No, tu médico no sabe cuál es esa "pastilla pequeña y blanca"
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“Sí doctor, esa pastilla pequeña y blanca, seguro que sabe cual digo…” Frases como esta, donde podemos sustituir “pastilla pequeña y blanca” por cualquier otro adjetivo: Grande, mediana, redonda, cuadrada, romboidea, hexagonal… Y los colores, a la par. Este tipo de frases se oyen continuamente de parte de muchísimos pacientes, cada día, en cada consulta de España (y supongo que del mundo). Sí, es evidente que dichos pacientes no lo hacen o dicen con mala intención, pero un médico puede saber muchas cosas, y entre ellas no se encuentran saber de que “pastilla pequeña y blanca” se les habla. Hay otras formas de poder apoyar a nuestro médico a saber de lo que hablamos.
Las múltiples formas y colores de los fármacos
No nos equivoquemos, aunque no le parezca le estoy poniendo mucho sentido del humor al asunto, porque tiene su gracia. De estudiante veía como mis médicos de prácticas se hacían cruces cada vez que venía el típico señor (o señora) mayor y decía la famosa frase de la “pastilla pequeña y blanca“, porque por lo visto son las formas y colores más típicos, y sabemos que los colores afectan al cumplimiento del tratamiento.
Pero no siempre son personas mayores, sino que las hay jóvenes también, y me refiero a jóvenes que conviven con el mundo de la tecnología y saben también que existen miles de formas de una pastilla con el simple hecho de que sea el mismo medicamento, pero de una marca diferente. Las farmacéuticas no lo hacen para marear la perdiz (cosa que en algún momento he pensado, pues marean a los pobres pacientes, y ellos vienen a marearnos a nosotros, sus médicos, sin querer claro); pero es cuestión de patentes y demás.
Con esto quiero decir que tanto las personas jóvenes, como las mayores si se toman más de un medicamento a largo plazo, saben que hay formas de informar a sus médicos de la medicación que toman. Sin ir más lejos hace unos días vino una señora mayor con su hijo a urgencias, y me dijo esa terrible frase. La cara de poker que puse debió impactarle, porque si ya cuesta retener los nombres de las marcas de medicamentos imaginaos tener que saberse su forma y color (como dato, en las carreras sanitarias donde se estudia farmacología se aprenden los nombres genéricos de los fármacos, y no las marcas, las cuales varían de una farmacéutica a otra aunque sea el mismo medicamento y tenga el mismo efecto).
Pero, como digo, hay muchas formas hoy en día de poder comunicar a nuestro médico la medicación, y no estar continuamente confiando en que el ordenador tendrá toda la información, pues a veces este camino falla. En España el sistema informático sanitario está terriblemente disgregado, y si somos por ejemplo de Galicia y estamos de vacaciones en Cataluña, habrá muchos datos de salud que el médico de allí no podrá saber de nosotros si no los contamos, pues en su sistema informático no saldrán.
Una crítica constructiva a los pacientes, y algunos métodos para cambiar
Aunque lo parezca, y perdonadme si es así, no estoy echando la bronca a nadie. Evidentemente cuando los pacientes vienen diciendo “esa pastilla de tal forma y color” o “seguro que la medicación que tomo sale en mi historia clínica en el ordenador, ¿no, doctor?“, no lo hacen con mala fe. Realmente creen que es así de fácil, pero muchas veces no lo es.
Un médico puede saber muchas cosas, pero existen miles de medicamentos (y por eso no es raro ver libros como el Medimecum o Vademecum en la mesa de una consulta, por si es necesario usarlos), con sus miles de marcas, y sus miles de formas y colores.
Por suerte, hoy en día tenemos algunas opciones a mano para poder informar sobre nuestra medicación a un nuevo médico si fuese necesario:
1. La receta electrónica: En algunas zonas de España, aunque desconozco si se usa en todo el país, existe la llamada receta electrónica. Consiste en la aplicación de una receta que se va actualizando a medida que tengamos unas recetas u otras, y los medicamentos crónicos siempre salen en ella. En ocasiones pueden consultarse por el médico vía online, pero si por ejemplo nos encontramos fuera de nuestra población, puede ser problemático. La mejor idea es llevarla siempre encima y enseñarla. Es el método más exacto y fiable, y de gran ayuda para el médico.
2. Hacer fotos: Otra idea, más “rudimentaria” por decirlo así, es hacer fotos a la parte frontal de la caja de cada medicamento, dejando ver su nombre y dosis de cada comprimido. No es la mejor opción, pues la mejor de todas es llevar la receta electrónica impresa, pero es mejor que nada. Hoy en día los smartphones forman parte de nuestras vidas, así que no es una tarea complicada.
3. Llevar las tapas o cajas de los medicamentos: Por último, este es un método que usan muchos pacientes, sobre todo los de mayor edad. No es raro encontrarse con una bolsa llena de cajas de medicamentos, o algunos que vienen con las tapas cortadas de cada caja donde pone el nombre y dosis (aunque a veces confunden la tapa y te traen una que no pone nada, resulta gracioso pero sirve de poco). Es una mala opción, pero también es mejor que nada.
Como veis, pongo mucho enfasis en el hecho de que sepamos que se toma cada paciente. No es mera curiosidad, sino más bien evitar disgustos: Muchos medicamentos interaccionan entre sí, potenciando o alterando la función de otros. Si desconocemos la medicación previa, podemos provocar una interacción que podría ser fatal, y es algo que se debe evitar.
Espero que estos consejos os sirvan si en algún momento, esperemos que pocas veces, debéis acudir a urgencias. Vuestro médico os lo agradecerá, mucho.