Los billetes de transporte son testigos de la historia: han pasado por los reales, la peseta y el euro, casi nada.
Llegar a la estación, hacer cola en la máquina expendedora, sacar nuestro bono, atravesar la canceladora (el torniquete electrónico) y viajar, una situación que se repite constantemente durante al menos cinco días a la semana. Universalmente es así, aunque poco a poco estamos viendo cómo se transforma el sector del transporte y con él, la manera en la que viajamos.
Llevamos haciéndolo así desde mucho antes de lo que creemos. En Madrid, por ejemplo, se implantó por primera vez una máquina expendedora automática en el metro en 1931. Hasta entonces, la cosa era muy distinta.
‘Billetes’ de metal
Antes de que llegara el billete como tal se usó lo que se llamó ‘token‘. Era como una moneda de metal que hacía de testigo para que pudiéramos identificar que habíamos pagado por el viaje. Al final de este no se desechaba, sino que se tenía que devolver a la compañía.
Si nos remontamos mucho más atrás nos encontraremos con que los pasajeros se registraban en una lista, como en las discotecas. Si no estabas en la lista, simplemente no podías viajar. Sin embargo, este método duró muy poco, pues era muy rudimentario. Al principio funcionaba, pero cuando se masificó el transporte todo eran complicaciones.
Del cartón al chip, pasando por el plástico
Uno de los primeros billetes de transporte de los que se tiene constancia data de 1833, de hace 184 años, ni más ni menos. Viajaba desde Saint-Étienne hasta Lyon, dos ciudades francesas.
En Madrid llegó el sistema de billetaje por primera vez en 1871, que llegaría junto con el ómnibus. En este entonces ya se usaba lo que se conocía como ‘taco’, un trozo de papel impreso. Para pagar había una persona que se le conocía como cobrador. Nada era automático y por lo tanto se tenía que llevar siempre encima un dispensador con un tocho de billetes.
En los primeros buses el cobrador estaba a final del vehículo. Para poder identificar los que estaban sin usar de los usados se empleaba una máquina en forma de pinza que picaba los billetes, dejando una agujero. A la acción de picar o cancelar un billete se le conocía como ‘obliterar’; a la persona se le conocía como picador.
Los tacos, durante la década de los 20 del siglo XX incluían publicidad y también era participaciones en sorteos
De ahí saltamos 60 años, a 1931, cuando se implantó la primera expendedora automática en el metro de Madrid; máquinas en las que tenías que introducir la cantidad exacta de pesetas, pues no devolvían cambio. En ese salto de 60 únicamente ha cambiado el formato y tamaño de los billetes. Por fin, en 1969, llega el ticket con banda magnética. La fecha coincide con el boom del desarrollo de la banda magnética por parte de IBM.
El abono, un paso importante
También más o menos por la misma época (un año más tarde, en 1970) llega el abono de transportes, con lo que los billetes pasaban de ser de un solo uso a poder usarse más veces. Eran a título personal (intransferibles) y podían ser mensuales, anuales o semanales (aunque solo de lunes a sábado). Estos abonos anuales actualmente, como sabemos, son en formato DNI, de plástico.
Los torniquetes se comenzaron a usar a mediados de la época de los 70 (del siglo XX). Para finales de esa misma época ya existían las máquinas canceladoras, por lo que desaparece la figura del cobrador y del picador. Poco más tarde los abonos pasan también a tener banda magnética, con lo que se reduce de forma considerable su tamaño.
Salto a lo digital
Pocos cambios había sufrido el billete hasta ahora, cuando está comenzando a dejar de existir. Desde hace muchos años se vienen usando abonos y tickets mediante aplicaciones móviles. Con ellos, solamente tenemos que pasar el teléfono por el tag NFC o sacar una foto a un código QR (en algunos casos).
En Madrid, donde se realizan más de 600 millones de viajes anuales, ya se está pasando del típico billete en papel con banda magnética a la tarjeta sin contacto (contact less), que recibe el nombre de Tarjeta Multi. Realmente, a partir de prácticamente ya, el billete de banda magnética dejará de existir. Tanto el paso a las aplicaciones móviles como el paso a las tarjetas contact less supone un cambio muy radical.
Un cambio radical no solo por la manera en la que compramos al billete, sino también por el ahorro de papel y por el ahorro de residuos (muchos de los billetes de papel acaban en el suelo). La nueva tarjeta es reutilizable y, aunque tiene un costo de 2,5 euros, solo es necesario adquirirla una vez.
Con esto, estamos a tan solo un paso de poder decir adiós de forma definitiva el billete en formato físico. Pasaríamos, por fin, al formato totalmente virtual (como decíamos, mediante el móvil y el NFC o el código QR).
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