El curioso caso de la mujer que sabía cómo pilotar un avión, pero no recordaba el día de su boda
Lonnie Johnson puede pintar perfectamente,pero no recuerda ningún título de Van Gogh. Y por eso puede ayudar a conocer la relación entre memoria y habilidad
21 julio, 2016 20:32Noticias relacionadas
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Si nos hicisteis caso cuando os mostramos la primera lista de libros interesantes de divulgación científica, es posible que ya hayáis leído “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero“.
Si no es así, es posible que después de leer este artículo vayáis corriendo a la librería más cercana, pues se trata de un claro ejemplo de la temática que aborda la obra de Oliver Sacks. En este caso, la protagonista de la historia es Lonnie Sue Johnson, una ilustradora de 64 años que padece una curiosa amnesia a consecuencia de una encefalitis que lesionó de por vida gran parte de su cerebro, siendo el hipocampo el área más afectada.
Desde entonces, es incapaz de recordar cosas que acaban de pasar y tampoco puede devolver a su memoria sucesos lejanos, como el momento de su boda. Sin embargo, sí que es capaz de realizar tareas como tocar en la viola una complicada obra musical, pintar un cuadro o pilotar un avión. Eso sí, es mejor no preguntarle títulos de obras de Beethoven o Van Gogh y tampocohacerle contar las hazañas de algún aviador famoso, pues de ese no recuerda nada de nada.
La curiosa relación entre memoria y habilidad
Si tenéis alguna habilidad especial, como tocar un instrumento, practicar algún deporte o dibujar, es posible penséis que se trata de algo mecánico que no requiere el uso de la memoria, pero en realidad no es así.
Los deportes tienen un gran número de normas que recordar, para tocar un instrumento hay que saber leer partituras (normalmente) y para dibujar correctamente hay que recordar técnicas de difuminado, mezclas de colores y un largo etcétera.
Por lo tanto, aunque es cierto que se puede “nacer con el don”, para hacerlo bien hay que entrenarlo y memorizar ciertos conocimientos que se quedan incrustados en nuestra memoria hasta el punto de convertirse en algo mecánico.
Y esto es lo que debió pasarle a Lonnie Johnson, pues a pesar de ser incapaz de recordar hechos relevantes de su vida, no tenía ningún problema con los conocimientos asociados a sus habilidades especiales.
La diferencia entre los distintos tipo de memoria y su relación con las habilidades
Hace unos meses os hablamos del caso de una mujer que no podía recordar sus vivencias, pero no tenía ningún problema a la hora de memorizar nuevos conocimientos, por lo que recordaba su boda como si de un cuento se tratase y no cómo algo de lo que había formado parte como protagonista.
Entonces os hablamos de dos tipos de memoria; la episódica, que hace referencia a las vivencias propias, y la semántica, que se asocia a la capacidad de recordar conceptos, como los que se aprenden en la escuela.
Sin embargo, para el caso de Lonnie tendremos que retroceder un escalón y centrarnos en otra clasificación mayor que divide la memoria en explícita, que engloba las dos anteriores, e implícita.
La explícita es la que se refiere a la recogida consciente e intencionada de información y vivencias previas, mientras que la implícita es aquella en la que un conjunto de experiencias pasadas ayudan a la ejecución de una tarea de forma inconsciente.
Lógicamente, la que tenía más desarrollada nuestra protagonista era la segunda, por lo que se convirtió en el objetivo de un equipo de profesionales de las neurociencias, que pidieron su colaboración para investigar cómo gestiona estos dos tipos de memoria nuestro cerebro.
El estudio que demostró las distintas formas de almacenar recuerdos
Para comprobar cómo trabaja la memoria de Lonnie, estos investigadores llevaron a cabo un estudio, recientemente publicado en Cognitive Neuropsychology, consistente en la realización de un test de ochenta preguntas sobre pintura, música, conducción y pilotaje, todas ellas tareas que requieren una gran preparación y que eran perfectamente realizadas por la mujer.
A la vez que ella, también tuvieron que contestarlas otra serie de voluntarios de su edad que se dividía en novatos y profesionales en todas esas materias.
Curiosamente, Lonnie era incapaz de reconocer la Noche estrellada de Van Gogh, pero contestó las preguntas sobre pintura y conducción con más exactitud que los expertos.
En lo referente a las áreas de música y aviación, de las que no era más que una aficionada, no llegó al nivel de éstos, pero sí que se situó bastante por encima de los novatos.
Por lo tanto, parece ser que sí, que los conocimientos asociados a nuestras habilidades se aferran a nuestro cerebro con más fuerza que el resto. Lonnie Johnson es una prueba de que esto es cierto, pero aún falta mucho por investigar para desentrañar cómo gestiona nuestro cerebro estos recuerdos. Desde luego, este órgano nunca dejará de sorprendernos.
Imagen: Aline N. Johnson