La impresión 3D ha pasado de construir más impresoras a hornear pizzas en el espacio, fabricar piel humana e incluso construir órganos. Así ha avanzado una tecnología que cambiará nuestras vidas.
La impresión 3D no es algo novedoso que nació hace menos de 10 años, como pueden ser los smartphones. Lo cierto es que podemos imprimir en 3D desde los años 80. Pero ahora es cuando la impresión 3D está a punto de llegar a nuestras casas, gracias a avances enormes y a profesionales que han puesto su esfuerzo en la tecnología.
Ahora no paramos de leer noticias sobre las maravillas que consigue la impresión 3D en diferentes sectores, o las posibilidades futuras que tiene. Pero se ha recorrido un largo camino desde que se creó, como algo especial y extraño de ver, hasta que ha llegado a lugares como los hospitales o los laboratorios. Y en el futuro será algo tan normal de ver en casa como un ordenador o una impresora convencional
Orígenes de la impresión 3D: de Charles Hull a Adrian Bowyer
La impresión 3D es novedosa, pero no es reciente. Los inicios de esta técnica se remontan a 1984, cuando Charles Hull creó el método de la estereolitografía. Él trabajaba en una empresa fabricando objetos de plástico, y le era muy tedioso hacer moldes para inyectar el plástico. Así que decidió fabricar el objeto directamente, creando el objeto capa a capa.
Desde entonces la impresión 3D ha avanzado mucho, y se han creado multitud de técnicas para imprimir objetos en tres dimensiones. Pero fue Adrian Bowyer quien marcó un punto de inflexión en la tecnología. Este hombre, doctorado en ingeniería mecánica, es el creador del proyecto RepRap: una impresora 3D capaz de “autorreplicarse”, de construir las piezas necesarias para construir otra impresora 3D idéntica.
Hasta entonces, tener una impresora 3D era algo al alcance de muy pocas empresas y usuarios. Construir una máquina económica capaz de replicarse a sí misma supuso que cualquiera pudiera hacer una. Por ejemplo, alguien que tenga una puede imprimir otra para un amigo. O incluso que una escuela haga las piezas con una RepRap para que sus estudiantes construyan una en sus casas.
Es decir, fue todo un catalizador para la impresión 3D: hizo que llegara a todo el mundo, abarató el acceso a esta tecnología e hizo posible que cualquiera pueda tener una impresora 3D. Adrian Bowyer comenzó el proyecto en 2005, y a partir de 2008 empezó a expandirse por todo el mundo gracias a Internet. Algo que no sólo llamó la atención de los usuario, sino también de los investigadores.
Un buen ejemplo es Nieves Cubo, una investigadora e ingeniera española que está usando una Witbox 2 de BQ para investigar la impresión de cartílagos, huevos y otros tejidos humanos. Esto no sólo sustituirá las prótesis metálicas o artificiales, también podría acabar con los ensayos animales. Si puedes imprimir piel igual a la humana, ¿por qué vas a usar la de un animal para probar un fármaco o un cosmético?
Impresión 3D: algo al alcance de todos
La impresión 3D está revolucionando tantas industrias gracias al trabajo de estos investigadores. No sólo en el sector industrial, donde ya estaba presente la impresión 3D, también en campos nuevos y desconocidos para la tecnología. Medicina, arte, moda, alimentación, espacio…
En Omicrono ya hemos visto cómo la NASA imprimía pizzas, cómo las piezas impresas en 3D salvan coches clásicos, y cómo los hospitales las usan para construir implantes personalizados o incluso órganos. Muchos proyectos ya utilizan la impresión 3D para revolucionar la industria en la que trabajan, y para muestra un botón.
Pero un gran filón de la impresión 3D está en el uso particular. El primer uso de aquella impresora RepRap fue imprimir una pinza para asegurar un iPod al salpicadero de un Ford Fiesta. Gran parte de la gracia de la impresión 3D es la posibilidad de construir cosas que necesitamos en nuestra propia casa. Puede ser un soporte para la mesa o para el coche, puede ser una funda para el móvil, pueden ser figuras, pueden ser mecanismos…
Puede ser todo lo que se nos ocurra. Sólo tenemos que encontrar un modelo de lo que buscamos en sitios como Thingiverse, Pinshape, MyMiniFactory o Yeggi. Incluso podemos buscar modelos 3D con Google. Y si no encontramos lo que queremos, podemos diseñarlo nosotros mismos en un ordenador. Sólo necesitamos un programa de diseño en 3D como SketchUp o Blender, gratuitos y muy potentes.
Y en el futuro no tienen por qué ser cosas pequeñas, podemos pensar a lo grande. Imagina que quieres un jarrón para casa, pero no vas a comprarlo a una tienda: compras el diseño por Internet y lo imprimes tú mismo con tu impresora 3D. Y no sólo decoración, también podemos imprimir nuestra propia ropa para llevar todos los días, o nuestros complementos.
Del presente al futuro de la impresión 3D
Lo cierto es que imprimir en 3D es más sencillo que nunca. Impresoras como la Witbox Go! de BQ funcionan con Android en su interior, e incluso nos permite iniciar la impresión desde nuestro móvil. Además, las impresoras 3D han dejado de ser máquinas enormes que requieren un mantenimiento y un cuidado especiales; las últimas hacen casi todo automáticamente.
No sólo serán una herramienta de trabajo en diferentes sectores, también será algo que nos encontremos en casas para usos comunes. Las impresoras 3D están llamadas a ser una herramienta más de nuestra casa, como si fuesen una impresora convencional. Ahora que las impresoras son sencillas de utilizar y hasta estilosas, es mucho más fácil que terminen en nuestro salón o despacho.
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