Lo que es malo para tu corazón, también podría serlo para tu cerebro
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Probablemente porque las enfermedades del corazón son una de las principales causas de muerte en los países desarrollados, cada vez conocemos mejor los factores de riesgo que nos podrían llevar a sufrir, por ejemplo, un ataque al corazón. El tabaco, el alcohol, una vida sedentaria, niveles altos de colesterol “malo”, la diabetes o incluso el estrés pueden enfermar nuestro músculo vital y llevarlo al límite.
Pero el cuerpo humano no se basa sólo en el corazón ni en un solo órgano, y todo lo malo puede afectar a otros órganos, como el cerebro. Es lo que arrojan los resultados de un nuevo trabajo llevado a cabo por investigadores daneses y publicado en la revista Radiology.
El trabajo aporta una idea más concreta sobre la relación entre los factores de riesgo específicamente vasculares y la salud del cerebro. Para ello, el equipo de especialistas ha examinado la forma de tres partes del cerebro asociadas con la memoria y la recopilación de información: el hipocampo, el precúneo y la corteza cingulada posterior.
Los resultados muestran que los factores de riesgo asociados a las enfermedades del corazón podrían estar vinculadas a los efectos en el cerebro que pueden predecir la enfermedad de Alzheimer u otras formas de demencia.
Los investigadores trabajaron con 200 pacientes con enfermedad de Alzheimer de leve a moderada, a los que repartieron entre dos grupos para un estudio de 16 semanas. Se examinaron los análisis clínicos y de laboratorio basales de los pacientes, así como el análisis, 7 años después y a través de resonancia magnética del cerebro y prueba cognitiva, del deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer preclínica.
Tabaco, alcohol y obesidad
El tabaquismo y la obesidad se asociaron con una reducción del volumen de la corteza cingulada posterior, región involucrada en la recuperación de la memoria y el comportamiento emocional y social. La combinación de fumar y beber afectó el tamaño del hipocampo, mientras que las personas con una presión arterial alta, obesas y que consumían alcohol de forma habitual mostraron una reducción del precúneo.
Los investigadores también detectaron que en los pacientes de 50 años o más, la reducción del volumen del hipocampo y del precúneo podrían ser signos de riesgo de deterioro cognitivo precoz, mientras que la reducción del tamaño de la corteza cingulada posterior era un mejor predictor del mismo deterioro en los pacientes menores de 50 años.
Terapia no farmacológica
Los resultados ponen de manifiesto una terapia no farmacológica valiosa y muestran que el ejercicio o la actividad física regular podrían desempeñar un papel tanto en la protección del cerebro como en una mejor calidad de vida si ya se tiene una enfermedad.
Asimismo, para los investigadores el trabajo es muy importante en el sentido de que en el futuro pueda proporcionarse a los pacientes información útil y procesable sobre el impacto de diferentes factores de riesgo que pueden estar teniendo un impacto negativo en la salud cerebral durante una exploración clínica de rutina.
Más evidencia
Los resultados de este trabajo pueden sumarse a los de otro estudio llevado a cabo en 2013 por investigadores holandeses. En el trabajo contaron con casi 3.800 personas de entre 35 y 82 años, en las que se estimó el nivel de riesgo cardiovascular a partir de los factores de riesgo más conocidos. Esos datos se correlacionaron con los resultados de varias pruebas de evaluación de la memoria, capacidad de planificación, razonamiento y alternancia de tareas. Como resultado, se encontró un desempeño cerca de un 50 % peor en aquellas personas que mostraban todos los factores de riesgo cardiovascular, en comparación con los que no los tenían.
Malo para el corazón, ¿bueno para el cerebro?
No todo es tan sencillo, y la complejidad del organismo se muestra en otro estudio reciente llevado a cabo por investigadores canadienses que afirma que la hiperlipidemia, el trastorno genético más común que aumenta las grasas en la sangre y puede causar ataques cardíacos precoces, podría asociarse con una mejor función cognitiva en pacientes con esquizofrenia. El estudio se ha presentado este año en la reunión anual de la American Psychiatric Association (APA).
Fuente | Rapidnewsnetwork