¿Cuándo sucedió? La neurociencia de nuestros viejos recuerdos
Hace poco encontré un artículo con curiosidades históricas que replanteaban nuestra percepción del tiempo. En él se comprueba que cuando salió la primera película de Star Wars (en 1977) aún se realizaban ejecuciones con guillotina en Francia, o que la Universidad de Harvard se fundó mucho antes que la aparición del cálculo matemático (Harvard se inauguró en 1636 y la primera obra sobre cálculo creada por Leibniz fue en 1684). Este tipo de afirmaciones nos hace plantearnos que quizá los sucesos históricos en nuestra mente estén más desordenados de lo que esperamos, y si esto sucede con la historia; ¿qué sucede en nuestro día a día? ¿Somos capaces de ordenar cronológicamente con precisión eventos que nos hayan ocurrido, o fallamos más de lo que esperamos?
La neurociencia de la memoria
La neurociencia de la memoria ha tomado relativa importancia en un campo completamente diferente: el derecho penal. Saber con qué fiabilidad podemos recordar una sucesión de hechos permitiría confiar más o menos en la declaración de testigos presenciales. Cada vez hay más pruebas de que nuestra memoria es bastante mala si queremos datos muy exactos, ya que tiende a resumir hechos, cambiar recuerdos o incluso crear recuerdos falsos con solo un poco de sugestión. Incluso en los recuerdos más emotivos, que suelen ser los más exactos (por ejemplo, el recuerdo de lo que estábamos haciendo el 11 de marzo) se puede acabar modificando el orden de los sucesos. Hoy en día, muchos españoles afirman que durante el golpe de estado del 23 de Febrero de 1981, pudieron ver en la televisión en directo lo que sucedía en la cámara; pero la realidad es que las grabaciones fueron emitidas al día siguiente.
Actualmente los neurocientíficos especializados en memoria coinciden en que lo que llamamos recuerdos son en realidad patrones de actividad de neuronas, capaces de disparar señales juntas en un patrón determinado. Cada uno de estos patrones serian propiamente un recuerdo, y las conexiones entre estas neuronas se fortalecería cada vez que repitiéramos el recuerdo. Pero si esto es así, ¿cómo podemos considerar un recuerdo lejano o cercano en el tiempo? Con esta hipótesis, un recuerdo cercano repetido muchas veces en nuestra cabeza, y un recuerdo lejano de nuestra infancia, serían muy similares para nuestro cerebro. Sin embargo, no tenemos ningún problema en aproximar el tiempo de cada uno. ¿Cuál es el truco?
El estudio de la generación de nuevos recuerdos
Para estudiar este fenómeno, el equipo de la neurocientífica Lila Davachi reunió a 21 voluntarios y los sometió a una prueba de resonancia magnética para medir los niveles de actividad del hipocampo, la región cerebral implicada principalmente en la generación de nuevos recuerdos. Durante la prueba se proyectaban imágenes de caras de personas alternadas con paisajes. La idea es que las caras y paisajes creen nuevos recuerdos, similares a los que se producirían cuando conocemos a diferentes personas en una fiesta.
Después de las proyecciones preguntaban a los voluntarios por parejas de caras en concreto de la sucesión, y cuanto tiempo había transcurrido entre la aparición de una y la otra. Lo que los voluntarios no sabían es que todas las parejas de rostros que les estaban pidiendo comparar habían salido con la misma distancia de tiempo, 16 segundos.
Los resultados obtenidos de la resonancia eran interesantes. La actividad hipocampal en todos los voluntarios era elevada cuando decían que las dos caras estaban cercanas en la sucesión. En cambio, cuando la actividad en el hipocampo disminuía, los voluntarios creían que la diferencia de tiempo de aparición entre las caras era más lejana de lo que era en realidad. De este modo parece que el hipocampo es necesario para calcular las diferencias de tiempo entre recuerdos.
El hipocampo es la clave
Aún hay mucho que investigar en este campo. El hecho de que el hipocampo sea importante calcular la antigüedad de los recuerdos no encaja tan bien con lo que sabemos actualmente sobre la memoria. El hipocampo está implicado en la adquisición de nuevos recuerdos, pero no en su almacenamiento (en ese caso, se cree que los recuerdos se acumulan en la corteza cerebral). Cuando el paciente HM perdió sus hipocampos no era capaz de recordar el día a día, pero si recordaba a su familia, su nombre, y su vida antes de la operación. Esto indicaría que la información temporal no se acumula exactamente en el recuerdo, sino que este recuerdo debe procesarse por otras estructuras para tener la información temporal.
Además, enfermedades como la esquizofrenia a veces sufren de modificación en la información temporal de sus recuerdos, provocando ilusiones de conexión de recuerdos como simultáneos, aunque realmente estén lejanos en el tiempo, creando relaciones causa-efecto ficticias (por ejemplo, mi padre jugó conmigo a los coches y por eso fui a esa fiesta ayer). En la actualidad, la doctora Davachi está buscando voluntarios con esquizofrenia para repetir el mismo experimento y buscar respuestas.
La antigüedad de los recuerdos nunca había dado tanto juego.
Fuente | LiveScience