¿De dónde procede la cara que ponemos cuando expresamos enfado?
La próxima vez que nos enfademos, mirémonos al espejo. Veremos el ceño fruncido, los labios más estrechos y la nariz ensanchada. Eso lo que los científicos sociales denominan “cara de ira”, y que parece formar parte de nuestra biología básica como seres humanos. De hecho, esta expresión se da en todas las culturas, e incluso niños con ceguera congénita hacen esta misma cara sin siquiera haber visto una.
Ahora, investigadores del centro UC Santa Bárbara (Estados Unidos) y de la Universidad de Griffith (Australia) han identificado las ventajas funcionales que provocaron la aparición específica y la evolución de esta cara. Sus hallazgos se han publicado en la revista Evolution and Human Behavior.
La expresión de la ira emplea siete grupos de músculos distintos que se contraen de manera muy estereotipada. Los investigadores partieron de la base de la voluntad de comprender por qué la evolución eligió esas contracciones musculares particulares para señalar el estado emocional de ira.
El papel de la ira en la sociedad
La investigación actual forma parte de un conjunto más amplio de estudios que están tratando de examinar la función evolutiva de la ira. Investigaciones anteriores, como indican los expertos, mostraron que la ira se desarrolló para motivar el comportamiento de negociación efectiva durante conflictos de interés. Al parecer, cuanto mayor es el daño que una persona puede infligir, más poder de negociación ésta ejerce.
Asimismo, este principio general de negociación a través de la amenaza se aplica a los seres humanos. De hecho, también en trabajos anteriores los expertos fueron capaces de confirmar las predicciones de que los hombres más fuertes se enfadan con más facilidad, luchan más a menudo, se sienten con derecho a un trato más desigual, y suelen resolver los conflictos más en su propio favor, más aún, en favor de soluciones militares, que los hombres físicamente débiles.
Ira para parecer más fuertes
Partiendo de la hipótesis de que la ira es una emoción basada en la negociación, los investigadores pensaron que el primer paso es comunicar a la otra parte de que el acontecimiento que desencadena la ira no es aceptable, y que el conflicto no terminará hasta que se alcance un acuerdo implícito. Esto, dicen, es la razón por la cual emoción de la ira tiene una expresión facial asociada a la misma.
No obstante, la ira no señalaría tan sólo el inicio de un conflicto. En este sentido, cualquier expresión facial distintiva podría llevar a cabo esta función. Su hipótesis es que la cara de enojo tomó esta forma específica al ofrecer algo más a quien la expresaba: cada elemento está diseñado para ayudar a intimidar a los demás, haciendo que el individuo enojado parezca más capaz de hacer daño si la situación no se apacigua.
Ante esta hipótesis, en el contexto de nuestros antepasados, una mayor fuerza del cuerpo dio lugar a una mayor capacidad para causar daño, de modo que la cara de ira debía, por fuera, mostrar esta fortaleza física de quien la hacía. En resumen, la función de la cara de la ira sería la intimidación.
Mediante el empleo de caras generadas por ordenador, los investigadores constataron que cada uno de los componentes individuales de la cara de ira hacía que aquellas personas generadas por ordenador parecieran físicamente más fuertes. Por ejemplo, la característica más común de la cara ira es el ceño fruncido. Los investigadores tomaron una imagen computarizada de un rostro humano promedio y luego la transformaron de dos maneras: una foto mostraba la frente baja y la otra, una ceja levantada. Con tan sólo este componente, ninguna de las dos caras parecía de enojo, pero cuando estas dos caras se mostraron a varios voluntarios, estos informaron que la cara con el ceño fruncido parecían pertenecer a individuos físicamente más fuertes.
El experimento se repitió con cada uno de los otros componentes principales de la cara de ira clásica y, efectivamente, los resultados fueron los mismos.
Fuente | Science Daily
Imagen | .digitale