¿Por qué los gritos nos asustan?
Los gritos dan miedo. Y no, no me refiero a que nuestro instinto nos hace gritar cuando tenemos miedo, sino que los propios gritos de otros individuos (o de animales incluso) pueden llegar a tener efectos perturbadores en el cerebro humano. No tenemos muy claro el por qué, pero es así: Los gritos nos asustan.
Ahora, David Poeppel, profesor de psicología y neurociencia de la Universidad de Nueva York y director del Departamento de Neurociencias del Instituto Max Planck en Frankfurt, cree que es el momento de investigar el asunto. De hecho, su estudio se publicó recientemente en la revista Current Biology.
Los gritos nos asustan, pero la risa o el canto en voz alta no
De hecho, a Poeppel se le ocurrió la idea tras haber compartido alguna investigación con padres que habían tenido bebés recientemente, los cuales se pasan el día a gritos, cosa que altera los pobres cerebros de los recientes padres. Literalmente, los gritos controlan sus vidas.
Por ello, Poeppel y sus colegas se dispusieron a encontrar por qué, indistintamente de la cultura, los gritos provocan esa perturbación cerebral. Además es curioso que otro tipo de sonidos altos, como las risas fuertes o el canto en voz alta, no provoca que nos sintamos asustados o alarmados. Los gritos sí, nos asustan.
Se pusieron manos a la obra y empezaron a grabar gritos, primero a base de películas, y posteriormente se dedicaron a asustar voluntarios para recoger sus gritos grabados en laboratorio (¿no os suena un poco a la película de Monstruos S.A.?).
Tras obtener una buena base de datos de gritos, los investigadores aplicaron un análisis acústico a las grabaciones y los clasificaron en una escala, según los que resultaran de menor a mayor miedo. Tras esto, descubrieron que para determinar un grito como “aterrador”, el factor que determina esta característica sería su “rugosidad”.
“La rugosidad significa que el sonido se modula por su intensidad o su amplitud, muy rápidamente. A diferencia del discurso, que por su puesto también tiene partes más fuertes y más suaves a medida que fluye la conversación, en el caso de los gritos estas modulaciones se producen en plazos muy cortos. Los gritos se modulan rápidamente, entre 30 y 150 veces por segundo, y es esta función de modulación rápida la que nos da la sensación de lo que técnicamente se conoce como rugosidad”
A más rugosidad, más aterrador es el grito
Es decir; según Poeppel y sus colegas, un grito sería más aterrador o se percibiría como tal cuanta más rugosidad o modulación rápida tenga dicho grito.
Además, los investigadores también estudiaron imágenes cerebrales para saber qué partes del cerebro se activan según los diferentes gritos. Como cabía esperar, cuanta más rugosidad o modulación rápida se producía, más se activaba el circuito del miedo cerebral.
Evidentemente, Poeppel cree que este factor de la rugosidad tendría su función tanto en gritos adultos como en gritos procedentes de los bebés.
Vía | PRI.