Universal denuncia a Grooveshark, ¿el fin del streaming de música gratuito?
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A mediados de abril de este año, el líder europeo de música en streaming, Spotify, anunciaba que limitaba sus cuentas gratuitas con tal de incentivar el registro de pago de sus usuarios. Esta polémica decisión, aunque comprendida como una forma de salir adelante y ser un negocio rentable para artistas y discográficas, no gustó al grueso de su público, que empezó a usar otros servicios como alternativa.
Sin duda, la gran beneficiada de aquel error estratégico ha sido Grooveshark, una página web en el que los usuarios comparten de forma gratuita y sin ánimo de lucro centenares de miles de canciones de todo tipo de artistas, convirtíendola en una de las bibliotecas musicales más grandes de Internet. Interesante para los usuarios, pudiendo escuchar todo tipo de música de forma gratuita (incluso más que la del catálogo de Spotify), aplicaciones gratuitas para el móvil, y posibilidades similares en cuánto a lo social (puedes compartir enlaces de canciones y álbums en Facebook o Twitter).
Todo iba de cara para
Entrar en el viejo debate de la piratería parecería más típico del 2000 y de la guerra contra Napster y los P2P, y no estamos en ese momento. Lo que entonces era una moda ahora es una forma de vida, y si antes Internet era una novedad en la música, ahora es la mayor plataforma de distribución y promoción de la obra de los artistas. Y dejamos atrás formatos físicos como el CD por otros como el MP3, reproducible desde cualquier ordenador o dispositivo móvil de la actualidad.
Pero, ¿es que la música debe ser gratis? ¿Tenemos derecho a disfrutar de ella sin pagar un duro? Mientras varios sellos retiran día a día su catálogo de Spotify al ver que no les es rentable y la guerra contra Grooveshark sólo acaba de empezar, es inevitable pensar qué ha ido mal. ¿Tan distinto es el streaming con lo que nos ha aportado la radio tradicional? ¿Es que antes pagábamos por escuchar nuestros artistas favoritos en nuestras emisoras favoritas?
Una vez más, la guerra la protagonizan dos actores que lo único que buscan es lucrarse del trabajo ajeno. Ni Grooveshark ni Universal hacen canciones, solo las usan para beneficiarse económicamente. Ambas sirven para promocionar a los artistas, para darles a conocer y como plataforma de distribución de canciones. ¿Qué las diferencia? La ley. Poco más que eso. Ni una es la salvadora de la música ni la otra es el ostracismo rancio de la vieja industria. Son dos caras de una misma moneda.
No olvidemos que, más allá de discográficas y páginas web, aquí quienes están sufriendo una vez más son los que menos lo merecen, los artistas y compositores, ajenos como siempre a estas peleas que sólo buscan el dinero fácil bajo el pretexto de “mirar por el bien de la cultura”. Ellos son los que hacen canciones, y los que deberían ser remunerados.
Tal vez deberíamos dejar de mirar al dedo apuntando a la luna, y empezar a fijarnos en la luna. Y dejar de pensar en nosotros mismos, por un momento, y agradecer como es debido a los artistas que nos gustan y nos hacen disfrutar.