¿Brócoli para tratar el autismo?
El sulforafano
El sulforafano es una sustancia presente en altas concentraciones en crucíferas de la familia Brassicaceae; es decir, coliflor, repollo, rúcula, brócoli y todas esas verduras cuya simple mención hace llorar a la mayoría de los niños y a más de un adulto. Existen diversos estudios que demuestran que el consumo de sulforafano a través de estos alimentos parece estar relacionado con un menor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer; como mama, colon, pulmón, recto y próstata. Esto ocurre gracias a su capacidad para mejorar la respuesta de las células al estrés oxidativo, la radiación, la inflamación y los electrófilos que dañan el ADN, todos ellos responsables de la generación de tumores.
El sulforafano para tratar el autismo
Aunque el autismo no es un tipo de cáncer ni nada que se le parezca, sí que tiene algunas características similares, como el aumento del estrés oxidativo, la reducción de la capacidad antioxidante, la baja fosforilación oxidativa, el aumento de peroxidación de lípidos y la neuroinflamación. Por eso, se piensa que el tratamiento con sulforafano podría ayudar a reducir estos síntomas directamente vinculados al autismo. Además, ya ha demostrado in vitro ser capaz de mejorar algunos trastornos genéticos, por lo que podría hacerlo también en este caso.
Otro dato curioso es que, aunque no está registrado más que a nivel anecdótico, existen testimonios que afirman que la fiebre mejora temporalmente algunos de los comportamientos que se encuentran alterados en las personas autistas. Se conoce que la fiebre aumenta la actividad de las proteínas de choque térmico, algo que también hace el sulforafano, por lo que resultaría bastante mejor aprovechar esta sustancia que inducir fiebre en los pacientes.
Basándose en todos estos datos, en 2014 una serie de investigadores del Hospital Mass General Infantil y la Escuela de Medicina de la Universidad John Hopkins, realizaron un ensayo con 29 adolescentes y jóvenes autistas a los que se les suministró sulforafano, y quince controles que recibieron un placebo. Una vez finalizado el estudio se concluyó que, mientras se les suministró esta sustancia, disminuyeron algunos de los comportamientos aberrantes típicos de la enfermedad, mientras que todos ellos volvían a aparecer si se suspendía el tratamiento.
Por lo tanto, aunque los mecanismos no son conocidos con exactitud y aún haría falta más investigación para poder corroborarlo, parece ser que el brócoli no deja de sorprendernos con sus muchísimas aplicaciones saludables. Habrá que hacer el esfuerzo de comerlo, ¿no?
Fuente: PNAS
Vía | UniDiversidad ABC