El apéndice y otros 5 órganos vestigiales que ya no usamos
El apéndice es uno de los más conocidos, pero tenemos otros muchos órganos vestigiales que algún día fueron útiles, pero ya no nos sirven para nada.
9 mayo, 2016 20:32Noticias relacionadas
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Los seres humanos somos muy de conservar cosas inútiles.
Esa entrada de cine a la que fuiste con una persona especial, la nota que acompañaba al primer ramo de flores que te regalaron en tu vida, el peluche que adorábamos de pequeños y al que le falta un ojo, la mitad de la nariz y gran parte del relleno… Y por supuesto también ropa que ya no nos queda bien, zapatos que no nos ponemos y un millón de “por si acasos” más.
Pues precisamente del mismo modo ha parecido actuar la evolución con nosotros, ya que nuestro cuerpo contiene un gran número de órganos que en algún momento tuvieron su función, pero que ya no no nos sirven para nada. Se trata de los órganos vestigiales y aunque uno de los más conocidos es el apéndice, en realidad tenemos muchos más. Hoy en este artículo os hablamos de algunos de ellos.
1. El apéndice, uno de los órganos vestigiales más conocidos
Este órgano, cuyo nombre completo es el de apéndice vermiforme, forma una especie de cilindro sin salida conectado a la primera porción del intestino grueso.
Aunque se cree que en nuestros antepasados cumplía la función de ayudarles a digerir algunas plantas muy ricas en celulosa, lo cierto es que en nosotros no parece tener ninguna utilidad, más allá de inflamarse de vez en cuando requiriendo ser extirpado lo más rápido posible para evitar males mayores.
Sin embargo, hay quién piensa que sí que puede conservar alguna función y principalmente destacan los que creen que participa de algún modo en el funcionamiento del sistema inmunológico. Aún así, esto no ha podido demostrarse, debido a que las personas que carecen de este órganos, bien de forma congénita o bien porque se les haya extirpado, no muestran una respuesta inmune peor que los que sí lo tienen.
2. Pezones masculinos
Más allá de las imaginativas funciones que se nos puedan ocurrir, el pezón femenino sirve para para facilitar el amamantamiento de los bebés. Por este motivo, su conservación evolutiva en las mujeres está más que justificada, ¿pero para qué sirve en los hombres?
Aunque en un principio lo cómodo sería que tantos hombres como mujeres pudiésemos alimentar a nuestros hijos, lo cierto es que desde los inicios de la especie la evolución separó nuestros caminos en busca del mayor número posible de crías. Por lo tanto, puesto que la mujer es la que debe cargar con el embrión durante nueve meses, lo que más le convienen es apostar por cada una de sus crías, invirtiendo todos sus esfuerzos en que salgan adelante. Sin embargo, el tiempo que el hombre invierto en el periodo reproductivo es el que dure el coito (no daré números para no herir sensibilidades), por lo que no le conviene centrarse en una cría, sino buscar el mayor número posible de ellas.
Repito que estoy hablando de los orígenes de la especie, por supuesto que hoy en día es diferente, o al menos debería serlo, pero la evolución nos ha moldeado según esas premisas. Por este motivo, las mujeres no sólo tenemos pezones, sino que además nuestros pechos se desarrollan para poder alimentar a un bebé, al contrario que los de los hombres; que, aun sin desarrollar, sí que conservan el pezón. Básicamente esto se debe a que tenerlo no supone ningún coste energético; por lo que, al no estorbarles, no los han perdido.
3. Muelas del juicio
Estas cuatro muelas; que, en caso de salir, se sitúan justo al fondo de nuestra mandíbula, le eran muy útiles a nuestros antepasados cuando su alimentación se basaba en la ingesta de productos como nueces, raíces y carne cruda. Sin embargo, ahora que seguimos una dieta mucho más blanda, no sirven para nada más que doler, incordiar y sacarnos de nuestras casillas.
Se puede ver mi rencor hacia estas cuatro piezas dentales, pero estoy segura de no ser la única que piensa así. Según algunos expertos, el dolor insoportable al que algunas veces nos somete su salida se debe a que con el paso de los años la mandíbula humana se ha ido encogiendo, por lo que al necesitar un espacio más pequeño para salir, empujan dando lugar a la dolorosa sensación que muchos conoceréis.
Como curiosidad, su nombre se debe a que, al contrario que otras muelas, el momento de su salida no está fijado, ya que puede ser casi a cualquier edad, por lo que hacen aparición en nuestra dentadura “a su propio juicio“.
4. Erector pili
El erector pili es un músculo, inserto en el folículo piloso y controlado por el sistema nervioso simpático, que da lugar a la erección del vello corporal que conocemos como “piel de gallina“.
En otros animales más peludos, esta reacción, que se produce ante un momento de alerta o miedo, tiene una gran utilidad, ya que les sirve para parecer más grandes y ahuyentar a posibles depredadores.
Sin embargo, a nosotros nos sirve para delatar nuestro miedo cuando intentamos hacernos los valientes. Y nada más.
5. Plica semilunaris
Este pequeño pliegue que todos tenemos en el canto del ojo es un vestigio de los tiempos en que los humanos teníamos el tercer párpado, típico de aves, reptiles y peces, que sirve para lubricar y limpiar el ojo sin perder la visión.
Al contrario que otros órganos vestigiales, éste sí sigue conservando una utilidad, ya que mantienen el drenaje del lagrimal; pero, desde luego, ya le queda muy poco de lo que un día fue.
Ésta es sólo una pequeña muestra de los más curiosos, pero en realidad tenemos unos cuántos más. ¿Conocéis alguno?