Desde que empezó la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la guerra ha vivido varios momentos clave relacionados con el armamento del que disponen ambos bandos. La ayuda militar solicitada por Volodímir Zelenski y aprobada por parte de los países de la OTAN, entre ellos España, ha sido una constante desde el inicio del conflicto. Pero no ha estado exenta de polémicas: primero fueron los tanques pesados como los Leopard o los Abrams, luego cazas como los F-16 y ahora están sobre la mesa los misiles de largo alcance, tras la recepción por parte de Rusia de misiles balísticos iraníes.
Esta última entrega, que sigue la estela de los cientos de los drones kamikazes Shahed-136 vendidos por Teherán a Moscú, puede provocar una nueva escalada. No es casualidad que, tras confirmarse ese envío, se hayan reunido en Washington el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico Keir Starmer. Entre los puntos más importantes de su encuentro se negoció la posible autorización a Ucrania para bombardear con misiles ATACMS y Storm Shadow —ambos con alcances de hasta 300 km— objetivos militares en suelo ruso.
Hay quien ya lo daba por hecho, como el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, que esta misma semana aseguró en una rueda de prensa que Washington ya había tomado la decisión de permitir a Ucrania disparar esos misiles contra Rusia. También incluyó una de sus ya habituales amenazas: "nuestra respuesta será la adecuada. La implicación de EEUU y de los países europeos en el conflicto sobre Ucrania es directa, y cada nuevo paso aumenta el grado de esta implicación". Sin embargo, en el último momento y por sorpresa Biden reculó con los ATACMS, aunque no se cierra la puerta a una posible autorización más adelante.
Storm Shadow
Reino Unido entregó a Ucrania un número indeterminado de misiles Storm Shadow en mayo de 2023 con una única condición: que no se utilizaran para atacar territorio ruso. Un año y medio después, el escenario ha cambiado y ahora parece inevitable que estos proyectiles sean una de las claves para que Ucrania equilibre la balanza.
Storm Shadow (Sombra de Tormenta en español) es un misil de crucero aire-tierra basado en los proyectiles Apache franceses, desarrollado a partir de 1994 por el fabricante galo Matra y British Aerospace, que actualmente se fabrican bajo el paraguas del consorcio europeo MBDA. Su nombre corresponde a la denominación británica, mientras que en francés es conocido como SCALP-EG (siglas en francés de Misil de Crucero de Largo Alcance de Uso General).
El misil tiene un alcance de entre 250 y 300 km y cuenta con una ojiva en tándem de 450 kg. Está propulsado por un turborreactor que alcanza una velocidad de Mach 0,8 (casi 1.000 km/h) y ha sido adaptado para poder lanzarlo desde diversos aviones, como los Tornado IDS, Dassault Rafale o el Eurofighter. Según varios reportes, la entrega a Ucrania se ha retrasado precisamente por las dificultades para acondicionar estos misiles a los cazas MiG de origen soviético, los únicos de los que disponen hasta la fecha las fuerzas aéreas ucranianas.
La ojiva BROACH cuenta con una carga penetrante inicial para penetrar el suelo o perforar el exterior de un búnker y, a continuación, una espoleta de retardo variable para controlar la detonación de la ojiva principal. El misil pesa en total unos 1.300 kilogramos, tiene un diámetro máximo de 48 cm, 2,84 metros de envergadura y una longitud de 5,10 metros. Los objetivos para los que está diseñado incluyen puestos de mando, control y comunicaciones, búnkeres reforzados, aeródromos, infraestructuras críticas, buques de superficie o puentes.
Es un misil de "disparar y olvidar", programado antes del lanzamiento. Una vez lanzado, el misil no puede controlarse ni ordenarse su autodestrucción, y la información sobre su objetivo no puede modificarse. El misil sigue una trayectoria de forma semiautónoma, en un vuelo bajo guiado por GPS y cartografía del terreno hasta la zona designada. Una vez que está cerca del objetivo, el misil realiza una trayectoria ascendente para luego caer en picado, como los drones suicidas que están utilizando tanto Ucrania como Rusia desde el inicio del conflicto.
Durante la maniobra final, el cono de la ojiva se eyecta para permitir que una cámara termográfica de alta resolución observe la zona del objetivo. A continuación, el misil intenta localizar su objetivo basándose en su información de puntería. Estos misiles han recibido varias mejoras y actualizaciones desde su primera versión, como la capacidad de transmitir información sobre el objetivo justo antes del impacto, y cuentan con una versión para ser lanzada desde buques de guerra.
Teniendo en cuenta la distancia entre el territorio controlado por los ucranianos y Sebastopol, la mayor ciudad de la península de Crimea y cuartel general de la flota rusa del mar Negro, estos misiles pueden ser especialmente útiles para amenazar toda la operación militar rusa en Ucrania.
Mark Cancian, asesor principal del Programa de Seguridad Internacional del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, señaló en The Washington Post que estos misiles permitirían a las fuerzas de Kiev adoptar tácticas ya en uso por parte de Rusia, que lanza "misiles de crucero [desde aviones] dentro de su propio territorio para estar más allá de las defensas aéreas ucranianas".
ATACMS
Tras sucesivas peticiones por parte de Zelenski, en octubre de 2023 EEUU aceptó el envío a Ucrania de misiles ATACMS para la recuperación del territorio perdido por la invasión, principalmente para aquellos ataques de largo alcance contra líneas de suministro, ferrocarriles y puestos de mando. De momento, Ucrania seguirá sin poder usarlos para ataques en suelo ruso.
Los misiles ATACMS se desarrollaron durante los últimos compases de la Guerra Fría y se incorporaron al servicio oficial en 1990. Se trata de un sistema de ataque tierra-tierra fabricado por la estadounidense Lockheed Martin, quien también se ha encargado de crear las diferentes versiones disponibles.
Uno de los puntos clave de estos misiles estadounidenses es su compatibilidad con los sistemas HIMARS que ya se encuentran operativos en suelo ucraniano. Esta particularidad hace a los ATACMS uno de los mejores candidatos para impulsar la contraofensiva y podrían aplicarse en un número muy importante de escenarios. Además, superan los 3.000 kilómetros por hora de velocidad máxima, complicando el trabajo de los diferentes escudos antiaéreos desplegados por Rusia.
La primera versión de la familia de misiles, conocida como M39, dispone de un sistema de guiado inercial independiente del GPS que le permite alcanzar hasta los 165 kilómetros de distancia desde el punto de lanzamiento. Equipa un total de 950 minibombas en forma de submuniciones que la convierten en una de los misiles de racimo más potentes de su clase. Existe una segunda versión con 300 submuniciones que emplea guiado GPS y hasta 300 kilómetros de autonomía.
El misil realiza un giro estabilizado en la etapa terminal del ataque al mismo tiempo que una pequeña carga explota y las submuniciones se reparten de forma uniforme en un patrón circular. La superficie cubierta por el misil de racimo se puede configurar a discreción variando la altura sobre la que se hace liberan las submuniciones.
Cada una de las submuniciones son del tamaño aproximado a una bola de béisbol y cada una de ellas tiene en un interior una carga esférica de fragmentación altamente explosiva. La espoleta de se arma cuando alcanza 2.400 revoluciones por minuto de rotación y se activa al chocar contra el objetivo. Las centenares de submuniciones generan una gran nube de metralla y explosiones especialmente efectiva contra elementos escasamente protegidos, como personal a pie o las aeronaves aparcadas. También contra los sistemas antiaéreos como el S-300, que disponen de sensores y elementos muy sensibles y fácilmente dañables.
Las embarcaciones amarradas juntas también podrían ser un objetivo de estas municiones. Si bien un solo misil no podría hundir un barco directamente, los centenares de submuniciones explosivas sí podría causar daños importantes principalmente a los sensores situados en la cubierta y el mástil.
Lockheed Martin ha fabricado un total de 4.000 misiles ATACMS desde que comenzó la producción. De ellas, aproximadamente 600 unidades ya las empleó Estados Unidos en algunos de los conflictos armados en los que ha participado en las últimas décadas. Por otra parte, el Ejército del país estadounidense lleva varios años actualizando sus misiles de racimo a versiones con una única ojiva a bordo.