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Disruptores endocrinos: Una amenaza silenciosa a nuestra salud

14 octubre, 2015 18:39

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En los últimos años gran cantidad de estudios señalan a los disruptores hormonales u endocrinos como los causantes de una amplia gama de trastornos que afectan a todos los animales del planeta, incluyendo a los seres humanos. Estos trastornos abarcan desde la infertilidad hasta el cáncer; desde malformaciones de todo tipo a  problemas en el desarrollo mental de los niños.

Los disruptores hormonales son un conjunto muy heterogéneo de sustancias químicas que, gracias a su parecido con ciertas hormonas, son capaces de interaccionar con los receptores del sistema endocrino. Así, estas moléculas ocupan los receptores de las verdaderas hormonas, impidiendo que éstas puedan transmitir su mensaje.
Se puede imaginar el profundo desequilibrio que supone en el organismo, por ejemplo, que los receptores de la serotonina, de la hormona del crecimiento o de cualquier otra estén ocupados por una molécula extraña cuyo mensaje no puede ser traducido.

El problema de los disruptores hormonales no es, ni mucho menos, menor. Una de las causas es que es la primera vez en su larga historia que la naturaleza ha de enfrentarse a sustancias de este tipo, la mayoría producto de las actividades química e industrial de los seres humanos. Sin embargo, hay otro hecho que agrava la situación, y es que, como veremos a continuación, estamos rodeados de disruptores en nuestra vida diaria. Además, estas sustancias actúan, al igual que las hormonas,a  muy bajas concentraciones y centran su actuación durante el desarrollo embrionario y en la niñez, cuando el papel del sistema endocrino como elemento regulador toma mayor importancia.

Destacamos cuatro de estos compuestos.

1. Bisfenol A

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El bisfenol A o BPA es un compuesto orgánico que se usa para la fabricación de plásticos. Desde 1930 se sospecha que puede ser tóxico y, desde entonces, varios gobiernos han restringido su uso. Algunos ejemplos son Canadá, la Unión Europea o algunos estados de EE.UU.

El bisfenol A afecta, sobre todo, a aquellos tejidos en los que actúan las hormonas estrogénicas. Por ello las investigaciones apuntan a que puede ser la causa de anomalías en la formación del aparato reproductor masculino, la espermatogénesis y la conducta sexual del hombre, lo que se traduce en altas tasas de infertilidad.
El bisfenol A también puede formar enlaces convalentes con el ADN, por lo que tiene efectos mutagénicos relacionados con el cáncer de mama y de próstata.

El bisfenol A está formando parte de gran cantidad de los plásticos que usamos hoy día. Entre ellos, destaca los que forman los biberones y sus tetinas ya que, como sabemos, los niños son el colectivo que más expuestos están a los disruptores endocrinos. En la actualidad, existe gran controversia sobre esta sustancia. Los partidarios afirman que las cantidades que ingerimos diariamente son mínimas, muy por debajo de la Ingesta Diaria Tolerable (IGD). Sus detractores, sin embargo, dicen que el bisfenol A se va acumulando en el organismo día a día, porque el cuerpo no tiene mecanismos suficientes para desecharlo y, por tanto, todas las personas pueden estar padeciendo sus consecuencias.

2. Atrazina

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La atrrazina es un compuesto químico orgánico que se utiliza en muchos países como herbicida para las cosechas de azúcar, maíz o piñas. Es muy soluble en agua y fue prohibido en 2004 por la Unión Europea por ser el causante de contaminación en aguas subterráneas.

De nuevo, su mecanismo de acción hace que los sistemas reproductivos sean los más afectados por este compuesto. Se ha demostrado que las parejas expuestas a la atrazina, las que la utilizan en sus campos de cultivo, tienen mayor probabilidad de sufrir parto prematuro, malformaciones en el feto y presentan una tasa de supervivencia del feto significativamente menor. En animales de laboratorio se ha demostrado que está asociado con defectos en órganos vitales, como el corazón, el hígado o el riñón.
También se ha encontrado cierta relación entre la exposición a atrazina y la prevalencia de ciertos tipos de cáncer.

Todos estos estudios, sin embargo, tienen como inconveniente que se han hecho sobre animales y no es posible realizar una extrapolación exacta para determinar los riesgos en humanos. Por ello, muchos gobiernos y la totalidad de las empresas que lo comercializan no ven pruebas concluyentes para terminar con su uso. Sin embargo, se ha demostrado que una dosis de tan solo 3 mg/kg es letal para ratas.
La atrazina puede ser incorporada a nuestro cuerpo por la ingesta de alimentos provenientes de cultivos que hayan sido tratados con dicho compuesto, así como el consumo de aguas subterráneas afectadas por el mismo.

 3. PBBs

Los polibromobifenilos o PBBs, pertenecen a una amplia gamas de compuestos químicos del bromo poco solubles en agua. Los PBBs se utilizan como aditivos en la fabricación de plásticos porque los estabilizan y evitan que se incendien. En la actualidad tienen especial aplicación en el campo de la electrónica. 

Se ha comprobado que los PBBs tienen relación con el desarrollo de cáncer de hígado. Además, afecta a la glándula tiroides y al sistema inmunitario de animales de experimentación que ingirieron esta sustancia en pequeñas cantidades a través de alimentos. El hecho de que se no formen parte del plástico, sino que aparezca adheridos a él, hace que los PBBs puedan volatilizarse de manera relativamente fácil. De este modo, el calentamiento de un envase de plástico puede hacer que estos compuestos escapen y contaminen los alimentos o las bebidas. Además, los PBBs liberados por la quema de grandes cantidades de desechos de plásticos que produce la sociedad actual pueden contaminar el aire, así como los fondos de los ríos y lagos.

4. TCDD

El TCDD, acrónimo de 2,3,7,8 – tetraclorodibenzo – p – dioxina, es un compuesto químico persistente derivado del benceno. Requiere mención especial porque está considerado como el material más tóxico de todos los que existen en el planeta Tierra. El TCDD se produce de manera no intencionada por la combustión incompleta de sustancias orgánicas que presentan cloro. La Tierra ha podido generar ciertas trazas de este químico a lo largo de su historia, por ejemplo, en las erupciones volcánicas. Sin embargo, ha sido la actividad humana la que ha puesto en circulación este tipo de compuestos a gran escala, para los que la naturaleza no está preparada. Por eso es muy persistente, es decir, muy difícil de eliminar de los organismos y el medio ambiente. De hecho, el TCDD puede estar presente en el organismo humano durante una media de 8 años desde la exposición.

Sus efectos son demostrados e incontables. Por ejemplo, el TCDD es un comprobado carcinógeno, relacionado con los cánceres de hígado, pulmón, lengua y piel en animales. Asimismo, reduce la fertilidad, produce quemaduras y desfiguraciones en la piel, afecta al sistema nervioso produciendo cambios de personalidad y dolores. En definitiva, un largo etcétera.

El TCDD ha sido utilizado varias veces para envenenamiento. El caso más sonado fue el intento de asesinato en 2004 por parte de los servicios secretos rusos del primer ministro ucraniano, Viktor Yushchenko. Para ello, envenenaron con TCDD su comida. El resultado fue una concentración en su cuerpo de 108.000 picogramos/gramo de grasa. Yushchenko sobrevivió de milagro, aunque sufrió graves desfiguraciones en su rostro.

Catastrofismo e inmovilismo

En primer lugar, destacar que todos los datos de este artículo han sido extraídos de organismos oficiales, como la OMS, el Ministerio de Sanidad Español, la Agencia para sustancias tóxicas y el registro de enfermedades  o el Departamento de salud del estado de New Jersey, entre otros. Poco interés tendrán estas agencias en dar un punto de vista catastrófico de la situación. Sin embargo, este es el término que se asigna a gran cantidad de ecologistas y científicos que estudian estos temas.
Por contra, existe una gran cantidad de intereses económicos, grandes industrias, multinacionales biotecnológicas y farmacéuticas, que apoyan el uso de estas y otras muchas sustancias cuyos efectos perjudiciales aún no se han explorado lo suficiente. El principal argumento que usan es la inexistencia de hechos concluyentes que muestren que la salud humana se ve afectada, aunque éstos existen en relación a la salud animal.

En realidad, estamos participando en juego peligroso. El ser humano utiliza los compuestos químicos hasta que no se demuestre que son perjudiciales. Sin embargo, quizá lo más sensato sería usarlos una vez sepamos su inocuidad. Esto nos lo demuestran varios casos que han afectado gravemente a la salud pública en las últimas décadas, como son el del aceite de colza y  el de la talidomida. Durante la comercialización de estas sustancias se decía que no había sido comprobada su toxicidad. Por desgracia, cuando se comprobó era demasiado tarde. ¿Quién sabe si puede estar ocurriendo lo mismo en la actualidad con cualquier químico de los que producimos y utilizamos?

En definitiva, es importante sopesar hechos objetivos, saber diferenciarlos de los que se han parcializado por uno u otro bando. A partir de aquí, decidir qué químicos evitamos mediante la compra de cultivos ecológicos, la utilización de envases de cristal en vez de los de plásticos, y otras muchas acciones sencillas.