Educación religiosa no equivale a educación moral
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Compartir: un buen medidor de moralidad
Según la RAE, la moralidad hace alusión a todo aquello “perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de visto de su obrar en relación con el bien o el mal, y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva”. Para medir dicha capacidad, los investigadores decidieron realizar un experimento en el que a un niño se le dieron varias pegatinas y dos sobres: uno para meter todas las pegatinas que deseara quedarse, y otro en el que debía introducir aquellas que quisiera compartir con otros niños de su colegio.
Al realizar la experiencia con varios niños, se comprobó cómo los niños más jóvenes presentaron una menor tendencia a compartir con los demás. También se vio cómo los que procedían de un contexto socieconómico más alto estaban más predispuestos a compartir. Pero lo más sorprendente fue comprobar cómo aquellos que habían recibido una educación religiosa (en concreto cristiana y musulmana) repartieron muchas menos pegatinas que otros niños no creyentes. Además, esta tendencia se hizo más pronunciada conforme mayor era la edad de los sujetos. Los autores creen que esto se debe a los efectos acumulados de haber crecido en un ambiente religioso.
Los efectos de la religión sobre la moralidad
Si extrapolamos el experimento de las pegatinas a la vida real, vemos cómo resulta mucho más complicado analizar y estudiar el efecto que la religión tiene sobre nuestra moralidad, en especial a la hora de averiguar a qué edad conviene ser estudiada. Algunos consideran que lo ideal sería analizarla durante la infancia, cuando los conceptos y los efectos de la educación son más inmediatos y poderosos. Otros aseguran que no es hasta la edad adulta cuando comenzamos a razonar por nosotros mismos y a entender conceptos tan complejos como la generosidad, y por lo tanto resultaría más conveniente estudiar los efectos entonces. Sin embargo, la manera de comprobar la generosidad sigue siendo más efectiva cuando se mide directamente en acciones, en experimentos como el de compartir las pegatinas, antes que según los resultados de encuestas en las que las personas pueden alegar ser mucho más altruistas de lo que en realidad son.
Reconocido como una de las cualidades más admirables e inherentes al ser humano, el altruismo es la capacidad de actuar desinteresadamente en beneficio de otros que necesitan ayuda. Sin embargo, este altruismo podría entenderse como un comportamiento “egoísta” en un sentido biológico estricto, ya que apoya la idea de prestar ayuda únicamente a aquellos individuos que son más genéticamente parecidos a nosotros mismos (familiares, amigos cercanos), lo que en cierto modo acabaría considerándose una cualidad interesada y egocentrista.
En cualquier caso, está claro que el concepto de altruismo ha sido popularmente relacionando con la generosidad desde siempre. En el estudio llevado a cabo, el nivel de altruismo se mide según la inclinación de un niño a compartir con los demás. Pero quizás, la razón por la que un niño no quiera repartir sus pegatinas con personas desconocidas sea que prefiere guardarlas para compartirlas en casa con sus hermanos o amigos más cercanos, en cuyo caso podríamos estar hablando de nepotismo más que de generosidad. Correlacionar resultados como éstos siempre resulta complejo a la hora de explicar la causa de un comportamiento moral. Pero dejando a un lado la prueba de altruismo con las pegatinas, ¿qué otros indicadores de moralidad podemos encontrar?
El límite de los valores morales
La religión también trata de inculcar en los creyentes valores como el perdón y la justicia. Para comprobar el carácter de estos sentidos en un grupo de niños, a estos se les proyectó una serie de dibujos animados con gente empujándose y golpeándose. Al analizar las reacciones, la mayoría de niños musulmanes evaluaron las imágenes como más crueles de lo que fueron evaluadas por los cristianos, y éstos últimos también consideraron las imágenes más violentas e injustas que aquellos niños no creyentes. Además, cuando se les preguntó por un castigo para los comportamientos de violencia que habían visualizado, los musulmanes propusieron castigos mucho más severos que el resto de los sujetos.
Interpretar los resultados de este experimento tampoco resulta tarea fácil; por un lado, podría considerarse que los niños educados en la fe de una religión presentan un sentido de la justicia mucho más marcado, mientras que por otro, los niños no creyentes parecen ser mucho menos duros a la hora de castigar a los demás. El límite de la moral no está del todo claro.
El estudio ha suscitado reacciones de lo más polémicas entre lectores de todas partes. Mientras que algunos no han dudado en señalar las limitaciones y deficiencias de los experimentos realizados, otra parte más conservadora ha hecho pública su preocupación al ver que a niños musulmanes y cristianos se les considera dentro de un mismo grupo. El director del estudio, el profesor Jean Decety, defiende que sus hallazgos hacen especial hincapié en la pregunta de si la religión es fundamental para el desarrollo de la moral. No puede confirmarse que una educación de carácter religioso provoque diferencias en comportamientos tales como el compartir o el castigar, ni si estas diferencias son potenciadas a medida que vamos creciendo, pero estudios como éste ponen de relieve cuestiones que merecen la pena ser planteadas para entender mejor la moralidad de los seres humanos.
Fuente | Cell