A día de hoy, hay varias carreras armamentísticas en paralelo, avivadas por la guerra entre Rusia y Ucrania pero también por la inestabilidad en Oriente Próximo y la permanente tensión entre Taiwán y China. En el terreno de los misiles, ese contexto toma cuerpo en dos tendencias cada vez más pujantes: por un lado la tecnología hipersónica, de la que España queda fuera porque sólo pueden acceder a ella las grandes potencias militares, y por otro los misiles de crucero baratos y fáciles de producir a gran escala.
En este sector, EEUU lleva la delantera gracias al programa Enterprise Test Vehicle (ETV), comisionado por la Unidad de Innovación de Defensa (DIU) del Pentágono y las Fuerzas Aéreas. Con esta iniciativa, el Departamento de Defensa estadounidense busca 4 diseños entre los que elegir un misil de crucero de coste reducido para hacer frente a los desafíos del campo de batalla moderno. Los más recientes en caer bajo el paraguas del ETV son los Barracuda, desarrollados por Anduril. La empresa de Palmer Luckey, el gurú que creó las primeras gafas de Facebook y ahora se hace de oro con drones baratos para Ucrania, pretende revolucionar la manera en la que se diseña y se fabrica el armamento.
Estos misiles de precisión, que ya se están probando y pueden lanzarse por tierra, mar y aire contra objetivos terrestres y marítimos, conforman una nueva familia de AAV o "vehículos aéreos autónomos prescindibles". Según Anduril, cumplen con todos los requisitos marcados por el programa ETV: son escalables, modulares y su coste es "un 30% más barato de media que otras soluciones".
Producción a gran escala
Una de las particularidades de Anduril, además de su aproximación pop al negocio, desde un nombre (la espada de Aragorn en El señor de los anillos) hasta anuncios de dibujos animados como el de los Barracuda, es que trabaja de forma inversa a como lo hacen el resto de contratistas. En lugar de esperar a que el Departamento de Defensa lance un proceso multianual para definir los requerimientos técnicos e invite a las compañías a desarrollar prototipos, la compañía de Luckey toma la delantera y fabrica sistemas de armas y vigilancia que cree que el gobierno querrá algún día.
En el caso de estos nuevos misiles de crucero, Luckey y su equipo detectaron un grave problema en el arsenal de EEUU y los países de la OTAN: "no disponen de suficientes misiles para disuadir de forma creíble un conflicto con un adversario cercano. Nuestros arsenales actuales de municiones guiadas de precisión se agotarían en cuestión de días en un combate de alto nivel", señalan en su página web.
Los misiles de crucero actuales tienen problemas añadidos, como su limitada capacidad de producción y la dificultad para actualizarlos para adaptarse a las nuevas necesidades de los conflictos modernos. Sus diseños son complejos, "requieren miles de herramientas únicas para su producción, exigen mano de obra y materiales altamente especializados y se construyen sobre la base de cadenas de suministro frágiles y específicas para la defensa".
Desde su inicio, los Barracuda han sido pensados para sortear todos estos inconvenientes, especialmente las versiones M, vehículos de respiración aérea de precisión, asequibles y fáciles de producir a gran escala. Esta nueva familia de misiles tiene tres configuraciones básicas para cubrir multitud de misiones: el Barracuda-100, el Barracuda-250 y el Barracuda-500.
Misiles Barracuda
Existen similitudes entre ellos, como las alas desplegables en el centro y las aletas de cola plegables en la parte trasera. Los tres tienen tomas de aire integradas en el fuselaje, diseñadas para alimentar sus pequeños turborreactores. Todos ellos cuentan con el software Lattice, que permite comportamientos autónomos avanzados, tienen gran maniobrabilidad y permiten diversas configuraciones para llevar a cabo misiones de ataque directo o en espera.
El Barracuda-100 es la versión más pequeña y de menor autonomía, con una capacidad de carga de 15 kg y un alcance máximo previsto de 120 km cuando se lanza desde superficie, que llega a los 160 km cuando lo hace desde el aire. Es una versión similar a los AGM-114 Hellfire adaptada a helicópteros de ataque, como el AH-1Z Viper o el AH-64 Apache. También es compatible con lanzadores Common Launch Tube (CLT) y similares, pueden transportarse fácilmente en aviones de carga AC-130 o plataformas terrestres.
Por su parte, el Barracuda-250 dispone de la misma capacidad de carga útil, pero tiene un alcance mucho mayor, de entre 280 y 370 km, dependiendo de si se lanza desde superficie o desde el aire. Sus características lo hacen idóneo para ser lanzado desde bombarderos y aviones de combate tácticos, es decir, desde las distintas variantes de F-35, F-15, F-18 y F-16. También están adaptados al lanzamiento de superficie, desde vehículos como el MLRS o el HIMARS, tan presentes en Ucrania, y también desde buques de guerra.
Por último, el más potente y con mayor alcance, el Barracuda-500, en principio, está sólo disponible para aplicaciones lanzadas desde el aire. Su capacidad de carga útil aumenta hasta los 45 kg, mientras su alcance se va a los 926 km. Además de sus configuraciones para cazas de combate, también podría adaptarse a sistemas de lanzamiento paletizado desde aviones de carga.
La línea Barracuda-M, con munición de ataque, podrá usarse contra todo tipo de objetivos en tierra y mar, tanto estáticos como móviles, aunque Anduril todavía está perfeccionando los sistemas de guiado para hacerlos más precisos a la hora de perseguir tanto blindados como buques de guerra.
Baratos y fáciles de producir
La gran diferencia con respecto a los misiles de crucero que el ejército estadounidense tiene ya en servicio tiene que ver con su diseño y fabricación. "Un solo Barracuda tarda un 50% menos de tiempo en producirse, requiere un 95% menos de herramientas y un 50% menos de piezas que las soluciones de la competencia en el mercado actual. Como resultado, la familia Barracuda es un 30% más barata de media que otras soluciones, lo que permite una producción masiva asequible y un empleo rentable a gran escala", indica la propia compañía.
Así, Anduril suma una nueva categoría a su larga lista de soluciones de defensa. Sus productos más exitosos hasta la fecha son los drones con munición de merodeo como Altius, que ya opera en Ucrania, los Roadrunner de despegue y aterrizaje vertical, y los Fury, vehículos aéreos autónomos del grupo 5 con capacidades de multimisión "de alto rendimiento que permite una autonomía fiable y colaborativa para la lucha de alto nivel".
Lo que comparte Barracuda con estos distintos modelos de dron es el software Lattice, una de las creaciones más importantes de la compañía de Luckey. Se trata de una nube que recopila, ordena, analiza e informa de todo lo necesario para llevar a cabo operaciones. Utiliza los sensores a bordo de sus plataformas —terrestres, aéreas e incluso marítimas— para proporcionar un centro de mando y control.
La plataforma permite "a un solo ser humano controlar y coordinar una amplia gama de activos autónomos en el océano, la tierra y el cielo para lograr resultados exitosos en la misión", explican en la web de Anduril.