A principios de octubre, una noticia bastante preocupante aterrizaba en España. La Estación Espacial Internacional (ISS) se encontraba en grave peligro después de que la NASA detectase un aumento en la tasa de fugas de aire en varios de sus módulos. Si bien es cierto que la ISS tiene los días contados, ya que su final está fijado para el próximo 2030, esta situación pone en jaque la continuidad de la estación. Ahora, la NASA y Roscosmos, la agencia espacial rusa, se debaten sobre la gravedad del problema y sus posibles consecuencias.
En ese momento, la NASA publicó un extenso informe en el que explicaban que las fugas de aire de la ISS llegaron a un punto crítico, con altas tasas de filtración en sus momentos más álgidos. Se detectaron varias fugas en distintos módulos de la estación, pero es la sección rusa la más afectada, lo que ha llevado a ambas agencias a trabajar juntas para identificar y solucionar las más graves.
La fuga más preocupante (y persistente) se ha detectado en una zona del vestíbulo del módulo de servicio Zvezda, llamada PrK. Dicha zona conecta un puerto de acoplamiento al módulo ruso, que Roscosmos había lanzado a la órbita baja de la Tierra hace ya casi 25 años. Mientras los rusos opinan que la fuga no es tan grave y piden seguir con las operaciones, la NASA y sus astronautas siguen con preocupación la evolución de un problema potencialmente fatal para la integridad de la ISS.
Diagnósticos opuestos
El objeto de la discordia es el laboratorio espacial ruso, el cual debe permanecer totalmente presurizado y apto para que las sucesivas tripulaciones rotativas de astronautas puedan operar en él. Las fugas se detectaron por primera vez en 2019 en el túnel que conecta Zvezda con el puerto de acoplamiento para recibir naves espaciales.
Ya a principios de 2024, la NASA elevó el nivel de riesgo a su grado más alto, debido sobre todo a que la tasa de aire que se escapaba del módulo diariamente se había duplicado. Las dotaciones implicadas han estado sellando el PrK del resto de la estación cuando estos no necesitaban acceder a la nave espacial Progress acoplada al puerto en cuestión, relata Space News.
Es aquí donde la NASA y la Roscosmos no se ponen de acuerdo. Bob Cabana, exastronauta de la agencia estadounidense y que actualmente preside el Comité Asesor de la ISS de la NASA, aseguró en una reunión en Moscú con los representantes de Roscosmos que "EE.UU y Rusia no tienen un entendimiento común sobre cuál es la causa probable o la gravedad de las consecuencias de estas fugas". Todo ello mientras los equipos continúan "investigando los factores causales de inicio y crecimiento de las fugas".
Cabana detalla que los ingenieros rusos achacan estas fugas a "una alta fatiga cíclica" provocada por las constantes microvibraciones a la que es sometida la ya anciana ISS. La NASA no opina lo mismo: cree que existen otros muchos factores que podrían haber provocado dichas fugas, tales como la exposición ambiental al espacio, el estrés mecánico o la presión. Esto está reflejado en el Informe de Gestión de Riesgos de la NASA para mantener las operaciones de la ISS hasta 2030.
La cosa va más allá. Los funcionarios de supervisión de los Estados Unidos opinan que este es directamente el problema más serio al que se enfrenta la Estación Espacial Internacional, hasta el punto de creer que supone una amenaza para la seguridad de la propia tripulación. Cabana asegura que, por su parte, el equipo ruso "no cree que una desintegración catastrófica sea realista".
Eso sí, la NASA lanza un mensaje tranquilizador, ya que desde la agencia espacial y la Roscosmos rusa "están colaborando para investigar y mitigar las grietas y fugas, determinar la causa raíz y monitorear la estación para detectar cualquier escape". En palabras de la NASA, la Roscosmos "confía en que podrán controlar y cerrar la escotilla del módulo de servicio antes de que la tasa de fuga alcance un nivel insostenible".
Por el momento, la solución pasa por cerrar la escotilla del módulo de servicio cuando no sea necesario usarlo, para así aislar la fuga del resto de la ISS y no poner en peligro las instalaciones. En el peor de los escenarios, la NASA y Roscosmos podrían verse obligadas a cerrar de forma permanente la escotilla. La ISS no se vería comprometida, pero el valioso puerto de acoplamiento para el transporte de cargas a la estación se perdería, perjudicando las futuras operaciones y la frecuencia de llegada de suministros.