Síndrome de Capgras, o del sustituto impostor.
Hoy, hablaré (para variar) de un trastorno mental. El Síndrome de Capgras es muy interesante y hay que tenerlo en cuenta por si alguna vez alguien quiere acabar con nosotros. Eso no significa que tengamos que pasarnos el día preocupados por si nuestro compañero de clase, vecino, o lo que sea nos intente asesinar, pero, si se terciase el caso, no estaría de más comprender sus motivos, porque quizás no se deban a la pura maldad. Quizás nuestro agresor lo esté haciendo en defensa propia sin darse cuenta. Puede ser que padezca Síndrome de Capgras y, por consiguiente, esté más asustado de nosotros que nosotros de él/ella.
El síndrome de Capgras (nombrado a partir del psiquiatra Joseph Capgras, quien fue el primero en describirlo) constituye un trastorno en el que el paciente está totalmente convencido de que su amigo, pariente, etc. ha sido reemplazado por un impostor de aspecto físico idéntico. Como consecuencia, intenta acabar con lo que cree que es una persona maléfica disfrazada. También puede darse el caso de que huya despavorido de nosotros, pero la agresividad suele aflorar con más frecuencia. Esto puede darse de forma aguda ó crónica, y es muy común en pacientes diagnosticados con esquizofrenia, aunque también hay más factores relacionados, como daños cerebrales, demencia… también se lo ha llegado a asociar con diabetes, hipotiroidismo, e incluso migrañas especialmente acusadas. Es más común en las mujeres, padeciéndolo tres féminas de cada dos hombres. Yo, personalmente, no lo padezco, pero según el DSM-IV, hay gente que sí.Si cogiésemos a un paciente que padezca este síndrome y le hiciésemos una resonancia magnética, lo más común sería ver lesiones subcorticales bilaterales en las regiones occipitotemporales y frontales del cerebro. Estos resultados asocian el síndrome de Capgras con otros déficits neuropsicológicos, de los cuales destaca la prosopagnosia. La prosopagnosia consiste en no reconocer los rostros de las personas, pero de eso ya hablaré en otro artículo, que el DSM-IV es muy largo y hay mucho que contar al respecto.
Aún así, si padeciésemos el síndrome de Capgras, no tendríamos miedo de todo el mundo. Me explico: sé de una paciente, una señora mayor, que llegó a creer que su marido era en realidad el fantasma de su padre (fallecido hacía años), disfrazado. La pobre mujer estaba aterrorizada, de modo que se pasaba el día encerrada en el cuarto de baño de su casa, y un día se dirigió furtivamente a la casa de su hijo y le pidió una pistola para acabar con la vida de su esposo. Reconocía, pues, a otros miembros de su familia, pero a su marido no. Algo en lo más profundo de su subconsciente le decía que aquel caballero no era su cónyuge, sino un difunto progenitor que, adoptando la forma de su esposo, trataba de engañarla.
La hospitalizaron, desde luego. Y la examinaron concienzudamente con el propósito de dar con las causas de este trastorno mental.
Como he comentado previamente, la prosopagnosia juega un papel primordial en la etiología de este síndrome. La importancia de dicha prosopagnosia radica en que los pacientes que la padecen no reconocen las distintas caras pero sí los distintos objetos visuales. Sin embargo, los pacientes con Síndrome de Capgras mostraron, al llevar a cabo un “reconocimiento facial” (ó intento del mismo) una activación vegetativa. Esto significa, básicamente, que para reconocer el rostro de una persona existen dos mecanismos, uno consciente y el otro inconsciente. Este último mecanismo es el que peligra cuando tratamos este trastorno, porque es lo que le dice al paciente “¡ten cuidado! ¡algo falla aquí! ¡aunque eso te parezca la cara de tu marido, no lo es!”. Y entonces el paciente se asusta, y la víctima (en este caso, el marido) aún más.
Como la mayoría de los trastornos psiquiátricos, este síndrome se puede tratar con fármacos y/ó psicoterapia.
Finalmente, me gustaría añadir que el propósito de este artículo no ha sido puramente didáctico, sino también de concienciación. Si alguna vez pensamos que nuestro vecino de enfrente que pasea a ese chihuaha tan mono es un impostor, pensémonoslo dos veces. Puede ser que se trate de un fantasma disfrazado de ciudadano feliz que saca a su perrillo a dar una vuelta. Pero es bastante más probable que seamos víctimas del síndrome de Capgras. Ahí lo dejo.