El proyecto TOUTATIS pretende evitar posibles interferencias en satélites

El proyecto TOUTATIS pretende evitar posibles interferencias en satélites Agence Innovation Defense Omicrono

Defensa y Espacio

El ambicioso plan de EEUU para la 'guerra de las galaxias': rayos láser, interferencias de radio y misiles para tumbar satélites

Chance Saltzman, jefe de operaciones espaciales de EEUU, apuesta por el desarrollo de armas para "denegar, interrumpir y degradar" satélites enemigos.

Más información: La temible arma nuclear rusa para destruir satélites y generar el caos: inutilizaría la órbita durante un año

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Los tambores de guerra que resuenan en todo el mundo amenazan con ir más allá de la estratosfera. No es ciencia ficción: la próxima frontera son las tecnologías contraespaciales, armas diseñadas para interrumpir o destruir satélites en órbita. Es algo en lo que llevan trabajando desde hace décadas las principales potencias militares del mundo, pero en los últimos años la actividad se ha redoblado con avances por parte de China y Rusia, con sistemas como Peresvet, capaz de cegar y destruir satélites espía a 1.500 km de distancia con un rayo láser.

Ahora, Estados Unidos parece despertar del letargo para contrarrestar esta escalada bélica espacial, sobre todo después de que el expresidente Joe Biden se comprometiera a detener las pruebas de armas destructivas antisatélite de ascenso directo (ASAT, por sus siglas en inglés) en 2022. En el Simposio de Guerra 2025 de las Fuerzas del Aire y el Espacio de Estados Unidos, celebrado a principios de marzo, el general Chance Saltzman, jefe de operaciones espaciales, hizo un repaso a las principales amenazas y próximos desarrollos de EEUU en este ámbito.

Aunque Saltzman se muestra especialmente partidario de tecnologías para "denegar, interrumpir o degradar" satélites enemigos, EEUU ya trabaja por petición expresa de Donald Trump en el Golden Dome, una defensa antiaérea integral que incluiría interceptores de misiles balísticos en el espacio. Tampoco descarta avances en dispositivos como "satélites asesinos", que pueden utilizar desde inhibidores hasta rayos láser, brazos robóticos o pequeños proyectiles para acabar con otros satélites. Eso abriría la puerta a un nuevo tipo de conflicto en un dominio, el del espacio, cada vez más vital para las comunicaciones y las operaciones militares terrestres.

Escuadrón para destruir satélites

El paso adelante de EEUU en este terreno se viene anunciando desde hace un tiempo. En agosto de 2023 se desveló la creación del 75º Escuadrón de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento (ISRS), perteneciente a Space Delta 7, un departamento encargado de ofrecer inteligencia sobre las capacidades espaciales de las naciones enemigas.

Las intenciones de las fuerzas espaciales estadounidenses son que el ISRS se dedique a ubicar y rastrear los satélites, además de participar "en el compromiso de objetivos". Una expresión militar para referirse a destruir estos objetivos o, como mínimo, impedir su funcionamiento y desempeño habituales.

Evento de presentación del escuadrón ISRS

Evento de presentación del escuadrón ISRS Dvids Omicrono

En el pasado, EEUU ha llevado a cabo pruebas destructivas de armas ASAT. La primera fue la dirigida en 1985 contra el satélite de observación solar Solwind P78-1 utilizando un misil ASM-135A, aunque en ese momento no contaba con un departamento dentro de sus fuerzas armadas dedicado por completo a esta tarea.

La puesta al día de las capacidades contraespaciales de EEUU sirvió también para repasar cuáles son las distintas categorías existentes de este tipo de armas. Se dividen principalmente en tres grandes bloques separados en dos dominios, el espacial y el terrestre. Estas categorías incluyen las armas de energía dirigida tipo láser, las que usan radiofrecuencias para interferir las señales de los objetivos y, por último, las amenazas cinéticas, proyectiles diseñados para destruir los satélites (y donde se incluirían los anteriormente mencionados 'satélites asesinos').

Según Saltzman, China y Rusia "persiguen todo eso", en referencia a las tres categorías tanto a nivel terrestre como espacial, a diferencia de EEUU, donde "aún no estamos persiguiendo todas ellas aunque hay buenas razones para tenerlas" en su futuro arsenal contraespacial.

Otra de las conclusiones de la conferencia del jefe de operaciones de la Fuerza Espacial estadounidense tiene que ver con las diferencias entre los satélites presentes en la órbita terrestre baja y en la órbita geosincrónica media/alta. La proliferación de satélites en ambas zonas de influencia pueden amenazar la supremacía militar de cualquiera de estas potencias, y para eso se "requieren diferentes tipos de capacidades. Lo que es eficaz en la órbita terrestre baja es menos eficaz en la GEO y viceversa".

El misl ASM-135A, el primero utilizado por EEUU para destruir un satélite

El misl ASM-135A, el primero utilizado por EEUU para destruir un satélite Wikimedia Commons Omicrono

La estrategia de defensa satelital no sólo consistirá en atacar, sino también en fortalecer su presencia en el espacio, con más y mejores satélites. "Desde el principio nos hemos centrado en la resistencia de nuestra arquitectura, para que los objetivos sean lo más difíciles posible para el enemigo", aseguró Saltzman. "Si puedes desagregar tus misiones de pocos satélites a muchos satélites, cambias los objetivos. Si puedes hacer que sean maniobrables, es más difícil apuntar contra ellos".

En ese contexto también cabe destacar el desarrollo del sistema avanzado de defensa antiaérea denominado Golden Dome o Cúpula Dorada, diseñado para interceptar misiles balísticos y armas hipersónicas en el espacio. Inspirado en la Cúpula de Hierro de Israel, este escudo espacial combinaría satélites, sensores avanzados y armas de energía dirigida para detectar y neutralizar amenazas antes de que ingresen en la atmósfera terrestre.

El Golden Dome formaría parte de un ecosistema más amplio de defensa basado en el espacio, integrándose con redes de vigilancia como las de los satélites de Infrarrojos persistentes aéreos (OPIR, por sus siglas en inglés) de nueva generación y plataformas de inteligencia artificial para respuesta automática ante amenazas. "No es sólo que queramos interceptores basados en el espacio", aseguró Saltzman en otra conferencia, "queremos que logren sus efectos lo más lejos posible del territorio nacional", por lo que "tienen que ser rápidos y precisos". Sin embargo, su desarrollo enfrenta importantes desafíos tecnológicos y financieros, y está por ver hasta qué punto Estados Unidos puede integrar tantos elementos en un único sistema interconectado.

Principales adversarios

Entre los adversarios más evidentes en esta hipotética guerra de las galaxias, Saltzman señala a China como el actor más peligroso, sobre todo por sus constantes avances en tecnología aeroespacial y militar. Es un terreno en el que, aunque los primeros pasos correspondieron a la Unión Soviética en los años 60 del pasado siglo, el gigante asiático ha tomado ventaja, por más que todos sus desarrollos estén envueltos en un gran secretismo al tratarse de información clasificada.

China empezó a demostrar sus capacidades antisatélites con la prueba de un misil ASAT lanzado en 2007 contra uno de sus propios equipos, un satélite meteorológico con un peso de 750 kg situado a 865 km de la Tierra. El proyectil utilizado (SC-19), estaba basado en un misil balístico DF-21 modificado con un vehículo de destrucción cinética. Según algunos informes, éste utilizó un buscador de imágenes infrarrojas para localizar su objetivo y un cohete propulsor KT-1 para chocar contra el satélite a una velocidad de 8 km/s (casi 30.000 km/h), convirtiéndolo en cuestión de segundos en basura espacial.

Estados Unidos, que no había realizado ninguna prueba de este tipo de armas desde 1985, respondió un año después, lanzando un misil SM-3 modificado contra el satélite espía USA-193, que estaba fuera de control. Según los altos mandos de las fuerzas aéreas de EEUU, aquello no fue una demostración de sus capacidades militares y la intercepción se produjo a una altura mucho menor que la prueba china. Sin embargo, también se entendió como una estrategia disuasoria frente a los futuros avances del gigante asiático y de Rusia.

Esquema de las posibles interferencias de guerra electrónica antisatélite.

Esquema de las posibles interferencias de guerra electrónica antisatélite. DIA Omicrono

Para Saltzman, lo más preocupante de esta nueva era de sistemas antisatélites "es la más amplia mezcla de armas, lo que significa que van a poner en peligro una amplia gama de objetivos". Y es que no sólo se refiere a las plataformas irreversibles, diseñadas para derribar o destruir los satélites, sino a "ataques reversibles", que incluyen interferencia de señales, cegamiento temporal de la óptica con láseres y hasta ciberataques.

En el caso de Rusia, Vladímir Putin ha aumentado en los últimos años la variedad de plataformas que pueden poner en peligro satélites enemigos. Los aviones con láser desarrollados en los años 70 y 80 como el A-60 ahora podrían contar con un arma llamada Sokol Eshelon, aunque la información en torno a este sistema es realmente escasa y Moscú guarda los detalles bajo secreto.

El escudo antiaéreo y antisatélites S-500 Prometeus

El escudo antiaéreo y antisatélites S-500 Prometeus Ministerio de Defensa de Rusia Omicrono

Algunos reportes indican que Rusia habría empleado este arma láser contra un satélite japonés en 2009 en una órbita a 1.500 kilómetros con el fin probar el alcance y la efectividad, aunque oficialmente no se ha publicado. Otro de los elementos que más preocupa en EEUU son los misiles Kontakt de aire-espacio lanzados desde un caza Mikoyán MiG-31. Este modelo en particular se ha convertido en el banco de pruebas de Rusia y ha sido protagonista del desarrollo de otros misiles como el hipersónico Daga que actualmente ya se encuentra en servicio.

El cohete que usa el misil Kontakt fue desarrollado por la Oficina de Diseño Fakel, que se especializa en la creación de misiles aire-aire, según Global Security. Cuenta con un total de 3 etapas que se reparten los 10 metros de largo por 74 centímetros de diámetro y los 4.550 kilogramos en el momento de despegue.

En 2021, Rusia utilizó un misil interceptor lanzado desde tierra para destruir uno de sus propios satélites de inteligencia, que había estado fuera de servicio desde la década de 1980, a una altitud aproximada de 480 kilómetros. La destrucción del satélite generó una nube de escombros de decenas de miles de piezas, lo que supuso un riesgo inmediato para la Estación Espacial Internacional. De hecho, ese mismo día, los astronautas a bordo de la ISS tuvieron que refugiarse en las cápsulas de escape como medida de precaución debido a la proximidad de algunos fragmentos.

Volviendo a EEUU, Saltzman afirma estar "mucho más entusiasmado con los sistemas que niegan, interrumpen y degradan", en lugar de los que destruyen los objetivos. "Creo que hay mucho margen para potenciar estos sistemas". Además de no generar residuos espaciales, que pondrían en peligro satélites de otras naciones o la propia ISS, "pueden tener un tremendo impacto en la misión con una degradación mucho menor".

De lo que se trata, en definitiva, es de que los adversarios tengan al menos un atisbo de las capacidades de sus rivales, un aviso a navegantes que impida una escalada, como ocurre con las armas nucleares. "Nuestros adversarios tienen que saber que hay ciertas cosas que podemos hacer [...] y el elemento final de la disuasión es la incertidumbre. ¿Hasta qué punto están seguros de que saben todo lo que podemos hacer? Hay un cálculo de riesgo en la mente del adversario", concluyó Saltzman.