La religión como forma de control de las sociedades complejas
Supondré que todos han visto la saga El Señor de los Anillos. Bien. Quiero que recuerden a ese pequeño e inocente hobbit llamado Bilbo Bolsón, en cuya espalda se apoyó toda la esperanza de las generaciones futuras de enanos, elfos, hombres, hobbits, magos… entre otros. Analicemos su sufrimiento: tenía una carga muy pesada, aunque no por el peso en sí del objeto (anillo), sino por la vigilancia constante, inalterable e inmutable del ‘Ojo que todo lo ve’.
Salvando distancias, esa vigilancia, a cuya lista de apelativos podríamos añadir el de eternidad, es la que sucede en gran parte de las religiones moralistas, por ejemplo en las monoteístas abrahámicas.
Parece ser que, de alguna manera, la aceptación de un ser que estima oportunas unas reglas morales básicas y que, tras ello, se dedica a vigilar que no haya comportamientos contrarios a las mencionadas reglas, parece ser, digo, que todo ello redunda en pensamientos más altruistas con miembros desconocidos pero que enarbolan los mismos símbolos. Esto es lo que indica un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature. El líder de la investigación, Benjamin Purzycki, apostilla lo siguiente:
“Si crees que estás siendo observado y esperas ser divinamente castigado por codicia o robo, es probable que te abstengas de realizar comportamientos antisociales hacia las personas que comparten tus creencias”
El experimento de la religión: Los dos juegos
Entonces, ¿en qué consistió el experimento? Pues se trató de averiguar, en primer lugar, qué constituía a un dios moralista en los lugares de estudio: Tanzania, Islas Fiji, Vanuatu, Brasil, Islas Mauricio y Siberia. Más tarde, se pasó a utilizar un juego en el cual los participantes se sentaban ante dos copas, treinta monedas y un dado.
Una copa se reserva para una persona y la otra para una persona distinta. Los jugadores tienen que decidir en qué copa quieren introducir la moneda y entonces tiran el dado. Si resulta que sale un color, digamos el blanco, pueden meter la moneda en la copa que dijeron, pero si sale un color diferente, como el rojo, tienen que introducir la moneda en la otra copa. El punto es que hay un 50% de introducir la moneda en una determinada copa (y el 50% restante en la otra), por lo que, si todos los participantes siguieran las normas, habría el mismo número de monedas en cada copa. Sin embargo, como los participantes actúan sin vigilancia, sin supervisión, pueden poner las monedas en la copa que ellos quieran, y así sucede, de hecho.
Introducidas las reglas, veamos ahora los dos juegos que conforman el experimento. El primer juego tenía una copa reservada para un jugador y la otra copa era para un individuo con las mismas creencias pero que vivía en un punto lejano del globo. Como resultado, se esperaba que los participantes favorecieran sus propias copas. En el segundo juego, una copa se reservaba para una persona anónima de una comunidad determinada y la otra copa era para un individuo anónimo de una región lejana, el cual volvía a compartir creencias religiosas y comportamientos con el primero. Se esperaba que los individuos pusieran más monedas en las copas de su comunidad que en las de la comunidad lejana.
Tras los juegos, se preguntó a los participantes preguntas relacionadas con la concepción moralista de sus dioses. Por ejemplo, se les preguntó si su dioses castigan por comportamiento inmoral y si eran omniscientes y conocían los pensamientos y las acciones de las personas. Así, de acuerdo a resultados de experimentos anteriores, se predijo que las personas que veían a sus dioses como se acaba de presentar jugarían de forma más limpia que aquellos que tuvieran dioses menos punitivos y vigilantes. Y así fue, eso fue justamente lo que se encontró: los que pertenecían a una religión que obedecía a dioses menos vigilantes y castigadores ponían más monedas en sus propias copas.
Los resultados sugieren que ciertas creencias religiosas pudieron haber contribuido a moderar los conflictos entre miembros de una misma religión y a coordinarlos para un enfrentamiento preciso contra extranjeros.
Terminaremos de la mano de Azim Shariff, un investigador de la Universidad de Oregón:
“Hay varias rutas culturales para establecer los altos niveles de cooperación necesarios en sociedades complejas. El castigo sobrenatural ha probado ser una de las soluciones efectivas. Es lo bastante efectiva e intuitiva como para haber aparecido de forma repetida, una y otra vez, a lo largo de la historia”
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