¿Sabías que antiguamente teníamos que reciclar la penicilina de la orina?
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En 1928 ocurrió un hito histórico, un acontecimiento que cambiaría por completo la medicina. Esa fecha se nos tiene que quedar marcada en la mente, pues en ese año Alexander Fleming descubrió, por casualidad, la penicilina, un antibiótico que ha salvado innumerables vidas.
Sin embargo, no creas que el mundo retozaba de alegría por ese hallazgo tan extraordinario; todo lo contrario, apenas se le prestó atención al asunto porque había un gran obstáculo que todavía se tenía que resolver: la producción masiva de este antibiótico.
En realidad, se necesitaron 10 años más para aislar el principio activo y probar en humanos el primer antibiótico de la historia. Después, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, se invirtió el dinero suficiente para que la penicilina se produjera en grandes cantidades.
Resulta paradójico ver que un descubrimiento tan relevante como la penicilina no acaparara la atención suficiente en aquella época. Este ejemplo ilustra perfectamente lo que ocurre con frecuencia en ciencia. A día de hoy, se están realizando descubrimientos en muchos campos científicos que van a revolucionar por completo el futuro, que mejorarán sin lugar a dudas nuestro día a día en todos los aspectos. Sin embargo, ¿qué es lo que ocurre siempre? Que desde que se hace el descubrimiento hasta que se comercializa, hasta que se puede acercar definitivamente a la gente, suelen pasar muchos años.
Reciclábamos la penicilina de la orina para satisfacer las demandas
Actualmente, vivimos en otro periodo muy diferente, en el que podemos abastecer las demandas de penicilina de la población sin ningún tipo de problema; no obstante, esto no siempre ha sido así, ya que cuando empezamos con la producción en masa de este antibiótico por aquellos años, no podíamos fabricar la cantidad necesaria para cubrir a todos los pacientes.
¿Qué método tuvimos que aplicar? Efectivamente, reciclar la penicilina de la orina. De esta manera, fuimos capaces de extraer y aislar la penicilina activa de la orina con el objetivo de cubrir las demandas de los pacientes.
“Del 40-99% del antibiótico se excreta en la orina en su forma totalmente funcional aproximadamente tras las 4 horas de su administración gracias a nuestros riñones eficientes y trabajadores. Debido a esta característica distintiva de su farmacocinética, la penicilina podía ser extraída de la orina cristalizada de un paciente tratado y luego usarse para tratar a otro paciente cercano que estaba agonizando por una infección bacteriana grave”, explica Rebecca Kreston en el blog Body Horrors en Discover Magazine.
Hoy en día, no nos hace falta recurrir a esta técnica puesto que el ritmo de producción de penicilina que hemos alcanzado nos permite cubrir fácilmente las necesidades de la población. Pero a lo mejor en un futuro tendremos que recurrir a ellas para satisfacer las demandas de los pacientes de una manera más eficiente, quién sabe.
Fuente: Smithsonianmag