceros para "crear una imagen operativa común integral". Desde Anduril también indican que la compañía dispone de una tecnología antidron que se puede incorporar a la tecnología anterior empleando drones interceptores para eliminar a las potenciales amenazas.
En la rama naval, la última incorporación de la estadounidense es el Ghost Shark XL-UAV. Se trata de un dron submarino de grandes dimensiones, de ahí la denominación XL, que vio la luz por primera vez en abril de este mismo año. El éxito de esta plataforma no tardó en aparecer y, según recogen en un comunicado, acaban de llegar a un acuerdo con la Armada australiana para la apertura de una fábrica y comenzar a producir el sumergible.
"Los vehículos submarinos autónomos de Anduril están diseñados desde el principio para ser fabricados a escala incorporando un diseño modular", explican. "Luego, con técnicas de fabricación avanzadas y escalables que permitan una iteración rápida basada en las necesidades específicas del cliente, Ghost Shark generará un cambio en la disuasión marina a través de una masa autónoma y asequible".
Ghost Shark (Tiburón negro, en español) "proporcionará a la Armada [de Australia] una capacidad submarina fiable, rentable, sigilosa y de largo alcance que puede realizar labores de inteligencia, vigilancia, reconocimiento y ataques persistentes y disruptivos".
Por el momento, el Ghost Shark se encuentra en estado de prototipo, pero Anduril ya cuenta con un submarino no tripulado en etapa comercial. Este último modelo es el denominado Dive-LD y fue "hecho a medida para estudios, inspección y misiones de espionaje en aguas costeras y profundas". Tal y como afirman, permite configuraciones rápidas para satisfacer necesidades específicas de la misión, "aplicables a una amplia gama de conjuntos de misiones comerciales y de defensa".