Personajes históricos cuya personalidad puede ser explicada por la ciencia
Hoy os vamos a contar cómo puede explicar la ciencia las personalidades de personajes históricos, como el malhumorado Beethoven o el tirano Enrique VIII.
3 junio, 2016 20:19Noticias relacionadas
- India lanza la misión que le puede convertir en el cuarto país en llegar a la Luna
- Tu nuevo fondo de pantalla ha sido posible gracias a una vela solar
- Duro como una piedra o blando como la gelatina: este material dinámico cambia con la iluminación
- Esta lengua electrónica puede "probar" y analizar líquidos en solo un minuto
A veces parece que un personaje histórico no sólo queda grabado en nuestra memoria por sus obras, sino también por su personalidad.
Existen un montón de ejemplos; desde artistas hasta políticos, pasando por científicos y personajes de la realeza. Todos ellos pasaron a la historia por una o muchas hazañas concretas, pero con ellas también se guardó para la posteridad su personalidad, ya que sin ella jamás podrían haber llegado a ser quiénes fueron.
Lo más curioso de todo esto es que, en muchos de estos casos, esa curiosa condición que les diferenciaba de los demás tiene una explicación científica que puede que en su momento no se conociera, pero que con el paso de los años nos ha ayudado a entender su comportamiento. Ya en otro de mis reportajes os conté que el arte y la ciencia deberían viajar siempre juntos y, del mismo modo, hoy os voy a enseñar cómo puede la ciencia contribuir a la comprensión de la historia. Y para que lo comprobéis, hoy os voy a dar algunos ejemplos de personalidades de personajes históricos explicadas por la ciencia.
El mal humor de Beethoven y el plomo del Danubio
Si nos fijamos en cualquiera de los retratos conocidos de Beethoven, podremos comprobar que no tenía cara de ser un señor muy amigable.
Además, cualquiera de las películas que existen sobre su vida confirman esta versión, ya que muestran a un hombre tremendamente irritable que, como buena fiera, sólo parecía amansarse con la música.
Sin embargo, en los documentos de la época, ya sean del propio Beethoven o de cualquier personaje coetáneo, no se le describe de ese modo siempre, sino que todo parece comenzar en una etapa tardía de su vida.
Todo esto, junto a algunos estudios en los que se comprobó la presencia de restos de plomo en el pelo del compositor, reúnen las piezas necesarias para saber a qué se debía su personalidad.
Por un lado, se conoce que su dieta se basaba sobre todo en pescado y vino y que, por esa época, las aguas del Danubio, de dónde procedían los peces que comía, estaban muy contaminadas con este metal pesado, que también era muy utilizado para adulterar vinos baratos (sí, el señor era muy sensible para la música, pero para el vino era menos remilgado).
Esto, por lo tanto, explicaría la intoxicación por plomo, conocida como saturnismo, que puede causar un amplio abanico de síntomas, entre los que se encuentran los trastornos de la personalidad y la pérdida de sentidos como la visión y el oído. Por lo tanto, esto también explicaría por qué Beethoven se quedó sordo en sus últimos años de vida, coincidiendo además con su etapa de mayor irritabilidad.
Sea como sea, lo que sí es cierto y no necesita científicos que lo corroboren es que Beethoven fue uno de los mayores genios de la música que han pisado y pisarán este planeta, ya que ni siquiera una intoxicación por plomo fue capaz de evitar que compusiera obras tan bellas como ésta:
La contusión cerebral que pudo convertir a Enrique VIII en un tirano
A veces nos escandalizamos con las escenas de Juego de Tronos, pero lo cierto es que en la vida real existieron verdaderos tiranos al más puro estilo de Joffrey Baratheon.
Y si no lo creéis, pensad en las pobres Ana Bolena y Catalina Howard, dos de las seis esposas de Enrique VIII, que fueron ejecutadas después de que el rey decidiera que ya no le hacían falta.
Suena duro, pero es la cruda realidad. Enrique VIII fue un tirano de los de película, ¿pero fue siempre así? Pues parece ser que no. Según un estudio llevado a cabo a principios de este año en la Universidad de Yale, los documentos escritos de la época muestran un cambio muy brusco en la personalidad del rey inglés, que comenzó a mostrar este tipo de instintos después de un accidente en una justa.
No hay una manera exacta de saberlo, pero es muy probable que el soberano sufriese una lesión cerebral traumática, como resultado del golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente durante dos horas.
Además, la agresividad no es el único factor que hace a los investigadores inclinarse por esta opción, sino que hay muchos más. Por ejemplo, parece ser que después de mandar encarcelar a una de sus esposas preguntó a sus soldados por ella, alegando que hacía tiempo que no la veía. Igualmente, la correspondencia de Ana Bolena con su cuñada también pone de manifiesto que después del accidente comenzó a experimentar disfunción eréctil, muy frecuente también en este tipo de trastornos.
Por lo tanto, si este rey hubiese vivido en nuestros días seguramente habría sido juzgado por sus crímenes, pero la pena se le podría haber reducido usando la enfermedad mental como atenuante. Quién lo iba a decir, ¿verdad?
La esquizofrenia de Juana de Arco y sus experiencias religiosas
Juana de Arco fue una de las mujeres con más coraje de toda la historia. A pesar de su condición de mujer, que en esa época sólo le valía para cuidar la casa y tener hijos, se ganó la confianza del rey francés, que le permitió encabezar su ejército en la guerra contra los ingleses.
¿Y de dónde sacaba las fuerzas y la autoconfianza para ser capaz de llevar a cabo tal hazaña? Pues, según ella, de sus conversaciones con Dios. La joven afirmó haber oído su voz en varias ocasiones, por lo que confió su vida a él, hasta el punto de que su último deseo después de que los ingleses la condenaran a ser ejecutada en la hoguera fue morir con una cruz frente a los ojos.
Todo esto le valió primero el respeto de sus propios ejecutores y después la canonización, pero vamos a lo que vamos. ¿Realmente habló Juana con Dios?
Pues no vamos a ser nosotros los que decidamos venir aquí a destruir la fe de nadie, pero lo cierto es que, a falta de pruebas, según algunos expertos el modo de actuar de la joven se corresponde con el de los pacientes de esquizofrenia paranoide; que, como sabéis, a menudo aseguran escuchar voces. Además, también se suelen obsesionar con un tema concreto, que puede estar relacionado con las alucinaciones auditivas, por lo que podría ser el motivo del afán por liberar a su país.
De todos modos, sea cual fuere el motivo que la impulsó a ese comportamiento, lo único que está claro es que en el mundo debería haber muchos más hombres y mujeres como ella, capaces de luchar por lo que creen, sin agachar la cabeza ante nadie. A todos nos iría muchísimo mejor.
La genialidad de Einstein y el síndrome de Asperger
Como hemos visto en otros artículos, el síndrome de Asperger es uno de los conocidos como Trastornos del Espectro Autista. Aunque la sintomatología puede diferir mucho de unos casos a otros, por lo general estas personas suelen mostrar ausencia de empatía hacia los sentimientos de los demás, problemas para interaccionar socialmente, intereses restringidos y repetitivos y, en muchos casos, una inteligencia muy por encima de la media.
Esto ha llevado a la apertura de un gran debate sobre la posibilidad de que grandes científicos de la historia, como Einstein o Newton, padecieran este trastorno.
En el caso del primero, algunos expertos en psicología afirman que el conocido físico estaba obsesionado con la ciencia, la pasión, el enamoramiento y el sentido de la justicia, mostrando un gran desinterés por cualquier cosa que no tuviese nada que ver con todo eso. Además, su descuidada forma de vestir, que demostraba un gran desinterés por las convenciones sociales, y su afición a cuestionar la autoridad desde bien joven llevan a pensar que su genialidad pudiese estar relacionada con el Síndrome de Asperger.
Estos son sólo unos pocos de los muchos ejemplos de personajes de la historia cuya personalidad puede ser explicada por la ciencia, pero son más que suficientes para demostrar lo que os hemos dicho otras tantas veces: que no debemos dividirnos en individuos de ciencias o de letras, sino en personas ávidas de conocimiento.