Fotomontaje con Elon Musk y el logo de Twitter

Fotomontaje con Elon Musk y el logo de Twitter M.F./Getty Images/Twitter Omicrono

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El ‘tiro por la culata’ de Elon Musk: Twitter revisa si los bots decidieron el referéndum en su contra

La posible renuncia de Musk como CEO de Twitter demuestra que los principales problemas de la plataforma son muy difíciles de resolver. 

20 diciembre, 2022 03:23

"¿Debo renunciar como jefe de Twitter?". La pregunta de Elon Musk a través de un tuit todavía resuena, también en España, mientras asistimos entre el asombro y la estupefacción a los dos meses en los que el magnate y gurú tecnológico ha convertido la red social en una montaña rusa al borde del descarrilamiento. El fracaso de Musk es la enésima demostración de lo difícil que es convertir Twitter en una plataforma que dé beneficios y, además, no sea un nido de bots dispuestos a acabar con quien haga falta, incluido su propio CEO. 

La estrambótica entrada de Musk a las oficinas de Twitter a finales de octubre, después de meses de tira y afloja con los propietarios de la red social para su adquisición, parecía marcar un antes y un después en el rumbo de la red del pájaro azul. El considerado como segundo hombre más rico del mundo, responsable de revolucionar la industria de la automoción con Tesla y la de la aeronáutica espacial con SpaceX, podía haber sido un revulsivo para atajar algunos de los problemas de la plataforma, como la desinformación, las cuentas falsas, errores en su algoritmo o las posibilidades de monetización de sus usuarios.

Menos de dos meses después, el propio Musk parece haber provocado su salida convocando una encuesta vinculante que se ha saldado con la mayor participación de la historia de Twitter (17,6 millones de votos, con el 57,5% a favor), lo que debería implicar su renuncia como CEO si se atiene a su promesa. Uno de sus tuits, justo después de convocar este peculiar referéndum, estaba a mitad de camino del augurio y la sentencia: "Como dice el refrán, ten cuidado con lo que deseas, ya que podrías conseguirlo".

Son muchas las voces, sobre todo desde el ala derecha de la política estadounidense, que apuntan a la posibilidad de que haya sido un ejército de bots el que haya decidido la encuesta. El ominoso silencio de Musk y de la propia compañía tras el resultado desfavorable también parece apuntar a que en Twitter están revisando a fondo quiénes y cómo han participado y si se puede impugnar esa encuesta o cambiar las reglas sobre la marcha para que sólo puedan votar quienes pagan por Twitter Blue.

Kim DotCom, fundador de Megaupload y cercano a las ideas conspiranoicas de QAnon, le contestaba a su manera en Twitter: "es imprudente hacer una encuesta como esta cuando ahora eres el enemigo número 1 del Estado Profundo. Tienen el mayor ejército de bots en Twitter. Tienen 100.000 'analistas' con 30-40 cuentas que votan en tu contra. Vamos a limpiar y luego ejecutar esta encuesta de nuevo. La mayoría tiene fe en ti". Un reciente reportaje publicado en Rolling Stone, señalaba precisamente cómo varios exempleados de la compañía denunciaban que las encuestas de Twitter "son imanes para bots y otras cuentas falsas. Están literalmente diseñadas para el spam y la trampa". 

Los problemas de Twitter

Sea como sea, Musk, principal valor de Twitter y autoproclamado adalid de la libertad de expresión para enfrentarse al ambiente tóxico que reina en la red social, ha sido incapaz de enderezar una plataforma en la que, si eres un trol, puedes salir 'troleado'.

Cuando en abril empezaron las polémicas negociaciones para la compra de Twitter, las carencias de la red social y las inteniones de Musk parecían claras. Musk pretendía "desbloquear" el "extraordinario potencial" de Twitter, en sus propias palabras. El principal objetivo, en el que basó también buena parte de su estrategia negociadora, era desterrar las cuentas falsas, el spam y los bots, que todavía se cuentan por millones: se estima que entre el 10 y el 14% de los cerca de 370 millones de usuarios de Twitter no son humanos.

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El recuento de bots es crucial, porque los anunciantes son la principal fuente de ingresos de la compañía y exigen saber a cuántos perfiles reales llegan cuando compran espacios publicitarios. Hasta ahí los motivos económicos, pero también los hay éticos y legales. Por inacción o por omisión, Twitter ha permitido que gobiernos, grupos de presión e incluso bandas criminales acumularan auténticos ejércitos de cuentas falsas para amplificar campañas de desinformación o acosar a adversarios políticos o empresariales.

Soluciones en pruebas como la etiqueta que indica qué cuenta es un bot o la pensada para identificar a los perfiles con números de teléfono verificados no acabaron de cuajar y fueron el anticipo del caos posterior. Nada parece haberse arreglado: el problema sigue siendo uno de los de mayor magnitud a los que se enfrentan Twitter y otras redes sociales. 

Otro de los deseos expresados por el dueño de Tesla y SpaceX antes de la adquisición tenía que ver con que Twitter fuera una plataforma de código abierto. En marzo, Musk se dedicó a lanzar una serie de tuits hablando específicamente del funcionamiento de la red social, criticando el algoritmo de selección de contenido personalizado de la plataforma. Poco después, publicó una de sus ya famosas encuestas preguntando a sus seguidores sobre si dicho algoritmo debía de ser de código abierto: el sí fue rotundo con un 80% de usuarios a favor.

A pesar de sus intenciones, Musk no ha dado ningún paso hacia ese objetivo en el poco tiempo que ha ejercido como CEO. Y es algo crucial, porque el algoritmo es lo que se utiliza para decidir qué contenido recibes, basándose en una serie de factores como las cuentas con las que interactúas, lo viral que es un tuit o cómo interactúan otras personas que conoces con él. Hacerlo público supondría un acto de transparencia inédito hasta la fecha y evitaría, supuestamente, las tentaciones de manipulación por parte de la empresa.

Las soluciones de Musk

Desde su desembarco definitivo como CEO de la empresa, Musk ha convertido Twitter en algo parecido a un tren de la bruja: nunca sabes lo que va a salir del túnel o de dónde vendrá el siguiente susto. Las primeras decisiones fueron puramente económicas: ahorro de costes laborales y generación de ingresos a través de Twitter Blue.

Para ello despidió a 3.700 personas, prácticamente el 50% de la plantilla de la empresa, incluidos sus trabajadores en España. A los que se quedaron tras esa criba inicial, les ha dado ultimátums de 24 horas para aceptar unas condiciones draconianas. Otros no han tenido tanta 'suerte': los ha despedido fulminantemente por llevarle la contraria en Twitter

Elon Musk entrando en Twitter

Elon Musk entrando en Twitter Omicrono Omicrono

La escasez de trabajadores tuvo consecuencias inmediatas: Twitter no tiene suficiente personal como para mantener eficazmente su sistema de moderación de contenidos por derechos de autor. De este modo, no es capaz de detectar buena parte del contenido audiovisual protegido y eliminarlo de la plataforma, permitiendo a los usuarios compartir series y películas completas en Twitter.

En cuanto a los ingresos, su apuesta pasaba por convertir a la mayor cantidad de usuarios de Twitter posible en suscriptores de pago. Empezó la 'puja' de los verificados con 20 dólares al mes y, tras regatear públicamente con Stephen King, quien quiera acceder a Twitter Blue y sus ventajas entre ellas, la opción de editar tuits tendrá que pagar 8 dólares (11 en el caso de los usuarios de iOS, para evitar los porcentajes de la Apple Store).

El problema, como con otras decisiones de Musk durante su caótico reinado, no es solo la solución propuesta sino la confusión generada: unas políticas poco claras provocaron un aluvión de cuentas falsas que contaban con verificación. A los pocos días, se implementaron nuevas insignias de colores que todavía resultan confusas. Además, algunas de las funciones prometidas a los usuarios de Twitter Blue, como la de ver menos publicidad o aparecer más arriba en las respuestas, ni están ni se las espera.

Lo más peliagudo de las últimas semanas de Musk como CEO de Twitter ha estado relacionado con la libertad de expresión. Primero propuso una encuesta para restaurar miles de cuentas suspendidas por incumplir las reglas de Twitter, entre ellas la de Donald Trump. La amnistía se produjo, pero hasta Trump le ha dado 'calabazas'. 

La cuestión es que son precisamente esas reglas, de cumplimiento obligado para todos los usuarios, las que Musk ha cambiando constantemente y a su antojo sin tener en cuenta las consecuencias. Aunque prometió que no lo haría, suspendió la cuenta Elonjet, que seguía los viajes de su jet privado, y también las de periodistas de grandes medios de comunicación que informaban sobre él. Después de otra encuesta los 'indultó', pero el mal ya estaba hecho.

Su última ocurrencia, anunciada en plena final del Mundial de Qatar con el propio Musk presente en el estadio, fue la de eliminar las cuentas y enlaces que promocionen otras redes sociales como Facebook o Instagram. Al comprobar la repercusión, también dio marcha atrás e incluso pidió perdón, pero su intensa etapa como CEO de Twitter parece haber tocado a su fin

A su paso, lo que ha provocado ha sido un éxodo de usuarios a una plataforma rival como Mastodon, la pérdida de valor de la empresa (y las de sus otras compañías, con Tesla a la cabeza, reducido su valor en bolsa a la mitad en el último año) y la congelación de la inversión publicitaria de grandes anunciantes. Si Musk no ha sido capaz de salvar Twitter, ¿quién lo conseguirá?

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