Los intentos de las grandes compañías internacionales y gobiernos de llevar la tecnología hasta el último rincón del planeta no siempre son exitosos. De hecho, rara vez consiguen su propósito último y quedan en agua de borrajas después de haber invertido millones de dólares en el desarrollo y despliegue.
OLPC (One Laptop Per Child, de sus siglas en inglés) es un proyecto que se ajusta milimétricamente a la descripción anterior. El concepto era muy sencillo: dotar de un portátil personal de 100 dólares a todos los niños de países en desarrollo.
Estos ordenadores estarían diseñados para ser muy resistentes y acompañar a los infantes en su día a día. Un desarrollo de hardware y de software a medida junto a cuantiosas cantidades gastadas en publicidad que no parecen haber servido de mucho.
¿Por qué ha fracasado One Laptop Per Child?
Morgan Ames, escritora del libro The Charisma machine: The Life Deatc, and Legacy of One Laptop per Child, ha hecho una entrevista muy esclarecedora a OneZero diseccionando los motivos del poco éxito del proyecto.
El proyecto se lazó de forma oficial en el año 2007 en 12 países donde se distribuyeron 3 millones de unidades. Entre ellos, se encontraban países tan importantes como México, Uruguay o Perú, donde algunos escolares entre los 6 y los 12 años recibieron un portátil.
Morgan Ames se centra en Paraguay en su libro y recoge que de 40.000 niños integrantes del proyecto OLPC, tan solo 40 habían desarrollado habilidades significativas relacionadas con el ordenador como programación.
La autora también señala que otra de las posibles causas del fracaso es que en estos países las niñas se encuentran con una barrera cultural. El acceso a juguetes técnicos (en este caso ordenadores portátiles) parece no estar todavía muy bien visto delegando el protagonismo a los varones.
Esto apartaría del proyecto y de un plumazo a la mitad de potenciales usuarios. La idea preconcebida de que los trabajos técnicos están más enfocados en los niños es algo que está costando eliminar de sociedades más avanzadas en lo relativo a la igualdad y todavía campa a sus anchas en los países menos desarrollados.
Ames también apunta a barreras de infraestructura en países como Paraguay. Donde en una clase con 20 niños tan solo hay disponibles dos enchufes para poder cargar los ordenadores portátiles y la situación no mejora en sus hogares.
A esto se le une que otros niños han conseguido desbloquear el equipo para poder tener control total sobre el software del ordenador. En manos no experimentadas esto puede afectar al rendimiento de los ordenadores y acarrear más problemas que dejen los dispositivos en un segundo plano.
El último clavo ha venido por parte de los fabricantes. Los equipos deberían ser resistentes pero, según Morgan Ames, no han pasado el duro examen del uso continuado de los niños. A esto se le une la escasez de repuestos al ser tiradas tan limitadas y tan ajustadas de precio. Lo que se traduce en tener equipos guardados a la espera de ser arreglados.