Ver la televisión puede hacerte mejor persona
Hace poco más de un año os hablamos de la mala relación que había entre ver la televisión y la educación, pues tan solo un 23% de su contenido es educativo, algo terrible para los más pequeños que están el doble de horas delante de la televisión que en el colegio (al menos, en Estados Unidos). Ahora bien, a nivel emocional, ¿la televisión puede hacernos mejores personas?
Según una nueva investigación, a cargo del psicólogo Tom Farsides y sus colegas de la Universidad de Sussex, los personajes de cine o televisión pueden inspirarnos para ser mejores personas. Eso sí, siempre y cuando los espectadores nos tomemos tiempo en reflexionar sobre el papel de dichos personajes en la película o serie de turno.
Según los informes analizados por este grupo de investigadores, cuyo estudio ha sido publicado en el Journal of Applied Social Psychology, los espectadores son más propensos a imitar personajes que evocan tanto la admiración como la aspiración. Es decir, intentan imitar aquellos comportamientos de los personajes que ellos mismos se ven capaces de realizar. Eso si, según estos científicos, para convertir estos sentimientos positivos en comportamientos altruistas reales es necesario una reflexión personal de cada telespectador por su parte, dedicándole el tiempo necesario.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores llevaron a cabo dos estudios. En el primero de ellos 85 estudiantes de secundaria vieron un conjunto de imágenes de la película El Club de Los Poetas Muertos (1989):
“Un DVD mostró un profesor empático e inspirador (Robin Williams) diciéndoles a los estudiantes cómo deben aprovechar el día. El énfasis está en la preocupación del profesor por cada uno de sus estudiantes (el personaje no está predicando la empatía o el altruismo, sino que lo demuestra). En el otro DVD se describieron enseñanzas más convencionales, donde los estudiantes aprenden la mejor manera de evaluar o crear poesia”
Después de ver la primera película, a la mitad de los estudiantes se les pidió reflexionar personalmente sobre lo que acababan de ver con preguntas como “¿qué te impide ser un poco más como él?”. A la otra mitad se les pidió recordar algunos detalles de las escenas, sin hacer ningún tipo de pregunta de reflexión o implicación emocional. Por último, todos los estudiantes rellenaron una encuesta de 21 preguntas que midieron su inclinación a actuar de manera altruista.
Según los resultados, los estudiantes que vieron las escenas más conmovedoras tenían más tendencia a actuar de manera altruista, pero solo si habían reflexionado sobre el significado de dichas escenas y las implicaciones de la película. Esto evidenciaría de forma empírica que el Efecto Don Quijote, donde la reflexión puede cerrar la separación entre identificarse con un personaje y directamente actuar como él, es real. Es decir, podemos llegar a identificarnos con un personaje hasta el punto de “imitarlo”, siempre y cuando reflexionemos sobre su forma de actuar.
El segundo experimento fue similar, pero con 29 estudiantes de medicina de Reino Unido que vieron 15 minutos de clips de programas médicos y películas, donde los profesionales sanitarios actuaban de forma muy empática y altruista delante de personas vulnerables.
Tras el visionado de los programas, la mitad de ellos respondieron a una serie de preguntas, como “Si se le colocara en una situación similar a estos personajes, ¿habría actuado como ellos?”. A la otra mitad se le hicieron preguntas sobre su opinión dentro de las normas del trabajo médico, sin sentimientos personales de por medio.
Como en el anterior estudio, el resultado reflejó que los que habían reflexionado emocionalmente sobre lo que habían visto tenían una respuesta emocional más intensa. Por otra parte, los que tenían que hablar sobre las normas profesionales respondían que lo que habían visto era excesivo dentro de las normas, “demasiado altruista” para lo que debería ser.
Como veis, el problema no es “ver la televisión”. El problema es “que ver”, y reflexionar emocionalmente sobre lo que vemos, pues ahí está la clave de nuestro comportamiento.
Vía | Salon.