Puede que la creatividad humana no tenga límites, pero no es menos cierto que es muy fácil que a dos personas diferentes se les ocurra lo mismo, sin que estén influenciadas la una por la otra. Algo que puede ser un verdadero problema legal si lo que se les ha ocurrido es, por ejemplo, una canción.
No es raro encontrarse temas que se parecen mucho entre sí; y aunque en ocasiones no son más que un burdo intento de copiar lo que tiene éxito, en muchas otras es mera casualidad. Lo malo es que es difícil demostrar que un músico no ha sido influenciado de ninguna manera por otro, y en esos casos la justicia se puede poner del lado del damnificado.
Es un problema que, si lo piensas, no tiene mucha lógica. Sólo existe una cantidad finita de melodías posibles, pero no todas son buenas o agradables para el oído humano; así que sólo es lógico que dos músicos puedan llegar a la misma conclusión de manera independiente.
El algoritmo que crea melodías
Dos músicos y programadores, Damien Riehl y Noah Rubin, decidieron enfrentarse a este problema de la manera más lógica posible; si el mero hecho de que haya alguien al que se le haya ocurrido la misma melodía, es suficiente para condenar a un artista, entonces la solución es que esa melodía sea de uso abierto.
Así, decidieron desarrollar un nuevo algoritmo que generase todas las melodías posibles, las registraron como propias, y a continuación las liberaron con una licencia abierta que permite que cualquier persona las use para lo que quiera; sí, incluso para crear nuevas canciones, sin necesidad siquiera de ponerles como autores.
En concreto, el algoritmo registró todas las combinaciones posibles de melodías de ocho notas y 12 compases usando MIDI. Es una técnica con muy poco arte detrás, pero relativamente efectiva, ya que es imposible crear una melodía que no haya sido creada ya de esta manera con esos términos. De esta manera, el algoritmo empezó a generar melodías, a un ritmo de 300.000 por segundo.
Al estar en formato MIDI, estas melodías no son más que secuencias números que pueden ser almacenados y registrados. La lógica de Riehl es que si las melodías no son más que números, eso significa que son matemáticas, que no tienen copyright.
¿Es la música simple matemáticas?
Es por eso que Riehl y Rubin han liberado el código fuente del algoritmo usado, así como todas las melodías generadas de esta manera, con una licencia Creative Commons Zero; hay varios tipos de licencias CC, pero esta es la más libre, funcionando de manera similar al dominio público. Por lo tanto, en teoría cualquiera puede crear una canción con una melodía similar a una de las generadas, y no podría ser demandado por ello. Las melodías se pueden descargar desde The Internet Archive, y ocupan más de 1.200 GB.
Por supuesto, todo esto funciona bien sobre el papel, pero la gran duda es si funciona en la práctica. Crear una melodía no es lo mismo que ser su propietario, e incluso se podría alegar que esos números no tienen el valor intrínseco que sí le puede dar un artista de verdad. La esperanza de estos programadores, como apuntan en Vice, es que, si la cuestión es sólo si una melodía ha sido copiada, este proyecto pueda echar atrás la demanda; en otros casos más complejos, como copiar toda la canción, sería más complicado.
Probablemente hasta que no empiecen las demandas no sabremos el verdadero impacto de esta publicación, pero por el momento la idea es, como mínimo, curiosa.