¿Qué sabemos hasta ahora sobre el efecto placebo?
¿Qué es el efecto placebo? ¿Es algo real? Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine analiza la investigación clínica de los últimos años sobre el efecto placebo.
Como dice la RAE, el placebo no es más que una “sustancia que carece de acción curativa pero que produce un efecto terapéutico si el enfermo la toma convencido de que es un medicamento realmente eficaz”. Tiene el mismo aspecto, gusto y forma que un medicamento verdadero, pero está hecho de productos inertes y sin ningún principio activo. La pregunta que llevan haciéndose investigadores de todo el mundo durante años es qué mecanismos neurobiológicos juegan, cuando uno toma un placebo, en la activación de las mismas áreas específicas del cerebro activadas por los medicamentos que sí son terapéuticos en sí mismos.
Son muchos los avances científicos que en los últimos años han mejorado la credibilidad del efecto placebo. Se sabe, por ejemplo, que en dicho efecto se ponen en juego la activación de neurotransmisores (por ejemplo, endorfinas, cannabinoides y dopamina) y de áreas específicas relevantes que también se activan a través de medicamentos convencionales. Además, se están empezando a identificar las marcas genéticas de pacientes propensos a responder de forma positiva al placebo. Por otra parte, se han aportado pruebas convincentes de que estos efectos son auténticos fenómenos biopsicosociales que van mucho más allá de la remisión espontánea de una enfermedad.
¿Cuáles son los hallazgos más importantes sobre el placebo hasta la fecha?
-No se ha constatado que puedan curar una enfermedad, pero si influir directamente en los síntomas. El placebo puede proporcionar alivio, pero no se ha constatado que pueda alterar la fisiopatología de las enfermedades más allá de sus manifestaciones sintomáticas. Con respecto al cáncer, por ejemplo, no se ha constatado aún que el placebo sea un reductor de los tumores, aunque sí se ha podido comprobar que ayuda a reducir los efectos secundarios del tratamiento convencional del cáncer, como la fatiga, las náuseas, los sofocos y el dolor.
-El efecto placebo funciona mejor si interactúa con productos farmacéuticos. Un estudio reciente sobre migraña episódica constató que cuando los pacientes tomaron un medicamento etiquetado como “placebo” (tratamiento que teóricamente tenía “efectos farmacológicos puros”), los resultados no difirieron de las de los pacientes que recibieron placebos engañosamente etiquetados como “rizatriptán”. Sin embargo, cuando el ritzatriptan fue etiquetado correctamente, su fecto analgésico aumentó en un 50%.
-Se ha constatado firmemente la existencia del efecto nocebo, que consiste en experimentar los mismos efectos adversos que teóricamente deberían experimentarse al ingerir un fármaco convencional, cuando en realidad se está ingiriendo placebo. Por lo tanto, en el efecto nocebo no tiene por qué existir un fármaco “real”. No obstante, las consecuencias dañinas y desagradables a nivel bioquímico, fisiológico, emocional y cognitivo son las mismas.
En el artículo publicado, los autores hablan de la necesidad de un avance importante en términos éticos con respecto al uso del placebo, por ejemplo, en el hecho de decirle o no al paciente qué tipo de tratamiento está recibiendo. Los mismos investigadores de este artículo, junto con investigadores de la Universidad de Alabama, han puesto en marcha recientemente un programa a través del cual se detecta gente que sufre dolor crónico, se les inscribe en un estudio, se admite que no se puede hacer mucho por ellos, se les da una píldora falsa y se les dice que efectivamente es falsa. Se trata de utilizar el placebo de forma “honesta” para ver si los efectos son los mismos.
Los investigadores, entrevistados en este artículo, consideran que en el efecto placebo subyace algún elemento de condicionamiento psicológico clásico. En otras palabras, cuando tomamos una pastilla y vemos un efecto, es decir, cuando nos tomamos una aspirina y nos quita el dolor, asociamos el ritual de tomar pastillas con un efecto beneficioso. También podría ser una simple cuestión de expectativas. Por último, los investigadores hablan de “mecanismos no conscientes”. Por ejemplo, cuando vemos una película de terror, y aun sabiendo que no es real, creamos una respuesta fisiológica. Lo mismo puede pasar cuando tomamos píldoras: involucramos a la imaginación y simulamos una respuesta terapéutica.
Sin duda alguna, hablar de placebo es hablar de algo muy complejo cuando entran en juego personajes que se autodenominan gurús y que convierten la curación de enfermedades en algo completamente dependiente del pensamiento y las emociones. Sin dudar de que el estado emocional del paciente sea importante, parece evidente que el efecto placebo es importante pero no definitivo. La interacción de varias propuestas terapéuticas acontece esencial para el objetivo final de la medicina: curar y aportar calidad de vida al paciente.
Fuente | NEJM