Asma, obesidad y actividad física
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La obesidad y el asma son dos problemas de salud pública, puesto que su prevalencia va en aumento y se estima que en los próximos años las cifras de afectados serán aún mayores. Son ya muchos los estudios epidemiológicos (unos 20) que constatan la relación entre estas dos enfermedades. Dicha conexión se basa en el hecho de que un aumento del índice de masa corporal puede implicar también un aumento de las probabilidades de padecer asma. Como indica un estudio mexicano publicado en el Boletín médico del Hospital Infantil de México, la probabilidad de desarrollar asma de un escolar obeso puede ser hasta del 50%.
Algo parecido indica un estudio reciente publicado en la revista Chest, que añade que las personas obesas con asma pueden mejorar notablemente gracias a la pérdida de peso y los hábitos saludables. Así pues, el tratamiento médico con antiasmáticos debería ir siempre acompañado de un programa de control de peso en caso de que el afectado tenga sobrepeso.
Relación dañina
¿Cómo la obesidad puede afectar directamente el asma? Son varios los motivos, entre los cuales se encuentran efectos mecánicos en la vía aérea (reducción de la capacidad de adaptación o elasticidad pulmonar), reflujo gastroesofágico, producción de citocinas proinflamatorias en el tejido adiposo, activación de genes comunes o aumento en la producción de estrógenos. Más allá de promover la aparición del asma, la obesidad puede asimismo agravar los síntomas y causar un control deficiente de la enfermedad.
Deporte con precaución
El ejercicio puede ser uno de los factores más habituales de los síntomas de asma. En muchas personas, puede causar compresión de las vías respiratorias, lo que, a su vez, provoca tos, sibilancia y disnea durante o después del ejercicio. Además, ciertas actividades físicas, tales como los deportes de invierno y la carrera libre, pueden causar más síntomas que otras, como la natación.
Sin embargo, es necesario que el asmático haga alguna actividad física a través de un programa controlado. Si la tolerancia al esfuerzo es buena, es el índice de que el asma está bien controlada. La Sociedad Española de Inmunología clínica, Alergología y Asma pediátrica (SEICAP) indica que las personas con asma sí que pueden hacer deporte habitualmente, y que es muy conveniente que lo hagan. Como es lógico, los afectados no pueden hacer deporte durante los episodios agudos, pero hacerlo en los intervalos sin síntomas les favorece mucho, porque mejoran el sistema respiratorio y el sistema cardiocirculatorio.
Por lo tanto, el asma no tiene por qué limitar a los afectados a la hora de hacer deporte, pero debe hacerse con precaución. Por ejemplo, se recomienda siempre hacer ejercicios de calentamiento y estiramiento antes de comenzar a practicar cualquier actividad física, e incrementar poco a poco la intensidad del ejercicio, con el fin de preparar las vías respiratorias para el esfuerzo.